Un cambio de piel. De candidatos a Ejecutivos
Dulce
María Sauri Riancho
Las fechas de los relevos
se acercan. El lunes próximo asumirá el Ejecutivo del Estado Mauricio Vila
Dosal. Aunque habrá alternancia de partido, el tránsito del alcalde con
licencia de Mérida a gobernador de Yucatán parece fluir de manera natural, sin
mayores estridencias ni desencuentros entre los equipos saliente y entrante. Y
es que el sello de seis años ha sido la serenidad en el quehacer público, tan
extrañada durante el quinquenio anterior. El perfil personal del próximo
gobernador pronostica un estilo semejante: moderado, serio en su actuación y
con una vida familiar que seguramente se mantendrá en la esfera de lo privado.
Abona también que entre la elección y la toma de posesión mediarán 90 días,
tres meses, tiempo suficiente para prepararse a asumir el cargo político más
relevante en la entidad.
En tanto, la transición
federal no ha estado exenta de tensiones. Mucho más prolongada, cinco meses,
comenzó con una inusitada suavidad después de los desencuentros y
descalificaciones del proceso electoral. Pero declaraciones y acontecimientos
han comenzado a enturbiar el camino hacia el 1 de diciembre. Los discursos de
campaña han vuelto a escucharse en las plazas de las poblaciones incluidas en
la “gira de agradecimiento” del futuro mandatario.
En esta coyuntura, me
preocupan particularmente tres cuestiones relacionadas todas ellas con la
conducta del presidente electo López Obrador, que se han manifestado en las
últimas semanas. Las llamo “SST”: Seguridad, Salud y Tiempo. Como es conocido,
desde la campaña electoral, el candidato de Morena declinó utilizar al equipo
de seguridad puesto a su disposición. Esta determinación la ha mantenido siendo
presidente electo, a la vez que ha anunciado la disolución del Estado Mayor
Presidencial, cuerpo de las Fuerzas Armadas dedicado a proteger la integridad
del presidente de la república. Implicará que desde el 1 de diciembre la
seguridad presidencial estará a cargo de un grupo de civiles cuya capacidad
para realizar esta importante función simplemente se desconoce. La seguridad
del Presidente es un asunto de interés público. No podemos darnos el lujo de
ponerla en riesgo en ningún momento y circunstancia. Entiendo que las excesivas
precauciones del Estado Mayor ocasionan muchas veces que el Presidente se
encuentre en una especie de “burbuja” que impide a la ciudadanía acercarse a
él. Matizar, modular, suavizar los cuidados no puede implicar poner en riesgo
la integridad física del Ejecutivo. El exceso de entusiasmo también puede
ocasionar tumultos y riesgos que deben ser prevenidos.
La salud del Presidente
también es de interés de la sociedad en su conjunto. En 2005, siendo senadora,
presenté una iniciativa para considerar la información relacionada con las
condiciones de salud física y mental del Presidente como de interés público, no
de carácter privado y, por lo tanto, reservada por la Ley de Protección de
Datos Personales. No prosperó entonces. Espero que ahora se discuta y apruebe.
López Obrador parece gozar de buena salud, habiéndolo demostrado en una intensa
campaña, a pesar del infarto cardiaco y los stents colocados en su corazón. Sin
embargo, insisto: hay que cuidar la salud del Presidente, lo que empieza por
conocer el estado de la misma.
El tiempo del Presidente
también nos importa a todos. Que el candidato decida irse por carretera de la
ciudad de México a Villahermosa, haciendo paradas en puntos intermedios,
responde a una estrategia de campaña muy válida. Que lo haga el presidente de
la república en un ADO o en una camioneta no es una buena idea en cuanto a la
utilización de su tiempo, que es el tiempo de todos. Es anecdótico el reciente
retraso de cinco horas en el aeropuerto de Huatulco. Quienes viajamos por avión
a Ciudad de México lo sufrimos con bastante frecuencia. Que lo haya padecido el
presidente electo, malo. Más si al día siguiente, muy temprano, voló a Tijuana
(vuelo que dura más de tres horas). Pero dentro de poco más de dos meses los
retrasos en los vuelos de López Obrador serán del presidente. El vilipendiado
avión no sólo sirve para transportarse más confortablemente porque tiene
asientos más amplios. Es también una oficina volante en la que el responsable
del Ejecutivo (que incluye a las Fuerzas Armadas y al aparato de seguridad del
país) se encuentra permanentemente en contacto para responder a cualquier
eventualidad, o bien, para aprovechar íntegramente las horas de trabajo.
Entiendo que López Obrador
quiera ser como José Mujica, el mítico presidente de Uruguay (2010-2015).
Austero, viviendo en su misma casa de siempre, una modesta chacra, representa
un ejemplo a seguir en cuanto a actitudes. Pero Uruguay es un país del tamaño
de Coahuila, con alrededor de 3.4 millones de habitantes, menos que la zona
metropolitana de Guadalajara. No requiere avión ni helicóptero para sus
traslados.
Cambio de piel, eso es lo
que necesita Andrés Manuel López Obrador. Como los artrópodos, tiene que
desarrollar la capacidad de desprenderse de su esqueleto externo o
exoesqueleto, que en su caso sería su condición de candidato a la presidencia
de la república durante casi 18 años. La ecdisis o “muda” es un paso obligatorio
de estos animales para crecer. Como las langostas y los cangrejos, López
Obrador tendrá que asumir su nuevo esqueleto de presidente de México que obtuvo
con su triunfo en las urnas el 1 de diciembre. Es indispensable para alcanzar
su madurez como político. Sólo así, mudando de piel, podrá lograr la “cuarta
transformación” que se propone.— México, D. F.