Vivir con miedo... ¿sentirnos seguros?
Dulce María Sauri Riancho
Luces y
sombras. Mérida aparece en la cima del índice “Las ciudades más habitables de
México”, encuesta elaborada anualmente por el Gabinete de Comunicación
Estratégica. Los resultados fueron celebrados por autoridades y representantes
sociales, más cuando el 6 de enero próximo la capital del estado cumplirá 475
años de su fundación. Yucatán, como estado, no se rezaga: la Encuesta Nacional
de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe), elaborada por
el Inegi, lo ubica como uno de los estados donde la población se asume como más
segura.
En
visita realizada el pasado lunes, el comisionado de Seguridad Nacional, Renato
Sales, se sumó a los elogios sobre la tranquilidad yucateca, reforzada por las
primeras acciones del “Escudo”. Las sombras provienen del artero asesinato de
Bárbara McClatchie, escritora y fotoperiodista canadiense que se estableció en
Mérida, atraída precisamente por la atmósfera de bienestar que irradia la
ciudad. Sombras también arroja el cuerpo de una infortunada mujer todavía sin
identificar, que apareció en el plácido mar de Telchac. Y los vecinos de la
colonia Benito Juárez, en Peto, que viven en zozobra tras la liberación de los
pandilleros detenidos por lapidar sus casas en la madrugada del sábado.
Imagen: http://noticias.universia.net.mx/ |
¿Qué
pensar de la súbita desaparición de cinco toneladas de pulpo, en tránsito hacia
una congeladora en Yucalpetén?
Muchos
se encargan de celebrar los logros. Lo hago sin escatimar reconocimiento. Sin
embargo, justo en las sombras, en los episodios que aparentemente sólo son anomalías
en un clima general de paz, es donde hay que fijar la mirada crítica, sobre
todo para corregir a tiempo, antes de que la situación rebase a las autoridades
y a la propia sociedad.
Vuelvo
a la ENVIPE 2016. En el país, siete de cada diez personas mayores de 18 años se
perciben inseguros. ¿Qué significa sentirse insegur@?
De
acuerdo con la especialista Ana Laura Magaloni, esa sensación tiene tres
componentes esenciales, que comentaré brevemente. El primero consiste en “Vivir
con miedo”, sufrir la angustia permanente de poder ser víctima de algún delito,
bien sea en su persona o en la de familiares. Hay ciudades o regiones de México
en que esta situación forma parte de la vida cotidiana de las familias, en
abierta contradicción al derecho fundamental a una vida libre de violencia. En
el tranquilo Yucatán, la angustia puede tener otras fuentes y otras
características. El familiar que sale con la moto, que se ha vuelto el vehículo
mortal por excelencia; vivir con miedo al robo, a las pandillas que actúan en
las poco iluminadas calles de la colonia; a tener que salir a altas horas de la
noche a la farmacia y encontrarse con vecinos alcoholizados que les lanzan
improperios.
El
segundo componente de la percepción de inseguridad es la sensación de no tener
control sobre su entorno y sobre la vida cotidiana. Está relacionado
estrechamente con debilidades e insuficiencias del aparato administrativo
local, como por ejemplo, desconocer cuándo va a pasar el camión de la basura;
si habrá agua en la red o si tendrá cupo la niña en la escuela cercana a su
domicilio.
Las
largas colas que se forman frente a las escuelas en el mes de enero son parte
de ese temor de no alcanzar algo indispensable para el buen funcionamiento de
la vida familiar.
El
tercer componente de la inseguridad es la percepción de sentirse desamparad@
frente a una eventual situación de violencia o al ser víctima de un delito. Es
la sensación de que nadie ayudará en caso de ser asaltado en la calle o que
nadie acudirá a los gritos de la mujer que intentan violar.
Esas
redes de solidaridad social, que están en la base de la cohesión de cualquier
grupo humano, existen todavía en Yucatán, tal como se demostró por parte de los
vecinos de San José Tecoh al rescatar de las llamas al chofer de Uber.
La
Envipe registra que la percepción de inseguridad de los yucatecos es mucho
menos acentuada que a nivel nacional.
Cuatro
de cada diez personas creen que es el principal problema del estado, en tanto
que seis lo hacen en promedio en el país. Aquí preocupa mucho más el desempleo
y el aumento de precios, que en el resto de México. También hay una diferencia
significativa con respecto a la salud, pues la ENVIPE señala que casi el 36% de
los yucatecos la consideran como fuente de inseguridad, en tanto que sólo el
30% lo hace a nivel nacional. Quizá el dengue, el zika y el chikungunya
contribuyen a incrementar la sensación de amenaza al bienestar familiar.
Destaca que la percepción de la corrupción como problema es levemente inferior
en nuestro estado que en el promedio nacional (27.3% y 28.2% respectivamente);
no así respecto a la consideración de la falta de castigo a los delincuentes,
que es problema principal para el 25.6% de la población yucateca, en tanto que
sólo lo es para el 20.3% en el resto del país.
Los
yucatecos nos sentimos, ciertamente, más seguros que nuestros connacionales. Es
una percepción que ha descansado hasta el momento, en hechos.
Pero
como sentimiento, es frágil y puede cambiar bruscamente. Por ejemplo, ¿podremos
tomar el transporte del ADO del aeropuerto de Cancún a Mérida en forma
despreocupada como antes del artero asesinato de Bárbara McClatchie? Un hecho
puede alterar las percepciones. Por eso, de ninguna manera podemos lanzar
campanas al vuelo. Menos cerrar los ojos ante los problemas por los cuales
muchos yucatecos ya no se sienten tan seguros como antes.— Mérida, Yucatán.