Réquiem por Prospera

Dulce María Sauri Riancho
Réquiem: “Composición que se canta con el texto litúrgico de la misa de difuntos, o parte de él”.

En julio de 1997 dio comienzo un programa dedicado a romper el círculo de transmisión intergeneracional de la pobreza.

En su diseño se consideró que la buena salud de los integrantes de la familia, su adecuada nutrición y el acceso a la educación podían generar un círculo virtuoso para participar en mejores condiciones en el desarrollo económico del país.

La premisa básica fue destinar el dinero a aquellas familias que por su condición de pobreza tuvieran carencias en educación, salud y alimentación. Así nació Progresa (Programa de Educación, Salud y Alimentación) cien por ciento federal.

Un equipo técnico fue responsable de la selección de las familias beneficiarias. Ni influencias ni promociones políticas, sólo la necesidad fue la que rigió las determinaciones para ingresar al padrón.

Desde un principio hubo dos decisiones que le dieron un rumbo inédito a Progresa. La primera fue la introducción por vez primera en la administración pública de medidas de carácter afirmativo para reducir la brecha de desigualdad de las niñas para incorporarse al sistema educativo: la beca en educación básica fue más cuantiosa para las niñas que para los niños. Esto se acentuó en la secundaria, ayudando a que las determinaciones familiares sobre el destino de esa niña que terminaba la primaria fuera la escuela secundaria y no las labores del hogar, como marcaban las costumbres.

El segundo elemento fundamental fue la decisión de que los apoyos en dinero (becas, ayuda alimentaria) llegaran a través de las madres de familia. Cuando se adoptó esa medida, fue un verdadero escándalo, pues se afirmó que darle los recursos a las mujeres en vez de a los hombres iba a generar violencia al interior de los hogares.

Estos obscuros pronósticos no se materializaron; lo que sí sucedió fue que las madres administraron de mejor manera los fondos. Además, ellas eran las responsables de llevar a la familia a sus controles periódicos de salud, así como de recabar las constancias de asistencia de las y los menores a la escuela, todo con el propósito de conservar los apoyos.

En el gobierno de Vicente Fox, Progresa cambió de nombre a Oportunidades, reforzado por la Ley de Desarrollo Social y la creación del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval), institución encargada de vigilar y evaluar los distintos programas sociales de la administración pública federal.

El cambio de partido en el gobierno en 2012 trajo consigo otra modificación a su nombre, pues pasó a llamarse Prospera. Junto con esta modificación vinieron otras transformaciones, como incorporar la dimensión productiva para que las familias mejoraran sus ingresos.

Para entonces, 2013, se mostraba con claridad el límite de este programa que atendía a más de 6.5 millones de familias de las zonas urbanas y rurales del país.

El problema fundamental fue que la economía no creció al ritmo que estaba previsto 20 años atrás, de tal manera que esa legión de jóvenes mujeres y hombres, con escolaridad más elevada que sus progenitores, pudieran encontrar puestos de trabajo con ingresos superiores a los que habían tenido sus padres.

Por tanto, no era el diseño de Prospera, ni siquiera su aplicación, lo que impidió que se potenciaran sus indudables logros en materia de educación, alimentación y salud. Fue una economía reacia a crecer con dinamismo mayor al 2% anual, registrado como promedio en la última década.

Y llegamos a la 4T. El gobierno de AMLO simplemente arguyó que la mitad de la población continuaba en situación de pobreza después de más de dos décadas de aplicación de este programa y, por tanto, había fracasado.

Desmembrar Prospera significa tres cosas: la primera, dejar de considerar en forma integral el combate a la pobreza. Se da una sola beca “Benito Juárez” por familia, cuando antes podían otorgarse hasta tres; a los jóvenes estudiantes de preparatoria se les entregan directamente los apoyos.

Desaparecieron también los Comedores Comunitarios, otro programa que ayudaba a mejorar la alimentación de familias vulnerables.

Responsabilidad borrada

En segundo lugar, se borró la responsabilidad de acudir a los centros de salud para los chequeos rutinarios (talla, peso, en el caso de los menores; atención prenatal; prevención de enfermedades crónico-degenerativas para los adultos mayores). Despreciaron la red más extensa de prevención de enfermedades.

Este aspecto es claramente contradictorio con el propósito de atención primaria a la Salud, que estuvo presente en la creación del Instituto Nacional de Salud para el Bienestar (INSABI).

El tercero es, a mi juicio, el más preocupante. Las mujeres madres de familia, jefas de hogar, dejan de recibir el dinero de becas, apoyos para energía y ayuda alimentaria; en consecuencia, el papel de las mujeres y su empoderamiento con la recepción y manejo de las transferencias económicas provenientes del gobierno, desaparece.

Por si no fuera suficiente, al eliminarse la acción afirmativa para otorgar una beca más cuantiosa a las niñas, al haber solamente una por familia, volverán los tiempos de las hijas que se quedan en casa o que se dedican al servicio doméstico en algún lugar para compensar los ingresos que la familia dejó de percibir. Y todo lo anterior enmarcado en un menosprecio total por su seguimiento y evaluación.

Esta misma semana quedará consumada la desaparición del programa Prospera. Cuando se apruebe el Presupuesto de Egresos de la Federación en la Cámara de Diputados, a más tardar el próximo viernes 15, el programa-bandera de combate a la pobreza acabará dividido y cercenado en múltiples partes. De poco han valido avances reales y reconocimientos internacionales como programa exitoso.

En Yucatán, más de 170,000 familias dejaron de recibir el dinero federal. Y no ha pasado nada. A diferencia de las Estancias Infantiles, en que las madres y las prestadoras del servicio se organizaron y protestaron, en Prospera ha imperado la resignación.

Considero que la misma naturaleza del programa evitó la organización social de los beneficiarios. Morena podrá decir misa, pero Prospera llegaba a los que lo necesitaban, sin hacer distingos de partidos o grupos.

El método de pago era muy semejante al que se está empleando para los programas sociales del actual gobierno.

El saldo del descuartizamiento institucional es altamente negativo: desmantelada la red de atención primaria a la salud; destrozadas las políticas de acción afirmativa para niñas y mujeres. Y a cambio, ¿qué vendrá?— Ciudad de México.

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