Centro peatonal. Otra vez llega al debate público
Con cierta regularidad se abre paso el
debate sobre el cierre del centro de Mérida a la circulación de vehículos para
transformarlo en área peatonal. Fue Herbé Rodríguez Abraham en su gestión como
alcalde en 1985 quien lanzó la primera propuesta, que recibió un rechazo casi
generalizado del comercio organizado, con excepción —como ayer mismo nos
recordó— de Jorge Torre Loría, dirigente del gremio turístico.
El paso de los días apagó el interés de
las autoridades y la beligerancia de los comerciantes.
El centro continuó como sede del
comercio menudista, dedicado a la población de menores ingresos, mientras
algunos establecimientos departamentales decidieron poner sucursales en las
nuevas plazas construidas al norte de la ciudad y lentamente dejaron “morir” a
sus tiendas del centro. Por su parte, las autoridades sometieron a prueba el
cierre temporal al tránsito vehicular de ciertas áreas, como la 62, frente al
Palacio Municipal, para la realización de los festivales de jarana de los
lunes, o el “Mérida en Domingo”, que sumó después a la Bici-Ruta.
En las noches de los fines de semana es
posible encontrar cerrada la calle 60 hasta Santa Lucía y las Noches Blancas
nos han enseñado a recuperar el encanto perdido de los traslados por el centro
de la ciudad, dejando a un lado las angostas aceras y el amenazante paso de los
autobuses urbanos.
Otra vez resurge la propuesta de
clausurar el tránsito vehicular en el corazón de la capital del estado.
El detonante inédito fue la necesidad
de reducir la contaminación que se sufre en el área, por la concentración de
gases procedentes de los vehículos que recorren lentamente las calles
congestionadas.
Una vez más la Cámara de Comercio puso
el piloto automático de su rechazo, aunque ahora su joven dirigente abrió una grieta
en la coraza para aceptar discutir al menos una propuesta suficientemente
fundada.
En el otro extremo, el presidente de
una asociación dedicada a la restauración y conservación del patrimonio se
manifestó abiertamente a favor. El director del Plan Estratégico de Mérida
—¿existe todavía?— recordó que el centro de Mérida es “muy dinámico, muy vivo,
parte del atractivo de la zona”.
La Coparmex y el Icomos (Consejo
Internacional de Monumentos y Sitios Histórico-Artísticos) plantearon que la
propuesta debe analizarse como parte de un proyecto integral, bien planeado, no
sólo como prohibición permanente de la circulación de vehículos en el primer
cuadro de la ciudad.
Coincido. El cierre de un área del
centro histórico de Mérida tiene que responder a un plan general de movilidad
en una amplia zona cuyo eje es la Plaza Grande.
En dos grandes círculos concéntricos,
San Juan, al sur; Santa Ana, al norte; Mejorada, al oriente y Santiago, al
poniente, marcan un primer límite. La periferia del centro estaría marcada por
dos importantes concentraciones de actividades de residentes y visitantes de
Mérida.
Me refiero al mercado “Lucas de Gálvez”
y al Centro Internacional de Congresos de Yucatán, actualmente en construcción
entre las avenidas Cupules y Colón y la calle 62.
Los anuncios de futuros hoteles que se
sumarán a los existentes en esa estrecha franja entre Montejo y Reforma auguran
un verdadero infierno de tránsito vehicular en esa zona, al sumarse el flujo
estimado de personas que atraerá la flamante unidad de congresos.
¿Qué pasará con la concentración de
instalaciones artísticas y culturales: Peón Contreras, teatros Daniel Ayala,
Felipe Carrillo Puerto, Armando Manzanero, Auditorio Cepeda Peraza, unidad
cultural de la Uady en el actual edificio central y el magno proyecto en
construcción, el Palacio de la Música? ¿Cómo se vincularán desde la perspectiva
de la movilidad estas instalaciones con las obras del Paseo de Montejo y los
nuevos hoteles del área?
Los funcionarios estatales y del
Ayuntamiento autorizaron, y siguen haciéndolo, la construcción de edificios en
el área de influencia del centro histórico de Mérida. Ni una palabra todavía
respecto a un programa de movilidad, que adquiere rango de emergencia ante la
situación que se presentará, cuando mucho, a la vuelta de dos años.
No todo es turismo y visitantes en el
centro de la ciudad.
Su más intensa vida proviene de los
miles de yucatecos no sólo meridanos, que a diario lo recorren para tomar
autobuses, para hacer la transferencia de rutas porque casi todas confluyen en
el centro.
Son los que no tienen auto quienes
sufren las deficiencias del transporte público, los que resultan atropellados
cuando las estrechas aceras son insuficientes para protegerlos del paso de
vehículos que saturan sus calles.
La seguridad y los escudos deben ser
también para ellos.
Recientemente, a una amiga de la
familia que esperaba su camión en la calle 58, un conductor acelerado pasó su
unidad sobre los dedos de su pie. Fotografías de la prensa, con ella tirada en
la calle, fueron publicadas al día siguiente, pero las cámaras de
videovigilancia no ayudaron a determinar qué camión causó el accidente. Todavía
convalece. Salvó la vida, pero muchos más no lo han logrado en los últimos
meses.