Movilidad urbana: a propósito de Uber
Dulce
María Sauri Riancho
Uber y las secuelas de la elección del
domingo 5 han estado muy presentes en los comentarios y la atención pública de
los últimos días. Aunque no se realizaron comicios en Yucatán, la elección
dominical nos atrajo porque se trataba del vecino estado; y todavía más porque
perdió el hasta entonces imbatible PRI. Y Uber, sus problemas y vicisitudes
para operar en Mérida son fuente de interés porque está en juego el paso a la
libre competencia y las nuevas tecnologías, o proteger a un sector de
trabajadores organizados que se perciben amenazados por un rival que califican
como competidor desleal.
Una oportuna reconsideración del
Ejecutivo sobre su propuesta de cobrar 10% de impuesto adicional por cada viaje
ayudó a mejorar la legislación para normar el funcionamiento de Uber y otras
aplicaciones tecnológicas semejantes. De esta manera, sin establecer obstáculos
indebidos a la sana competencia, se podrá garantizar la seguridad de los
usuarios y la supervisión gubernamental sobre su operación. Sin embargo, el
debate ha quedado incompleto, de alguna manera cojo. Sobre Uber hablaron —y
pegaron— los taxistas, el gobierno estatal, los legisladores, pero el
Ayuntamiento de Mérida guardó hermético silencio. Es cierto que en boca cerrada
no entran moscas, sobre todo si la autoridad municipal no tiene atribuciones
legales sobre la regulación del transporte.
Foto: ciudadypoder.mx |
Ignorando que Uber opera casi
totalmente en Mérida, en ningún momento intentó intervenir en la discusión
pública para plantear el trascendente asunto de la movilidad urbana y el
compromiso de su actual alcalde para hacerla prioridad de su administración.
Si imaginamos el tema del transporte
como una pirámide, tendríamos en la base a los peatones. Todos, prácticamente
sin excepción, usamos nuestras extremidades inferiores para trasladarnos de un
lugar a otro. El segundo peldaño está integrado por la multiplicidad de rutas
de autobuses urbanos, que junto con las combis o “peseras”, conforma los medios
de transporte público utilizados por la mayoría de los habitantes de Mérida.
Los taxis colectivos proporcionan el servicio de transporte en colonias
aisladas y en el interior del estado, complementando el rígido sistema de los
camiones foráneos, cuyos horarios y frecuencias no coinciden con las
necesidades de numerosas personas que se trasladan cotidianamente a trabajar o
a estudiar. Los mototaxis, a los cuales no hay que ignorar, tienen relevancia
en ciertas áreas populares de la ciudad y en las comisarías, igual que los
triciclos habilitados. El tercer escalón en la pirámide del transporte público
lo constituye el servicio de taxis que, aunque importante, es utilizado por una
minoría y sólo cuando es estrictamente necesario, pues representa un costo que
muchas familias no pueden afrontar si se emplea en forma regular.
Autos y camionetas particulares, los
reyes de las obras de vialidad, conforman el transporte privado, que viene en
buena medida a suplir las deficiencias de la red pública para todo aquel que
tiene suficiente dinero para comprar un vehículo y pagar su gasolina. Uber y
otras opciones tecnológicas están en la punta de la estructura piramidal, entre
lo público de los taxis y lo privado de un auto propio con chofer. Van
dirigidos a los menos, a esa pequeña minoría que cuenta con smartphone y
tarjeta de crédito para darse de alta en la aplicación.
De entrada, este es un poderoso filtro
para aquellos que necesitan disponer de un auto de manera eventual. Por eso me
parece acertada la prohibición impuesta a Uber en la legislación local para
recibir pagos en efectivo, lo que a mi juicio, lo convertiría en servicio de
taxis convencional.
Está en proceso de formulación el
Programa municipal de Desarrollo Urbano. En los próximos días se realizarán las
nueve mesas de trabajo, entre las que destaca la relativa a la Movilidad y
Accesibilidad. Espero que el silencio sobre Uber no sea parte de una estrategia
para dejar en voz y decisión estatal aquellos asuntos espinosos de abordar,
pero indispensables para garantizar el cumplimiento de cualquier estrategia de
movilidad urbana.
Me pregunto cómo harán efectivo el
compromiso municipal adoptado al suscribir la Carta Mexicana de los Derechos
del Peatón, primer y más débil eslabón de la cadena de movilidad. Eriza el
cuero cabelludo sólo de imaginar la hazaña de miles de yucatecos que caminan en
las estrechas aceras del centro de la ciudad, atestadas por otras personas que
también tienen que trasladarse de un paradero a otro, entrar a los comercios o
salir de las escuelas e iglesias.
En tanto, pasan rozando sus cuerpos
decenas de autobuses que se disputan el pasaje y el lugar en los paraderos del
primer cuadro. El centro de Mérida no es el único, pero sí el principal punto
purulento de un sistema ineficaz de movilidad urbana, que diariamente, como
gigantesco Morlock, exige su cuota de atropellados y muertos.
Tal vez en Veracruz, quizá en
Tamaulipas o Quintana Roo, un asunto que apareció como poco relevante en sus
inicios adquirió al paso de los meses una importancia que llevó al PRI a perder
las gubernaturas. Enfrentamientos con la Universidad; privatización de los
servicios de agua, o simplemente ignorar el clamor de una sociedad agraviada
por la inseguridad hicieron que la alternancia de partido se volviera realidad
en esos estados. Espero que los oídos atentos del gobernador y del presidente
municipal de Mérida capten el sonido de inconformidad ciudadana que representa la
falta de solución al problema de movilidad urbana. Tienen tiempo todavía para
dar resultados.— Mérida, Yucatán.