Movilización social. Emergencia por el zika
Dulce María Sauri Riancho
Las
alarmas mundiales se han encendido en torno al zika. Esta enfermedad es
transmitida por el Aedes Aegypti, mosquito que también actúa por cuenta de los
virus del dengue y del chikungunya. En sus manifestaciones, las tres dolencias
se parecen mucho: fiebre (con mayor intensidad en el dengue), dolor en las
articulaciones, conjuntivitis y una erupción, por lo que el diagnóstico médico
las puede confundir con relativa facilidad. De esta triada, el zika era
considerada por los científicos y epidemiólogos como una infección leve, por lo
que la investigación se concentró en las dos primeras, más en el dengue, que ya
adquirió carta de naturalización en muchas regiones de México, entre ellas
Yucatán.
Como
padecimientos producidos por un virus, no hay hasta el momento vacuna que
prevenga las enfermedades derivadas de la picadura del mosquito, sólo se
recetan medicinas para bajar la fiebre y para que las articulaciones duelan
menos, mientras se completa el ciclo y actúa el sistema inmunológico del cuerpo
para eliminarlo.
Entonces,
si ni siquiera provoca las hemorragias del dengue o el dolor de huesos del
chikungunya, ¿cuáles son las razones para que la Organización Mundial de la
Salud (OMS) haya declarado al zika como una emergencia sanitaria mundial? La
doctora Margaret Chan, directora general de la OMS, anunció la alerta que
obliga a todos los países miembros de la organización a adoptar medidas para
evitar el contagio de sus ciudadanos. Las alarmas mundiales se encendieron
porque al llegar a Brasil —casi 70 años después de su descubrimiento en zika,
Uganda (1947)— el virus mutó o se fortaleció de tal manera, que ha logrado
penetrar la placenta de las madres embarazadas y afecta el desarrollo neurológico
del bebé en el seno materno, provocando una enfermedad congénita conocida como
microcefalia.
La
característica visible de este padecimiento es la cabeza de dimensiones
reducidas, incluso con los huesos deformes, porque el cerebro en formación es
afectado por el virus del zika, el cual logra alterar su normal crecimiento.
Los bebés que nacen con microcefalia tienen altas posibilidades de desarrollar
problemas motrices, convulsiones y retraso en el aprendizaje, incluyendo el
habla.
Apenas
en octubre del año pasado, en Pernambuco, estado del noreste brasileño, se
encendieron los focos rojos al detectarse un inusual incremento del número de
recién nacidos con microcefalia. Pasaron de una cifra que fluctuaba entre 10 y
12 al año, a 804, cantidad con que cerró 2015. Los investigadores brasileños
comenzaron a encontrar creciente evidencia científica que relacionaba el
trastorno congénito de la microcefalia con el padecimiento del zika por mujeres
embarazadas. A diferencia de África y Asia, donde se ha presentado periódicamente,
el virus que migró a América es más fuerte y capaz de infectar más fácilmente a
los seres humanos. Además, en este continente las personas nunca antes habíamos
estado expuestas a este contagio, es decir, carecemos de inmunidad que ayude, al
menos a una parte, a defenderse del mal.
A la
fecha, en casi todos los países de América Latina se han reportado casos. La
situación se ha tornado tan alarmante, que en Brasil el Ejército, 220,000
personas, ha recibido el encargo presidencial de hacer batidas procurando
eliminar los sitios de reproducción del Aedes Aegypti, es decir, los cuerpos de
agua estancada, principalmente. En Colombia, el gobierno ha sugerido a las
mujeres que eviten embarazarse hasta mediados de año, cuando calcula haber
encontrado una manera eficaz de protección.
El zika
ha llegado a Yucatán. A la fecha, la información periodística señala a dos
posibles infectados, ambos hombres. Pero el crecimiento del riesgo de que una
mujer —y embarazada— sea picada por el mosco transmisor es muy grande. Desde
hace varios años el gobierno de Yucatán inició una campaña, “Recicla por tu
bienestar”, con el propósito de incentivar a los ciudadanos a deshacerse de
todo tipo de desechos que pudieran servir de criaderos del mosquito. En 2015,
perdimos el paso en la descacharrización. Quizá porque autoridades y ciudadanos
estábamos más concentrados en las campañas electorales que en la eliminación
del mosco, lo cierto es que se dispararon los casos de dengue en sus dos
manifestaciones, a los que se sumó el chikungunya. Ahora, en 2016, las
autoridades no pueden darse el lujo de titubear frente a esta emergencia. Es
cierto que no es pertinente causar pánico entre la población, pero ellos, la
autoridad, y nosotros, la ciudadanía, tenemos que actuar de manera coordinada
para lograr un trabajo eficaz de prevención.
Se
criticó, quizá con razón, que la estrategia de “Recicla…” descansaba en el
ofrecimiento de una compensación económica o material a quienes llevaran sus
trastos viejos y basura a los centros de concentración, lo cual incentivó a
almacenarlos en tanto se reanudaba el programa después de su interrupción en el
primer semestre de 2015. Ya vimos cuánto nos costó la pausa en enfermos y,
lamentablemente, en defunciones. Ahora puede ser peor.
Imagínense
el dolor de unos padres cuando su hijo nazca con microcefalia; la angustia de
una mujer embarazada sumida en el dilema de realizarse un aborto terapéutico,
permitido por la ley en caso de malformación del feto, desalentada por sus
convicciones religiosas y su amor de madre. Es motivación más que sobrada para
actuar en forma efectiva y dejar guardados protagonismos y descalificaciones.—
Mérida, Yucatán.