El petróleo y el futuro | A 83 años

 

17 marzo, 2021, 3:00 am

 

Mañana, jueves 18, se cumplen 83 años de la expropiación petrolera. El contexto actual obliga a preguntarnos sobre el significado actual de un evento que permitió hace ocho décadas mantener el dominio de la nación sobre el “oro negro”.

En unos meses más, el 14 de agosto, se cumplirán 84 años de la constitución de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) como empresa del gobierno mexicano. A diferencia de Pemex, la CFE compartió la producción, transmisión y distribución de electricidad por más de 20 años con otras empresas privadas, en su mayoría propiedad de extranjeros, hasta el 27 de septiembre de 1960, cuando fue nacionalizada la industria eléctrica de México.

Electricidad y petróleo están firmemente vinculados al desarrollo del país. Sin esta dupla, hubiera sido impensable la etapa del “desarrollo estabilizador”, a partir de 1954 (fecha de la última devaluación del peso hasta alcanzar $12.50 por dólar estadounidense), con un crecimiento de la economía de más del 6% anual y la sustitución de numerosas importaciones mediante la instalación y operación de factorías en todo el territorio nacional.

En tanto, el Estado promovía las inversiones privadas, combinándolas con la construcción de la infraestructura de comunicaciones y transportes, así como la expansión de la oferta energética para garantizar su operación.

Agotamiento y cambio en políticas

A partir de 1970, este modelo comenzó a registrar signos de agotamiento, obligando un cambio en las políticas gubernamentales. Fue cuando se implantó el denominado modelo de “desarrollo compartido”, que tuvo vigencia 12 años.

En esa década, hace 50 años, la disputa entre los modelos capitalista del mundo occidental y el socialista encarnado en la Unión Soviética y la República Popular China generaba revoluciones en distintas partes del mundo, promoviendo la figura del Estado como fuente exclusiva del desarrollo.

La experiencia mexicana matizó los extremos de ambos modelos que, en esa década de cambio, se expresó en el Estado interventor, que invertía en distintos sectores de la economía, sin desplazar del todo a los particulares, aunque sí compitiendo con ellos.

Influyó también que a mediados de la década, en 1976, se anunció la incorporación del yacimiento “Cantarell” a la producción petrolera, que hizo por un tiempo a México el 4º exportador mundial de crudo. De ese entonces data la frase “administrar la abundancia”, que el presidente José López Portillo empleó para describir el destino de los ingresos excedentes que comenzaban a llenar las arcas gubernamentales.

Fue muy duro el final del “desarrollo compartido”. Endeudado el país, con una inflación desconocida hasta entonces, en el 6º informe presidencial se anunció la estatización de la banca privada, el congelamiento de las transacciones en moneda extranjera, así como una moratoria al pago de intereses de la deuda externa.

Apertura comercial de México

A partir de 1983, con las reformas constitucionales por las que se precisó el papel del Estado como “rector” de la economía, se inició el camino hacia la apertura comercial de México, con el ingreso al GAAT (hoy Organización Mundial de Comercio, OMC), decisión que abrió paso al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), vigente desde el 1º de enero de 1994.

La crisis de la deuda externa, primero, y la crisis económica de 1994-1995 después, menguaron la capacidad de inversión del Estado en el sector energético.

Fue cuando surgieron diversos instrumentos para el financiamiento de grandes proyectos energéticos con crédito privado concedido al gobierno, como los llamados “Pidiregas” (Proyectos de Inversión de Infraestructura Productiva con Registro Diferido en el Gasto Público, alternativa que permitió responder a la demanda creciente de electricidad y combustibles sin transgredir los estrechos límites impuestos a la expansión del gasto público.

De principios de la década de 1990 datan los primeros proyectos de termoeléctricas “llave en mano”, construidos por los particulares que se los entregaban a CFE para su operación.

En tanto, la participación privada en Pemex se daba a través de la subcontratación de numerosos proyectos de exploración, producción, mantenimiento, etc., tanto para la extracción de petróleo crudo como para su refinación en las seis plantas propiedad de la empresa.

Asimismo, un corto listado de petroquímicos se mantuvo como exclusivo del Estado, en tanto que los demás fueron abiertos a la inversión de los particulares desde 1983.

Declive

El reinado del petróleo y la electricidad como lo conocimos durante el siglo pasado tocó a su fin al iniciar el siglo XXI. La reforma energética de 2014 estableció nuevas reglas para la participación del gobierno y de la iniciativa privada en este vital sector. Se abrió camino cierto para la generación de energías renovables, para cumplir con los compromisos internacionales en materia de medio ambiente y cambio climático; se enfrentó la realidad del agotamiento de “Cantarell” y la necesidad de incrementar la exploración de nuevos campos, incluyendo en aguas profundas del Golfo de México.

Se visualizó la transición energética y sus efectos en la industria automotriz, donde los vehículos con combustión serán sustituidos, en la década de 2030, por automotores eléctricos. Y se mantuvo la indispensable rectoría del Estado en materia energética, pues la transmisión y la distribución de electricidad, así como el dominio de la nación sobre el petróleo se mantuvieron y reforzaron.

¿Qué hubiera decidido el presidente Lázaro Cárdenas en 2021? No me cabe duda que hubiese transformado a Pemex y CFE en un gran corporativo del Estado mexicano en materia energética. Los combustibles fósiles dejarían de ser estratégicos para volverse prioritarios: se incentivaría la petro-química como alternativa para la producción petrolera. Reforzaría la capacidad de CFE para participar en la generación de energías renovables; invertiría en las redes de transmisión y distribución; impulsaría la producción y almacenamiento de gas natural asociado a la explotación de los pozos petroleros.

Cárdenas trabajaría incansablemente para que el cableado de fibra óptica de CFE transformase a esta empresa productiva del Estado en el principal proveedor de internet del país, contribuyendo a cerrar la brecha digital. El general agrarista vería la importancia de transformar el sol y el viento en energía que mueva a la pujante industria de la etapa de las tecnologías de la información y de la inteligencia artificial (IA).

Mujeres y hombres de su tiempo con visión de futuro. Ese es el liderazgo que inspira el acto visionario de Lázaro Cárdenas, ocho décadas atrás.— Ciudad de México

 

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