Natural y previsible. Campañas de los Mau-Mau
Dulce María Sauri Riancho
“Natural” y “previsible” son dos
adjetivos que propongo como guía para diseccionar la postulación de los
candidatos a gobernador del PRI y del PAN. Nunca como ahora comenzó tan
tempranamente la carrera partidista por el palacio de la 61. En las dos principales
organizaciones políticas de Yucatán, después de julio de 2015 funcionarios
recién nombrados y legisladores dieron inicio a una frenética actividad, bajo
el manto del cumplimiento de sus responsabilidades de gobierno y de trabajo
legislativo. Por el PAN, al alcalde de Mérida se sumaron pronto los diputados
federales y senadores de ese partido, además de su rehabilitado expresidente
municipal, que pudo resistir los obuses internos que le lanzaron por el asunto
de las luminarias. En el caso del PRI, los secretarios de Educación, Gobierno y
Desarrollo Social compartieron reflectores con el delegado de la Semarnat y
cuatro diputados federales yucatecos, todos ellos bajo la conducción política
del gobernador Zapata Bello. La época de las definiciones los alcanzó en la
tercera semana de Adviento. Primero fue el PRI, el jueves, y después, apenas el
domingo pasado, el PAN. Se trata exclusivamente de los aspirantes a la
candidatura de gobernador. A partir de esa “revelación” vendrán en las próximas
semanas las otras candidaturas: senadores, diputados federales, locales y
ayuntamientos en los municipios más poblados de Yucatán.
Después de la presidencia de la
república, la gubernatura es la incógnita más intrigante de despejar para los
ciudadanos yucatecos interesados en la política. Se da por sentado que todo lo
demás girará en torno suyo. PRI y PAN optaron por el acuerdo. El PAN yucateco,
otrora orgulloso de su activa vida interna, aceptó que fuera un reducido grupo
de “líderes políticos” (senadora Rosa Adriana Díaz Lizama, Diario de Yucatán,
p. 3, sección Local, lunes 18 de diciembre) el que tomara la trascendental
decisión. Por su parte, el PRI abrió un intrincado proceso de negociación entre
aspirantes que, por lo que trascendió a los medios de comunicación, no estuvo
exento de tensiones y raspones, aun cuando en fotografías y vídeos imperaron
las caras amables. En la recta final, el partido gobernante dio intransmisible
a ocho interesados, en tanto que el PAN lo hizo con cinco.
Jorge Carlos Ramírez Marín (JCRM)
se presentaba como el candidato natural del PRI. Político forjado localmente,
con una larga trayectoria partidista y legislativa, había conocido la derrota y
había sabido continuar hacia adelante. Siempre de buen talante, hábil
negociador y excelente orador, parecía que el presidente del Congreso de la
Unión iba en caballo de hacienda hacia la ansiada candidatura. Decían los
conocedores de los vericuetos del PRI, que sólo una encomienda presidencial o
del precandidato Meade podrían apartarlo de su propósito de gobernar Yucatán.
Era previsible, señalaban los
expertos, que la candidatura recayera en quien aparecía como el más
competitivo. “Natural y previsible”, así se percibía su postulación de JCRM
apenas el miércoles. Pero el jueves todo cambió. Confieso a l@s lector@s que, a
una semana de distancia, no logro entender qué situaciones o qué razones
pudieron orillar al PRI a seguir un camino distinto al que parecía más
accesible y seguro. El hecho es que, sorpresivamente, Mauricio Sahuí Rivero
emergió como el aspirante de consenso para obtener la candidatura a gobernador
por el PRI. La trayectoria del funcionario de 41 años está sólidamente
relacionada con la del gobernador Zapata Bello. Baste recordar que con apenas
24 años, en el año 2000, fue el coordinador general de la fallida campaña a
diputado federal del actual mandatario. Mauricio Sahuí ganó un distrito local
de Mérida, el VII, en 2010, y en 2012, el III distrito federal, feudo del PAN
que precisamente el actual gobernador se encargó de romper en 2009. Dio
resultados como secretario de Desarrollo Social en los programas de combate a
la pobreza, justamente cuando José Antonio Meade era el titular federal. Acción
Nacional puede equivocarse seriamente si olvida la estructura electoral que
mantiene el PRI, bien aceitada, o si menosprecia la experiencia y habilidad de
Sahuí para ganar elecciones.
En cambio, el PAN optó por el
aspirante “natural y previsible”: Mauricio Vila. El alcalde de Mérida se
mantuvo siempre adelante en las preferencias panistas. Una vez desvelada la
candidatura priista, quedó despejado el camino para buscar “la grande”, a
cambio de dejar vacante la presidencia municipal. Las sonrisas de las
fotografías en los periódicos del lunes pasado presagian un acuerdo que abra
paso al triunfo de Vila y, de encima, al retorno de Renán al palacio de la 62.
Otras piezas panistas, entre ellas la fórmula al Senado, tendrán que ser
acomodadas para que el conjunto azul avance como equipo en la próxima
contienda. Mal haría el PRI si pretende ignorar la penetración del aspirante
panista más allá de las fronteras meridanas.
Imagen: poderycritica.com |
Dicen que los ganadores de una
elección son quienes cometen la menor cantidad de errores. Los perfiles de los
Mauricios, Sahuí y Vila, auguran una campaña fincada en el debate y en las
propuestas. Compartir nombre es un buen comienzo. Si tomamos sus primeras tres
letras, tendremos a los Mau Mau, que fue una organización tribal de guerreros
bravos y cohesionados, que obtuvieron la libertad para su pueblo, Kenia, tras
años de luchar contra el imperio británico. Ojalá que los mau-mau yucatecos
reivindiquen la política de altura y compitan entre sí poniendo por delante los
intereses de quienes vivimos en esta tierra.— Mérida, Yucatán.