Energía renovable para Yucatán. Oportunidades y riesgos
Dulce María Sauri Riancho
Se le
presenta a Yucatán una oportunidad que puede ser aprovechada o, simplemente,
dejarla pasar. Guardadas las distancias, puede ocurrir lo que pasó con el
henequén hace 150 años, cuando la invención de una máquina en Estados Unidos
hizo que un cultivo de traspatio se volviera el eje de la economía de Yucatán
por más de 100 años. Ahora es la necesidad de combatir la contaminación
producida por los combustibles fósiles que se utilizan en el transporte y en la
generación de electricidad para mover a las economías del mundo, totalmente
dependientes de ellos. Pero igual que entonces, la miopía política y la
ambición se pueden conjugar para que Yucatán y su desarrollo se queden a medio
camino: con avances, sí, pero totalmente insuficientes para las necesidades de
una sociedad que tiene a más de la mitad de su población en condiciones de
pobreza.
Primero
vino la explotación de la tierra en la parte pedregosa de Yucatán. Años
después, se quiso hacer de la pesca y del mar una opción distinta para
diversificar la economía. Ahora la oportunidad puede venir del aire, de “Ik”,
el dios maya del viento, o de “Kin”, el dios-sol. El aprovechamiento del aire
fue parte de la tradición en las casas, haciendas y quintas donde se regaban
frutales. Yucatán en el Tiempo reporta que la veleta fue invención de un
yucateco de origen francés, Raúl Perón, que incluso hizo los planos y envió su
patente a Estados Unidos para su fabricación. Pero falleció y al poco tiempo
comenzaron a llegar de Chicago, con una marca extranjera, las estructuras
metálicas con aspas movidas por el viento, que permitían extraer fácilmente el agua.
Todavía a mediados del siglo XX, se censaron más de 3 mil veletas en Mérida. La
supuesta modernidad nos privó de veletas y con ellas desaparecieron personajes
que nos eran familiares, como el veletero o el hojalatero. Nos acostumbramos a
encender la bomba, a abrir la llave del agua potable, sin cuestionarnos cómo y
a qué costo llegaba el fluido eléctrico a los hogares y el líquido vital a los
tinacos.
Las
nuevas formas de producción de energía renovable se abren paso en México. La
crisis de los combustibles fósiles, como el petróleo y el gas natural, están
conduciendo a desarrollar nuevas formas de obtener electricidad y fuerza
motriz.
Desde
hace muchos años, las presas en los ríos caudalosos del país han retenido el
agua para las plantas hidroeléctricas. Pero en la Península no existen
corrientes superficiales.
La
segunda reserva más grande de agua dulce del país está guardada en el subsuelo
peninsular, en los cenotes, que pueden volverse en un futuro el “oro azul” de
Yucatán. Pero la producción de electricidad, aquí y ahora, se realiza en
plantas termoeléctricas, que trabajan con gas natural, en el mejor de los
casos, o con el caro y contaminante combustóleo, como sucede cuando falla el
gasoducto que lo trae desde Chiapas. Las industrias y los negocios yucatecos
pagan la electricidad 20% por arriba de lo que cuesta en otras partes del país.
Y la CFE responde que porque en esta región cuesta más generarla. Que se
regularice el suministro de gas natural para las termoeléctricas y para las
fábricas que lo utilizan en sus procesos industriales es importante y urgente.
Pero no es suficiente.
Las
leyes secundarias de la reforma energética, en especial la relativa a la
electricidad, privilegian el desarrollo de las fuentes renovables, es decir:
geotermia, solar, mareomotriz, eólica. En la Península no tenemos géiseres ni
volcanes superficiales. Tampoco las mareas en nuestras costas son tan
significativas como para producir energía. Sin embargo, Sol y Aire, ¡eso sí
tenemos! Aquí es donde se abre la oportunidad. En primer lugar, para abastecer
con energía eléctrica a precios competitivos a las empresas de la Península y
más barata para los consumidores domésticos; y en segundo término, para hacer
de Yucatán un proveedor nacional de energía eléctrica. Quizá piensen los
lectores, que las altas temperaturas de estos días han afectado mi imaginación,
que vislumbro espejismos donde sólo hay piedras calcinadas por un sol
abrasador. Tan no es así, que en la primera Subasta de Energía Eléctrica
convocada por la Secretaría de Energía que culminó el pasado 28 de marzo, seis
empresas con nueve proyectos ubicados en Yucatán fueron ganadoras, de un total
de 11. Tres de estas compañías recibieron autorización para instalar parques de
energía solar fotovoltaica en Ticul, Cuncunul, San Ignacio (comisaría de
Progreso) y Kambul (Motul). Las otras tres empresas comenzarán la construcción
de los parques eólicos de San Pedro Chacabal (Motul) y Tizimín. En la prensa se
han dado a conocer las pretensiones de instalar un parque eólico en Dzilam de
Bravo y otro en Kimbilá, municipio de Izamal. Es en esta última comunidad donde
se han encendido las luces de alarma que remiten nuestra atención a la cara
oscura de las oportunidades, que son los riesgos que traen aparejadas.
Éstos
tienen que ver con la participación de la población, de los dueños de la
tierra, que son los ejidatarios, en los beneficios que traerá la operación de
estos generadores en sus parcelas.