Reforma Educativa 2019. Los puntos y comas
Dulce María Sauri Riancho
“De la
reforma educativa de 2013 no quedará ni una coma”, sentenció el líder de la
mayoría de Morena en la Cámara de Diputados.
El
pasado 12 de diciembre, apenas había tomado posesión, el presidente López
Obrador envió su iniciativa de reformas de los artículos 3, 31 y 73 de la
Constitución.
A
partir de esa fecha, las comisiones de Puntos Constitucionales y de Educación
de la Cámara de Diputados iniciaron un intenso trabajo para su estudio y
dictamen. Esta tarea incluyó el Parlamento Abierto, por el cual fue posible
conocer de viva voz la opinión de los distintos participantes en el proceso
educativo: maestr@s, padres y madres de familia, expertos e investigadores,
etc. La “línea” de la mayoría oficialista era muy clara: “ni una coma” debería
subsistir.
El
pasado 8 de mayo, en período extraordinario, la Cámara de Diputados aprobó
finalmente las reformas constitucionales. Un día después, lo hizo el Senado.
Poco quedó de la iniciativa presidencial del 12 de diciembre. “Entró chivo,
salió caballo; tal vez no un pura sangre, pero caballo al fin”, es la mejor
descripción del trabajo realizado durante más de cuatro meses.
Rescatamos
de las tijeras presidenciales la autonomía de las universidades públicas, que
había sido cercenada de la Constitución. Logramos mantener el mandato de
educación de calidad, denominada ahora “de excelencia”, como obligación del
Estado.
Se
introdujo la educación inicial en la Constitución, lo que implica que niñas y
niños menores de tres años tendrán oportunidad de recibirla bajo la normativa
del gobierno. Se reforzó la propuesta presidencial de educación superior
gratuita y obligatoria, para que no quedara sólo como una promesa de difícil
cumplimiento.
Imagen: New York Post |
Se
enfatizó la estrategia de inclusión de las personas con alguna discapacidad en
el sistema educativo, dejando la educación especial como una excepción, cuando
se juzgue indispensable. Se destaca el papel de las normales en la formación de
las y los docentes, entre otros aspectos.
Se
mantuvo, sí, el proceso de evaluación para el ingreso, promoción y
reconocimiento de maestras y maestros, a través de procedimientos de selección
que estarán determinados en la ley respectiva. Para eliminar cualquier sombra
de castigo —“evaluación punitiva”, la nombraron— se declaró abrogada la Ley del
Servicio Profesional Docente, que en su artículo 53 establecía las sanciones en
caso de reprobar los exámenes de permanencia.
Se afinaron
los conceptos y compromisos sobre educación indígena, intercultural; se
recuperó la enseñanza de las matemáticas y la lecto-escritura como aspectos
esenciales del proceso educativo, entre otras valiosas aportaciones del trabajo
realizado por las y los legisladores.
No todo
fue ganancia. Es indispensable destacar aquellos aspectos que no se lograron
introducir o preservar en la nueva reforma educativa. Me referiré a los tres
que considero más relevantes.
Autonomía.
Era constitucional para el órgano evaluador que le dio origen al Instituto
Nacional de Evaluación Educativa (INEE). La iniciativa de AMLO lo dejaba
reducido a una mera oficina de la SEP, con escasa o nula capacidad para
realizar su función de evaluación del sistema educativo en su conjunto.
Logramos rescatarlo de la intrascendencia, y volverlo un organismo
descentralizado no dependiente de la SEP.
Establecimos
que su consejo directivo sea designado por el Senado, con mayoría de dos
terceras partes, lo que obligará a negociar con las oposiciones. En forma
novedosa, la propia Constitución enumera los requisitos técnicos y académicos
que deberán reunir aquellas personas que aspiren a integrar los dos consejos
(directivo y técnico) del órgano evaluador.
El
presidente de la República no propondrá. Así se evitará el bochornoso
espectáculo de recibir ternas integradas por personas honradas, pero ignorantes
de la materia que quedaría bajo su responsabilidad.
Recursos
económicos para hacer frente a los compromisos. No logramos garantizar el
presupuesto a los estados para hacer frente a las nuevas obligaciones que la
reforma constitucional les señala. Esta situación es crítica en el caso de la
educación superior. Al hacerla obligatoria, las universidades y centros de
educación superior de carácter público tendrían que aceptar a todos aquellos
estudiantes que demanden su ingreso, independientemente de la capacidad
institucional para recibirlos.
Para
evitar el caos que conlleva esta decisión populista, se pudo establecer la
gradualidad y la preservación de la autonomía para aplicar sus exámenes de
admisión. Por otro lado, en un transitorio, el XV, se reforzó el mandato para
crear un fondo de carácter federal en apoyo a las entidades federativas.
Dejamos firmes, así, los cimientos de batallas venideras.
Evaluación
del magisterio. Todos coincidimos en que queremos a las y los mejores maestros
para la educación de nuestros hijos. Los mecanismos de ingreso, promoción y
reconocimiento de las maestras y maestros se harán mediante procesos de
selección. Desde luego que era mucho más contundente el término “concursos de
oposición”, pero no fue posible concretarlo.
Se
tiene temor justificado de que, en las leyes secundarias, las que norman la
aplicación del mandato constitucional, esas que pueden aprobar por sí misma la
mayoría de Morena, se permita recrear el tráfico de plazas, su venta o
transmisión por herencia. Otro frente que quedó abierto y que habremos de
atender al aprobarse las leyes secundarias.
El
ciclo escolar 2019-2020 se desarrollará con un nuevo marco constitucional. Si
calificamos de “evolución” la reforma realizada, llegaremos a la conclusión de
que eliminó vicios y carencias y recuperó avances de los anteriores esfuerzos
para dotar a la niñez y a la juventud de la mejor educación para el siglo XXI.
Puntos y comas aparte, es un logro que el encono político no puede oscurecer.—
Mérida, Yucatán.