Hacia 2018. Elecciones y encuestas

Dulce María Sauri Riancho
La realidad política hace años que no se refleja en el espejo de las encuestas electorales. En forma consistente, una y otra vez han fallado en sus pronósticos. Sus naufragios más notables ocurrieron hace poco más de un año, con el Brexit y el triunfo de Donald Trump. En nuestro país, este año no lograron capturar el triunfo de la coalición encabezada por el PRI en Coahuila y en el Estado de México. Aun así, cierto halo mágico continúa rodeando a los ejercicios demoscópicos que buscan indagar en las preferencias políticas de la ciudadanía.

Las encuestas han adquirido un nuevo protagonismo en el proceso electoral de 2018, entre los partidos políticos y en la opinión pública. Morena, partido debutante en la elección presidencial, las ha utilizado para definir candidaturas, como en Ciudad de México. El Frente Ciudadano pretende emplearlas para seleccionar a su candidato a la Presidencia de la República. En numerosos municipios los partidos, incluyendo el PRI, han acudido a ellas para ayudarse a resolver sobre sus abanderados. Para la opinión pública, ávida de certezas, las encuestas son una forma de moldear criterios sobre los contendientes y la capacidad de los partidos para ganar elecciones. Su importancia es tal en las elecciones, que las leyes y el Instituto Nacional Electoral (INE) norman sus alcances, incluyendo los plazos para difundir sus resultados.
 
Las encuestas, bien realizadas, son espejos que matizan y a la vez transforman la realidad que pretenden reflejar. Con estas consideraciones, decidí comentar sobre los resultados de dos encuestas cuyos resultados están siendo analizados en redes sociales. La primera fue elaborada por el equipo de investigación del periódico “Reforma” y dada a conocer en su edición del 30 de noviembre pasado. La segunda corresponde a la empresa Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE) (www.gabinete.mx), presentada apenas el lunes pasado. Por hábito y disciplina, acostumbro leer la letra chiquita de casi todo, especialmente de las encuestas. Esto incluye el tamaño de la muestra (a cuántas personas se les preguntó), si se hizo el levantamiento en la calle, por teléfono (fijo, no celular), por internet o en los hogares; cuándo se aplicó el cuestionario, entre otros datos que permiten normar mi criterio sobre la información presentada.

“Pelean Anaya y Meade por el segundo lugar”, dice “Reforma”. No se necesita mucho conocimiento de la política para deducir que el primer sitio está ocupado por el virtual candidato de Morena, con el 31% de las preferencias, en tanto que los dos primeros solo obtuvieron 19% y 17% respectivamente. ¡Menudo balde de agua fría para el PRI, en pleno proceso de postulación de su precandidato! Alegría desbocada para sus adversarios, que presumen la inminencia de su triunfo. Resulta que los datos de la encuesta de “Reforma” fueron obtenidos en 1,200 entrevistas realizadas en hogares, pero la levantaron antes de que José Antonio Meade se separara de su cargo en Hacienda para registrarse como aspirante externo del PRI. Tan solo López Obrador estaba claramente definido cuando se inquirió sobre las preferencias, lo cual representa una limitación en cuanto al alcance de sus conclusiones. Por su parte, GCE obtuvo sus datos de 600 entrevistas realizadas telefónicamente los días 27 de noviembre y 4 de diciembre. En ambas fechas aparece punteando López Obrador, seguido de José Antonio Meade y, muy atrás, aspirantes del PAN y PRD, incluyendo el jefe de gobierno de Ciudad de México. Pero, amig@s lector@s: lo más interesante proviene de la respuesta sobre el conocimiento de los encuestados sobre los distintos aspirantes. “Reforma” y GCE coinciden que el candidato de Morena es el más conocido: 87% y 95% respectivamente, aunque también concentra el porcentaje mayor de opiniones negativas sobre su persona (33% y 38.5%). No son buenas noticias para López Obrador, a pesar de puntear en las preferencias electorales. Significa que, aunque conocido, siete de cada 10 mexicanos no respaldan su proyecto y casi cuatro de 10 lo rechazan activamente. En cambio, José Antonio Meade solo es conocido por el 30%, según “Reforma”, y poco menos del 70%, de acuerdo con GCE. Quiere decir que Meade tendrá la oportunidad de darse a conocer y convencer a un amplio grupo de elector@s, con su característica de no militante del partido que lo postula.

Otro dato importante que trae la letra chiquita. “Reforma” da cuenta de la denominada “tasa de rechazo”, que asciende para esta encuesta al 28%. Significa que tres de cada 10 personas a quienes se les solicitó responder el cuestionario le dieron con la puerta en la nariz al encuestador. Simplemente se rehusaron a dejarlos entrar.

GCE no informa del número de llamadas telefónicas fallidas antes de lograr las 600 respuestas, aunque presumo que fueron numerosas las “colgadas” de bocina. Si le sumamos la tasa de “no respuesta” o “no sé” (alrededor del 13% en ambos casos), dimensionaremos mejor los alcances de estas preferencias y de otras que se presentarán en las semanas por venir.


A lo que voy, amig@s lector@s, es que no hay nada para nadie al iniciar estos siete meses electorales. Ni el PRI está condenado irremisiblemente a la derrota, ni Morena y su candidato están predestinados a llegar a Los Pinos. Falta conocer qué harán el PAN y el PRD, si habrá “frente ciudadano” integrado por partidos políticos: ¡vaya paradoja!; faltan los independientes. Mucha agua habrá de correr, numerosas encuestas buscarán incidir en nuestra decisión de voto. Por eso habremos de aprender a leerlas y a interpretarlas.— Mérida, Yucatán.

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