Debates Presidenciales: Manos cortadas y carteras


Dulce María Sauri Riancho
Segundo debate presidencial. El ocio dominguero y la final de la liga MX de fútbol conspiraron para que sólo los más fieles y politizados se mantuvieran despiertos hasta las 11:30 de la noche para presenciar el debate entre los cuatro candidatos. Desde Tijuana, Baja California, se ensayó un novedoso formato en que se dio voz a seis ciudadanos (tres mujeres, tres hombres), seleccionados entre aquellos que aún no tienen definida su preferencia electoral, quienes formularían preguntas sobre tres temas relacionados con el papel de México en el mundo: comercio exterior, seguridad fronteriza y combate al crimen transnacional y derechos de la población migrante. Dos conductores se encargaron de agilizar las respuestas. Vi dos veces el evento, tratando de encontrar los aspectos más relevantes de las propuestas presentadas para comentarlas con ustedes. Tarea difícil, pues otra vez dominaron los lugares comunes y las descalificaciones más o menos ingeniosas que se dirigieron mutuamente.
Abrió un ciudadano tijuanense que cuestionó sobre la diversificación de los intercambios comerciales, como una manera de dejar de depender exclusivamente de los Estados Unidos. Desde esta primera pregunta se evidenció la evasiva de Anaya y López Obrador a responder directamente: prefirieron engarzarse en un acalorado intercambio que incluyó la proximidad física. Por eso destacó que sólo José Antonio Meade registrara la importancia de los tratados internacionales en materia comercial, como el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP por sus siglas en inglés), recientemente ratificado por el Senado de la república. A la inquietud sobre las desigualdades salariales entre México y los Estados Unidos le fue un poco mejor, pues los candidatos respondieron con propuestas de incremento del salario mínimo (de $100 diarios hasta $335); pero sólo Meade lo relacionó con la productividad y las necesarias condiciones de educación y capacitación, así como de inversión e infraestructura para hacer sostenibles los aumentos. Los conductores se esforzaron para que los candidatos definieran sus posiciones sobre economías abiertas al mundo o cerradas para proteger la producción. No es cantinela, pero sólo Meade señaló la necesidad de cerrar brechas de desigualdad en México, en especial entre el norte y el sur-sureste, para que los beneficios de una economía abierta se repartan equitativamente entre las distintas regiones del país.

El Bronco se hizo “bolas” con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), la banca y el petróleo en México. El “candado” que ponía un tope a la inversión extranjera en las instituciones bancarias del país se eliminó en 1998, lo que permitió años después la venta de Banamex y de Bancomer, así como de otras instituciones financieras mexicanas. En cuanto al petróleo, la reforma constitucional de 2014 eliminó la reserva mexicana en materia de hidrocarburos en el TLCAN. Eso no lo sabía Jaime Rodríguez, por eso propuso la “expropiación” de Banamex, propiedad de Citibank, como una manera de presión al gobierno estadounidense. Bien dicen los analistas que el comentario hubiera convulsionado los mercados, de provenir de alguno de los otros tres competidores.

Anaya presentó una propuesta “holística” para negociar con Estados Unidos. La moderadora lo incitó a definir si en la mesa de negociación incluiría la posible suspensión de la cooperación en materia de seguridad y combate al narcotráfico. Y dijo “sí”. En cambio, Meade privilegió la diplomacia, con firmeza y dignidad, pero sin esconderse atrás de la “bravuconería”.

Las cuestiones relativas a la seguridad y crimen transfronterizo se entrelazaron con la situación de los migrantes, tema que correspondía formalmente al tercer bloque. Destaca una posición común entre los candidatos sobre la indispensable asistencia a quienes proceden de Centroamérica, muchos de ellos huyendo de la violencia en sus países. La protección a los derechos humanos de los mexicanos en los Estados Unidos tuvo propuestas concretas, desde la transformación de los 50 consulados en procuradurías de defensa del migrante (López Obrador), incremento de los recursos presupuestales para su atención (Anaya) y la de Meade, que incluye trabajar en dos ámbitos: la comunidad de origen y la defensa del migrante en el país de destino.

Me sorprendí carcajeándome, como si de una comedia se tratara, cuando el intercambio de frases entre un sorprendido Anaya y un ocurrente López Obrador. “Ricky, riquín, Canallín”, que será la frase más recordada, como lo fue la “mochada” de mano en el primer debate. La cartera se volvió distractor para ocultar la falta absoluta de conocimiento del candidato de MORENA sobre los temas a discusión. Diversificación de comercio exterior, salarios remuneradores, seguridad, todo confluyó para López Obrador en la misma receta: ser honesto en lo personal y tener “autoridad moral” para tratar con Trump y su gobierno. Atlanta persiguió a Anaya. Me pregunto cómo un aspirante a presidir el país manda a su esposa y a sus hijos pequeños a vivir dos años fuera de México. Esta actitud sólo refuerza la incongruencia del candidato del Frente entre el decir y el hacer, brecha que su retórica no logra salvar y que se percibió con mayor intensidad en este segundo debate.

Buscamos presidente de la república, no actores del “Privilegio de Mandar”. Que hagan malos chistes, pero que gobiernen bien. Que tengan personalidad serena, para que no sean presa de pasiones y rencores. No me importa la edad, sino la madurez y la experiencia. Y que puedan acreditarla. Manos cortadas y carteras, ¿qué nos depara el tercer debate del 12 de junio en Mérida?— Mérida, Yucatán.

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