Elecciones primarias en Estados Unidos. Preocupación e interés
Dulce María Sauri Riancho
La
conmemoración del Día Internacional de la Mujer del próximo año es posible que
se realice con una mujer en la Presidencia de los Estados Unidos. Pero todavía
falta camino y superar múltiples obstáculos para que suceda. La fase de
“elecciones primarias” del proceso electoral norteamericano ya se cumplió en
más de la mitad de los 50 estados. En el bando republicano, Donald Trump se
perfila como virtual candidato y la señora Hillary Clinton, pese a la férrea
competencia del senador Bernie Sanders, apunta para obtener la nominación del
lado demócrata.
Para la
inmadura democracia mexicana, la democracia norteamericana aparece como
paradigma, tanto por la claridad y la eficacia de su corpus legal, como por la
tersura con que se cumplen sus procedimientos que indefectiblemente culminan
con la pública comparecencia del o de los candidatos perdedores, a minutos de
haberse cerrado las urnas. Pero no todo lo que brilla es oro, como lo muestran
estudios y opiniones vertidas por conocedores, que han conformado un catálogo
de factores que, valiéndose de vacíos e imprecisiones legales, pesan en el
desarrollo de los procesos electorales, al margen o por encima de la voluntad
de los votantes. Algunos de estos vicios ya han sido adoptados en México por
partidos o por candidatos de manera individual; otros pudieran estar en camino
de ser aplicados en elecciones futuras, más cuando desde 2018 podrá haber
reelección consecutiva de legisladores y alcaldes.
El
dinero, su procedencia, su cantidad y su control es el mayor riesgo para la
democracia de aquí y de allá. El actual proceso de elecciones primarias
norteamericanas ha dejado en claro que el financiamiento de las campañas sigue
siendo su mayor reto y, como tal, constituye el más grande filtro que enfrentan
los contendientes, del partido que sea. Soportar el ritmo, la cobertura y la
penetración que imponen las elecciones, desde su fase inicial, requiere de
cantidades fabulosas de dinero que la ley no alcanza a controlar. Bernie
Sanders, el candidato demócrata que ha podido conformar un eficaz aparato de
recolección de pequeños donativos, ha utilizado como arma política la denuncia
contra los “super paks”, que son los fondos multimillonarios que se ofrecen en
respaldo de los candidatos a cambio de compromisos a cumplir en el desempeño
del cargo en juego. En la integración de esos fondos participan lo mismo
personajes multimillonarios, políticos encumbrados, que empresas y bancos, a
través de sus propietarios o de sus administradores. Ninguno es hermana de la
Caridad, y si dan dinero es porque después pueden exigir protección
gubernamental para sus intereses.
En
Estados Unidos no regalan despensas, pero compran spots de televisión a un
precio fabuloso. El dinero que se utiliza en las campañas se dirige, en buena
medida, al pago de publicidad en los medios, a la compra y distribución de
propaganda directa y al pago de un ejército de operadores y promotores del
voto, lo que en México se denomina “campaña por tierra”. Así se integra un
registro puntual de cada posible sufragio a favor o en contra, que se detecta
tocando cada puerta.
Una
diferencia importante entre ambas democracias: las elecciones primarias que se
estilan en los Estados Unidos permiten “airear” el proceso de selección del
candidato en cada partido y ayudan a que se cierren las heridas infligidas en
la cerrada competencia entre las y los aspirantes. Esto no ocurre en México, en
donde los procesos de selección de los candidatos, en la mayoría de los
partidos, sigue siendo una atribución de sus dirigentes y en los casos en que
se recurre a la “consulta a las bases”, los saldos han sido cruentos y gravosos
para los partidos.
En el
actual proceso electoral norteamericano es notable el grado de polarización al
que se ha llegado. El populismo y la plataforma mediática utilizada por Donald
Trump ha metido en un predicamento a los dirigentes y a las bases más
tradicionales del partido republicano, por el extremismo de sus críticas y de
sus propuestas. En el lado demócrata, el discurso antiestablishment del senador
Sanders ha orillado a la ex secretaria Clinton a convertirse en defensora a
ultranza del presidente Obama y sus políticas.
Aun con
las imperfecciones y los vicios del dinero, se vale envidiar. Como observadora
de las primarias en los Estados Unidos, me gustaría ver en México debates
libres y abiertos entre los aspirantes, como los que han sostenido allá. Estos
intercambios permiten al electorado calar su pensamiento y sus convicciones.
Los excesos han sido evidentes, como en el pasado encuentro entre republicanos
que nada tendría que envidiar a un concurso de albures en una cantina de mala
muerte. ¡Qué diferencia con los acartonados debates entre candidatos a la
presidencia de México en 2012! Hasta ahora, la madurez de las leyes y las
instituciones norteamericanas les ha permitido superar el encono y la rispidez
de sus primarias e ir razonablemente unidos a la contienda electoral. Veamos si
Trump cumple su compromiso de no postularse como independiente si no gana la
candidatura republicana. De cualquier manera, las primarias han puesto en
blanco y negro el perfil de los aspirantes a gobernar a nuestros vecinos del
norte. Por el botón nuclear que trae el cargo, que la sensatez se imponga y los
fascistas demagogos regresen a organizar concursos de belleza en decadencia.—
Mérida, Yucatán. Imagen: ABCNews.