Patio y jardín: Renegociación del TLCAN

Dulce María Sauri Riancho
El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan) es un juego entre tres que se inició hace más de 23 años. Trump lo ha reducido a dos: México y Estados Unidos. Antes de llegar a la presidencia, ya había logrado dañar inversiones y al peso, la moneda más depreciada en los últimos meses. Al tercero en discordia, Canadá, Trump no lo ha tocado ni con el leve roce de una hoja de maple. Me llama la atención tamaña diferencia de trato, por lo que me puse a repasar algunos datos para entenderla.

Hablamos de cifras colosales, por lo que les ofrezco disculpas de antemano, que resultan indispensables para pintar con datos objetivos el problema que enfrenta nuestro país. Las exportaciones canadienses a Estados Unidos sumaron casi 255 mil millones de dólares americanos, frente a 245 mil millones importados desde ese país a su mercado (datos enero-noviembre 2016). Su balanza comercial “sólo” presentó un déficit para Estados Unidos de 9 mil millones. El intercambio de la Unión Americana con México fue de 271 mil millones de dólares que les vendimos frente a 212 mil millones que les compramos en ese mismo lapso: un superávit de casi 59 mil millones a favor de nuestro país. Somos el segundo cliente de productos estadounidenses, poco después de Canadá, que es el primero.

México tiene una frontera de 3,185 kilómetros con Estados Unidos. Canadá dispone de una larga línea fronteriza de 8,891 kilómetros, de los cuales corresponden 2,475 kilómetros a la frontera con Alaska. ¿Alguno de ustedes ha escuchado que pretendan poner una cerca, un muro entre los dos países del norte del continente? Desde luego que no. Además del grado de dificultad material, existen otros factores. El primero, Canadá tiene apenas 36 millones de habitantes, distribuidos en casi 10 millones de kilómetros cuadrados (9.985,000 km2). El segundo elemento que los hace distintos a nosotros es que la mayoría de su población es de origen europeo —blancos que hablan inglés o francés—, aunque dos de cada 10 canadienses son inmigrantes de distintas regiones del mundo. Al igual que México, Canadá también vende vehículos y autopartes a Estados Unidos.

Antes de su encuentro con Trump del próximo 31 de enero, Peña Nieto anunció que viajaría a la Cumbre de los Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), donde se reuniría con jefes de Estado y de gobierno de 18 países de la región; sin embargo, de último momento canceló su participación argumentado “razones de agenda interna”.

Como “segunda prioridad” quedó el diálogo con la recién estrenada administración trumpista. Peña Nieto dio a conocer en 10 puntos los principios sobre los cuales deberá girar esa negociación. Los sintetizaría en el recordatorio de nuestro carácter de “nación soberana” y del apotegma juarista sobre el respeto al derecho ajeno como la base de la paz.

En este trance, vamos solos. Cualquiera hubiera pensado que la tradicional solidaridad canadiense con México se hubiera manifestado en estos difíciles momentos para nuestro país. No ha sido así. “No han dicho nada específico sobre ningún problema real que tengan con nosotros”, comentó el embajador canadiense en Washington. Y añadió: “El peligro es que Canadá pueda sufrir daño colateral por medidas estadounidenses que apunten a México”. La diferencia de trato también se manifestó a nivel de los negociadores mexicanos. En tanto que los secretarios de Relaciones Exteriores y de Economía de México viajarán a Estados Unidos para iniciar las pláticas hoy miércoles, el todopoderoso yerno de Trump irá a Calgary, en la provincia de Alberta, donde se llevarán a cabo los dos días de reuniones con el gabinete canadiense, para analizar conjuntamente la situación. El “huevo de la serpiente” de la insidia ya fue sembrado; esperemos que, con oportunidad, se aclaren y superen estos nubarrones.

Porque existe el Tlcan le va bien a Canadá. La ilusión de su acuerdo bilateral de libre comercio de 1988, hace casi 30 años, fue desvanecida por la globalización. Cuando empiecen a penar sus industrias energéticas por los privilegios de Trump a las empresas gringas; cuando la negación del cambio climático comience a afectar aguas y suelos canadienses, entonces mirarán al sur de Texas. No sé qué encontrarán entonces. Ellos, Canadá, pueden asumirse como jardín que Trump quiere cultivar cuidadosamente; México, el patio donde se acumulan desperdicios y trebejos. Aislado nadie se salva. Ni siquiera Canadá y Estados Unidos, que ocupan los lugares 2 y 3 entre los más extensos del mundo. Recuerden que Rusia, el primer lugar, tiene casi el doble de extensión que cada uno en lo individual. Y que China, solita, 1,400 millones de habitantes en un territorio equivalente al suyo.

Arturo Fernández, el rector del ITAM, utilizó una metáfora taurina para ilustrar cualidades y estrategia en esta difícil negociación del Tlcan. Amén de señalar que sería preferible dejar a un lado el Tratado, en vez de empantanarse en un largo proceso de negociación y tensión, escribió: “Juan Belmonte no tenía la complexión atlética que requería el toreo (1913-1936), pero lo revolucionó ‘con una tríada: parar, templar y mandar’”. Abundó el rector: “Ante el toro bravo y rijoso, de nombre ‘Narciso del Norte’, nuestra nación unida debe torear con firmeza en torno a los intereses de México” y debe “parar; para controlar el pánico y detener el oportunismo político y las rencillas internas; templar: con prudencia y cálculo (…) establecer nuestras prioridades; y mandar, es decir, ‘dominar la situación con inteligencia y estrategia”. Y sobre todo, “valor sin fisuras”. En buena lid, ¡suerte, negociadores!— Mérida, Yucatán.

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