Los candidatos a la Presidencia. Arranque: 3 ofertas distintas
Dulce María Sauri Riancho
¡Arrancan!
Formalmente desde el Viernes Santo, realmente a partir del Domingo de Pascua,
tres candidatos y una candidata a la Presidencia de la República se desplazan
por el país en busca del triunfo.
Los
lugares elegidos para dar el banderazo de salida en la carrera presidencial
dicen mucho. Dos seleccionaron ciudades del centro y los otros dos, extremos de
la geografía política del país.
Ricardo
Anaya comenzó arropado por el panismo de Guanajuato, entidad que han gobernado
ininterrumpidamente desde 1991. Margarita Zavala, quizá por estar al pendiente
del resultado final de las denuncias e impugnaciones presentadas ante el Trife
por su candidatura, sobriamente arrancó en Ciudad de México en los primeros
minutos del 30 de marzo, sin presentar aún los puntos fundamentales de su
plataforma de campaña.
Explicación
histórica
Andrés
Manuel López Obrador y José Antonio Meade Kuribreña comenzaron en Ciudad
Juárez, Chihuahua, y Mérida, respectivamente. En la selección de López y Meade
hubo explicación histórica sobre los sitios elegidos. En el caso del primero,
porque en el antiguo Paso del Norte se dio la batalla decisiva para lograr la
salida de Porfirio Díaz y su exilio en mayo de 1911.
Para el
candidato de la coalición Todos por México, eligió la tierra de la gran cultura
maya porque es motivo de orgullo nacional por su pasado, pero también —muy
importante— por su presente.
Dijo
Meade: “porque aquí hay ejemplos de todo lo que el país puede ser: una sociedad
que avanza, próspera, segura, creativa, en la que cada persona puede
desarrollar su talento y construir su propio destino”. Transcribo este párrafo
de su discurso, no para endulzar la mirada de mis amables lector@s, sino para
constatar el reconocimiento del candidato presidencial de lo que aquí hemos
logrado. Ya habrá ocasión para comentar lo que subyace en este propósito de
“yucatanizar” a otras regiones de México.
Las
propuestas iniciales de los candidatos, la forma de presentarlas y enfatizarlas
también dan pistas certeras de hacia dónde pretenden conducir los destinos de
125 millones de personas que habitamos esta nación. Gobierno de coalición y
“fiscalía que sirva” fueron dos de los cinco puntos del candidato de Por México
al Frente. “Desterrar la corrupción y la impunidad”, fue presentado como el
principal propósito del abanderado de Morena y partidos aliados.
En
tanto que Meade y Todos por México, su coalición, desplegó sus “Siete
compromisos con la Nación”. El combate a la corrupción y a la impunidad es el
elemento común, aunque los enfoques difieren sustantivamente.
Anaya
promoverá una “fiscalía que sirva”, que imparta justicia con autonomía e
independencia. Tanto López como Meade se presentan como personas honorables,
que viven estrictamente de su trabajo.
No
cuestionaré las fuentes de ingresos de quien desde 2005, cuando dejó la
jefatura de gobierno del Distrito Federal, no tiene empleo fijo conocido. López
Obrador pretende cortarla de cuajo, por la sola llegada a la silla
presidencial, como si por sí misma, mágicamente, ésta desapareciera.
Y para
poder “blindar” la silla contra cualquier tentación futura, anuncia la
promoción de una reforma a la Constitución para poder juzgar al Ejecutivo
federal por delitos asociados a prácticas corruptas.
Por su
parte, Meade establece compromisos a partir de “sacar a la corrupción de la
política” y “a los corruptos de nuestras vidas”.
Doy por
buena la imagen de austeridad y su testimonio de vida de Andrés Manuel.
Tenerla, como también la posee Pepe Meade, es condición necesaria, pero no
suficiente para en verdad combatir a la hidra de mil cabezas que es la
corrupción y además, lograr aniquilarla. La diferencia abismal está en que uno,
López, concibe este enorme esfuerzo como personal, en el que poco, por no decir
nada, participan las leyes y las instituciones.
Solo un
primer paso
En
cambio, para Meade ser honesto es un primer paso, al que habrá que
indispensablemente agregárselas, sistema nacional anticorrupción incluido y
ministerio público autónomo. Dijo, y estoy de acuerdo, que quien no crea en las
instituciones no podrá acabar nunca con la corrupción. Aquí, en Mérida, Pepe
Meade habló de un “gobierno de gente decente”, como lo es la mayoría de los
mexicanos.
No se
quedó allá: anunció que será el primer presidente de la república que no gozará
de fuero, lo que significa que podrá ser detenido y procesado por cualquier
tipo de violaciones a la ley. No solo se trata de la eliminación de la
protección constitucional de la que gozan todavía diputados y senadores, sino
del escudo del mismo Ejecutivo federal.
Si es
parejo, de mucho servirá para evitar percepciones de impunidad, tanto de
quienes arriban a esos cargos buscando amparo legal por tres, seis años, como
de la sociedad, que contempla preocupada cómo los presuntos responsables se
escabullen por las grietas de la ley.
A mi
juicio, el paso inmediato es que la mayoría legislativa que conforman los
partidos de la coalición Todos por México promueva de inmediato la reforma
correspondiente, de tal manera que a partir del 1º de septiembre los
legisladores y el 1º de diciembre el presidente de la república dejen de
disfrutar del fuero constitucional.
Hay
mucha miga en el análisis de los discursos de los candidatos del Domingo de
Resurrección. Como el llamamiento al voto para renovar el país que realizó
Meade o la promesa de López de reducir a la mitad el IVA en la frontera norte.
Seguiré
desmenuzándolos en las próximas entregas. Pero no puedo dejar de hacer mención
del “Manifiesto México” suscrito por la Coparmex, con sus siete demandas y su
llamado a partidos y candidatos. Asumo como propia su exigencia de respuestas:
“¿Cómo lo harán, con quién, con qué recursos y para cuándo?” De ellas depende
no solo la seriedad de sus planteamientos y promesas para guiar el sentido del
voto, sino lo más importante, el rumbo del país.— Mérida, Yucatán.