La situación en Venezuela y México. ¿Hay semejanzas?
Dulce María Sauri Riancho
Elegir
un tema para compartir con ustedes, amig@s lectores, es una difícil tarea. Esta
semana decidí comentar un libro, una novela que se desarrolla en Venezuela, Dos
espías en Caracas. Como aparece en su portada, es “Una historia casi ficticia
de amores y conspiraciones en los tiempos de Hugo Chávez”.
Dos
reacciones me brincaron al leer su presentación. La primera, por su autor,
Moisés Naím, a quien conocía como académico, ensayista y editor de la
prestigiada revista “Foreing Policy”. Esta es su primera obra de ficción,
aunque al escribirla haya utilizado los nombres propios de la mayoría de sus
personajes.
Mi
segunda llamada de interés estriba en la situación de Venezuela.
Desgraciadamente, ha acaparado la atención internacional por las difíciles
circunstancias que atraviesa su pueblo y el éxodo masivo por la falta de los
bienes básicos para sobrevivir.
A pesar
de las condiciones precarias de la mayoría de los habitantes de Venezuela; a
pesar del nombramiento del presidente de la Asamblea Nacional como titular del
Ejecutivo; a pesar del alzamiento social y de una parte de las fuerzas armadas;
a pesar de la censura internacional y del desconocimiento de su gobierno,
Nicolás Maduro, heredero político de Hugo Chávez, resiste.
Y este
libro de Naím proporciona algunas pistas para entender las fuentes de esa
resistencia del régimen chavista, que no se puede entender como proveniente en
exclusiva del apoyo del Ejército de ese país.
“Mientras
el presidente Pérez (Carlos Andrés, DMSR) inicia su regreso al país satisfecho
con los aplausos, felicitaciones y promesas de inversión que recibió en Suiza,
en Venezuela los golpistas aceleran su plan de ataque”. Carlos Andrés Pérez fue
electo con la expectativa de recrear su primer gobierno, en la década de 1970,
de extraordinaria prosperidad, explicada fundamentalmente por los altos precios
internacionales de petróleo.
En su
segunda oportunidad, diez años después, el entorno había cambiado. Era 1992
cuando el malestar popular, por las promesas incumplidas y las severas medidas
económicas, había crecido considerablemente. El golpe militar contra el
gobierno fracasó y llevó a Chávez a prisión.
De
acuerdo con la novela, en La Cueva, la cárcel más temida y odiada del país,
Chávez conoce a un personaje singular, el Pran, amo y señor de la prisión y
cuyos tentáculos cruzaban el contrabando y el tráfico de drogas. La amistad
entre ambos se inicia en la adversidad de la cárcel, pero una vez liberado, los
recursos económicos y políticos del Pran, permiten desarrollar a Chávez una
plataforma de apoyo popular a su candidatura.
Y es
que el sucesor de Pérez, Rafael Caldera, decidió amnistiar al coronel golpista,
en el afán de restaurar la normalidad en la vida política venezolana.
Chávez
sale de prisión como un héroe, que se dirige de inmediato a rendir culto a
Simón Bolívar, cuya figura reivindica como propia, a grado tal que, siendo
presidente de la república, en eventos oficiales, incluyendo cenas y comidas,
se colocaba lugar y cubierto para el Libertador como símbolo material de su
espíritu presente.
Hugo
Chávez ganó abrumadoramente la elección presidencial en 1998. Cansado el pueblo
venezolano de la corrupción del gobierno y de los partidos políticos
tradicionales, dio los votos al coronel que parecía habría de acabar con los
flagelos del hambre, el dispendio y los privilegios.
A
partir de 1999, sin la “molesta” intermediación de las instituciones y haciendo
a un lado a las organizaciones de la sociedad, incluyendo las empresariales, el
presidente Chávez inició una gestión basada en el reparto de bienes y subsidios
a la población más necesitada. Su programa de radio y televisión, Aló
Presidente, duraba 9 ó 10 horas, cada domingo en transmisión nacional.
Durante
este prolongado lapso, mediaban llamadas de quienes solicitaban toda clase de
apoyos presidenciales y también agradecimientos sentidos cuando la persona
había obtenido la casa, la operación médica.
Después
de sobrevivir su propio “golpe de estado”, en 2002 (por cierto, en esa
coyuntura, México apoyó al gobierno venezolano ante la OEA), la actitud de
Chávez se endureció ante las oposiciones y, muy especialmente, con su propio
equipo de gobierno.
Después
de ese mes de abril, Chávez siguió el consejo que Naím atribuye al comandante
Fidel Castro, para mantenerse y fortalecerse en la presidencia de la república.
“En este país el poder depende de cinco cosas: dinero, información,
intimidación, concentración y poder de fuego”.
Con
esas cinco palancas: Dinero: controlar el petróleo; Información: controlar los
medios de comunicación; Intimidación: controlar a la población mediante la
violencia selectiva y anónima y a través del acoso judicial; Concentración:
controlar los organismos del Estado que limitan el poder del Presidente, en
especial la Asamblea Nacional (Congreso de la Unión en México, DMSR), los
tribunales y el Consejo Nacional Electoral (Instituto Nacional Electoral, INE,
en México, DMSR), el ente encargado de organizar y supervisar las elecciones;
Poder de Fuego, control absoluto de las fuerzas armadas. (Naím, pp. 187-188).
Solo el
cáncer pudo apartar a Chávez de la presidencia. Alcanzó todavía a ganar una
última elección, lo que le permitió dejar a su vicepresidente, Nicolás Maduro,
en su lugar.
Los
episodios de hoy se iniciaron hace más de 20 años. La sociedad y las
organizaciones venezolanas menospreciaron la amenaza a la democracia que
significaba una gestión que comenzó bajo las banderas del combate a la
corrupción y a los privilegios y que hubiese finalizado, si la enfermedad no
hubiese intervenido, con el desmantelamiento total de las instituciones de un
país que se caracterizó, durante largas décadas, como oasis de la democracia
latinoamericana. También México…
Se los
dejo para la reflexión en esta semana que abrió con marchas en varios estados
del país.— Mérida, Yucatán.