Apretón presupuestal. Tren Maya y nuevos impuestos
Dulce María Sauri Riancho
¿Cuál
es la relación entre el Tren Maya y los nuevos impuestos que pagarán los
yucatecos en 2020? Aparentemente, ninguna. Pero si nos vamos más allá de la
polémica obra, de su viabilidad económica y su capacidad para promover el
desarrollo de la región sur-sureste, la más rezagada del país, encontraremos
elementos que permiten afirmar que tren e impuestos se encuentran estrechamente
vinculados.
Los
cálculos del costo de esta obra monumental, que extenderá sus vías a más de
1,500 kilómetros a lo largo de cinco estados, fluctúan en torno a los 150,000
millones de pesos, casi cuatro veces el presupuesto de Yucatán para el próximo
año.
Hasta
el momento no se ha dado a conocer el estudio de factibilidad económica y menos
aún, se ha precisado el origen de los recursos: sólo sabemos que en el
Presupuesto de 2020 se asignaron algo más de 2,500 millones de pesos,
principalmente para financiar los estudios y proyectos requeridos por las
autoridades y por posibles inversionistas privados.
No
se necesita ser financiero de altos vuelos para encontrar que el gobierno por
sí mismo no contará con los fondos necesarios para construir y operar un
ferrocarril de las características del Tren Maya.
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Foto: https://turquesanews.mx/ |
Sus
promotores tendrán que acudir a los fondos del Sistema de Ahorro para el Retiro
(SAR), que millones de trabajadores depositan mensualmente. Pero aún con las
modificaciones de ley realizadas recientemente, las Afores (Administradoras de
los Fondos de Retiro) tienen normatividad que cumplir para garantizar la
recuperación de sus inversiones.
Y
otros fondos —extranjeros, de pensiones o de inversión— son aún más
puntillosos, pues tienen que asegurar la rentabilidad de los recursos a su
cargo.
¿Conseguirá
el gobierno federal el dinero para construir el Tren Maya? Probablemente en
algunos tramos de su largo recorrido, la respuesta sea afirmativa. Por ejemplo,
en la porción que va de Valladolid, pasando por Mérida, hacia Palenque y
Coatzacoalcos, Carlos Slim y su poderoso grupo ha levantado la mano. Es el
trecho que tiene vías operando actualmente, en el que transitan trenes de carga
que mueven mercancías, combustibles y materiales de construcción entre puertos
y ciudades de Golfo de México. No obstante, tendrán que ser sustituidos vías y
durmientes, pues la velocidad promedio de 160 kilómetros por hora no se podría
alcanzar con su estado actual.
Casi
me atrevo a plantear que el problema de la construcción del Tren Maya es el
menor de sus dificultades futuras.
El
más relevante será la viabilidad económica de la obra. Y en este sentido, el
tramo que tendría origen en las tierras yucatecas es el más prometedor. Al
menos, si como todo parece indicar, el tren completo se “atora” en este
sexenio, cuando menos la industria yucateca contaría con una infraestructura
renovada, que reforzaría la conectividad terrestre con el centro y norte del
país.
La
desdibujada “consulta” del domingo pasado indica que, a pesar de las voces de
alerta y los cuestionamientos, el tren va.
Hasta
aquí parece un problema estrictamente del gobierno federal encontrar dinero
para financiar la construcción de la obra y su posterior operación. Sin
embargo, el Tren Maya es parte de la justificación del apretón presupuestal que
el presidente Andrés Manuel López Obrador ha decidido darle a los gobiernos
estatales y municipales de casi toda la república (la excepción son las
entidades gobernadas por Morena, que han dispuesto incluso de recursos del
vilipendiado Ramo 23, como sucede en Ciudad de México y Veracruz).
Los
megaproyectos lopezobradoristas como la refinería de Dos Bocas, el aeropuerto
de Santa Lucía, así como los programas de entrega de dinero a grandes grupos
como adultos mayores, jóvenes, entre otros, han justificado reducciones
significativas de las aportaciones federales para los programas locales, en
especial de infraestructura urbana, agua potable y electrificación, así como
para seguridad, atención al campo. Esta situación ha presionado a los
gobernadores de las entidades afectadas con el “apretón presupuestal”, quienes
se han visto obligados a encontrar otras fuentes de financiamiento para sus
programas y obras.
Creatividad
Con
una creatividad digna de mejores causas, encontramos propuestas de gravar
localmente la venta de alcoholes y cigarrillos, como en Tamaulipas, o en el
caso de Yucatán, hacerlo con el polémico impuesto medioambiental que afectaría
a los hoteles y casas de hospedaje. Destaco entre esta imaginación obligada por
las circunstancias de sequía presupuestal, la propuesta del Ejecutivo yucateco
de incorporar el cobro del impuesto (o derecho) de seguridad en los recibos de
energía eléctrica. Es quizá, la iniciativa de mayor rechazo popular.
Los
hogares de consumos más bajos no se verán afectados, pero las amplias clases
medias de las ciudades yucatecas registrarán un incremento real en el pago de
la luz. Tan fácil como esto: o liquidas el recibo, incluyendo el impuesto a la
seguridad, o te cortan el suministro de energía eléctrica. Contribuir al
mantenimiento de la infraestructura de seguridad, incluyendo cámaras de
videovigilancia y drones, es fundamental para garantizar el aprovechamiento de
la inversión realizada en el programa Yucatán Seguro, pero hacerlo a través del
recibo de energía eléctrica será un fracaso. Existen antecedentes.
En
1991, la Suprema Corte de Justicia declaró inconstitucional el cobro del
alumbrado público en el recibo de la luz de consumo doméstico (quedaban exentos
los comercios y las industrias), al considerar que no se podía entremezclar una
tarifa (energía eléctrica) de una empresa paraestatal federal, con el pago de
un derecho, en este caso, por el uso de la red de alumbrado público municipal.
Quizá
el mejor camino hubiera sido la realización de un convenio entre los
municipios, principalmente el de Mérida, y el gobierno del estado, para que los
primeros junto con el predial cobraran el gravamen para seguridad. No lo
hicieron y ahora estamos envueltos en la polémica.
***
Navidad
y Año Nuevo. El calendario me obliga a anticiparme. Parabienes y felicitaciones
para todos. ¡Hasta el 8 de enero de 2020 que volveremos a coincidir, si Dios
quiere!—Mérida, Yucatán