Elecciones siglo XXI. México 2000-2018


Marzo de 2000. Al igual que ahora, el país se asomaba a una elección que se bautizó como la “madre” de todas ellas. Dieciocho años después existen semejanzas y diferencias entre la sociedad y el sentir que predomina en la actualidad sobre los partidos y las expectativas de cambio de gobierno. A continuación realizaré un breve repaso de los principales actores de la escena política de entonces y ahora, buscando subrayar lo que a mi juicio crea una coyuntura diferente que marcará una verdadera disyuntiva en el rumbo del país.

Instituciones 2000. El alzamiento zapatista en Chiapas, la crisis económica de 1994-1995 y los asesinatos del cardenal Posadas, de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu cimbraron las estructuras del régimen político. La respuesta inmediata fue una amplia reforma electoral en 1996, cuando se ciudadanizó el Instituto Federal Electoral (IFE), se creó el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (Trife) y se estableció el financiamiento público a los partidos y a las campañas, además de garantizar su acceso equitativo a los medios electrónicos de comunicación. En 1997, primera elección en la que se aplicaron los postulados de la reforma, el PRI perdió su mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y el entonces Distrito Federal eligió a Cuauhtémoc Cárdenas, del PRD, como su primer jefe de gobierno. Las clases medias urbanas le cobraron en las urnas al PRI las equivocaciones en la conducción económica (“error de diciembre” y aplicación de 15% al IVA, entre las principales). El IFE y el Trife se fortalecieron ante los ojos de la ciudadanía al avalar los triunfos de la oposición al PRI y por castigar duramente, incluso con la nulidad de la elección, cualquier presunta irregularidad del partido en el gobierno. Un resultado indirecto de esta apertura política fue el incremento de la popularidad presidencial, que había caído abruptamente a raíz de la crisis económica.

Las Cámaras legislativas, en especial la de Diputados, vivieron momentos de gloria cuando se constituyó el G-4, con los representantes de los cuatro partidos opositores. En síntesis, las instituciones del Estado mexicano estaban fuertes, a pesar del reto al predominio político del PRI. En voz del presidente de la República se aseguraba que los resultados electorales, favorecieran a quien fuera, no alterarían la paz ni el ritmo de crecimiento de la economía recién recuperado.

Instituciones 2018. El Instituto Nacional Electoral (INE) y el Trife están siendo duramente cuestionados por su actuación. La legitimidad se les escapa y la sospecha sustituye al apoyo social que recibieron sus predecesores. Cunde la percepción de que los intereses partidistas predominan a la hora de aprobar consejeros y magistrados. La burocracia electoral ha crecido enormemente, al igual que el presupuesto destinado a organizar los procesos electivos. La institución presidencial registra un acelerado desgaste desde 2001, acentuado en los últimos tres años. En cuanto al Poder Legislativo, ¡qué lejos quedaron los días de gloria del G-4! En estos tres sexenios, diputados y senadores pasaron a ser los personajes con mayor rechazo social. Incluso las fuerzas armadas, otrora bastión de la legitimidad y del respeto ciudadano, han sufrido el deterioro de su imagen pública al ser responsabilizadas de las deficiencias y los excesos de la lucha contra la delincuencia organizada. El poder judicial también recibe severos cuestionamientos, tanto el federal como el de los estados. Ni siquiera los órganos constitucionales autónomos, como la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) o el Inegi (Instituto Nacional de Estadística y Geografía), o el Inai (Instituto Nacional de Acceso a la Información) se salvan.

Partidos 2000. El PRI gobernaba entonces 21 estados de la República. En el norte, había resentido la pérdida de Baja California en 1989, de Chihuahua en 1992, Jalisco y Guanajuato en 1995, Zacatecas y Baja California Sur en 1998, entre otros. Especialmente dolorosa fue la derrota en la ciudad de México. Aun así, el PRI se mantenía como la fuerza territorial más numerosa. Por su parte, el PAN gobernaba varios estados, entre los cuales destacaba Guanajuato. Su gobernador, Vicente Fox, buscó y obtuvo la candidatura a la presidencia de la república. El PRD no se quedó atrás. A su triunfo en la ciudad de México sumó pronto Zacatecas y Baja California Sur. Al finalizar 1999, el PRI registraba una intención de voto cercana al 50% y Cuauhtémoc Cárdenas aparecía como el mejor posicionado para enfrentarlo en las urnas. Sólo había concurrencia de fechas electorales en seis estados, lo que permitía concentrar la atención partidista en los procesos federales.

Partidos 2018. El PRI sólo gobierna 14 entidades federativas, dos de las cuales —Jalisco y Yucatán— tendrán relevo este año. El PAN ha avanzado territorialmente y junto con el PRD concentran la mayoría de los gobernadores, 17. Esta reducción de la presencia del PRI tiene un efecto en su capacidad para movilizar al electorado. Bien se guardan sus opositores de reconocer esta situación, que les otorga una ventaja inédita en la próxima elección. Habrá que sumar las elecciones locales en 30 entidades federativas. A diferencia del año 2000, las encuestas ubican al candidato priista en segundo o tercer lugar en la intención de voto para la Presidencia de la República.
Imagen ilustrativa tomada de internet
Votar por la oposición al PRI en 2000 se volvió una aventura segura. Los vientos de cambio, de siglo y milenio, soplaban con fuerza en el mundo y contribuyeron al triunfo del PAN. Son distintos los vientos de 2018. Están impregnados de ira, miedo y enojo, más que de esperanza. Ahora, sobre la actuación de los partidos y los candidatos importa la fortaleza de las instituciones del Estado mexicano, las mismas que propiciaron una transición de terciopelo cuando el PRI fue derrotado en las urnas. Ellas están lastimadas, heridas en su legitimidad, enfermas de sospecha. Ignoro si habrá tiempo de curarlas. Más nos valiera intentarlo.— Mérida, Yucatán.

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