Sociedad del Conocimiento. Parque y nueva secretaría
Dulce María Sauri Riancho
En el
transcurso de unos cuantos días nos enteramos de tres sucesos importantes para
el futuro de Yucatán. Uno, el pasado lunes 5 de octubre el Secretario de
Educación Aurelio Nuño, anunció la creación de una Universidad Politécnica,
especializada en tecnologías de información y comunicación (TIC’s). Dos, ayer,
debió aprobarse en el Congreso del Estado la creación de la Secretaría de
Investigación, Innovación y Educación Superior (SIIESY); y tres, la realización en Mérida de la sesión
de la Junta de Gobierno de Centros Públicos de Investigación CONACYT. Debemos
aclarar que estos tres eventos no suceden de manera espontánea, ni son hechos
aislados que hayan coincidido por azar. Son pasos de un derrotero que lleva
consigo mucho trabajo, esfuerzos coordinados de instituciones gubernamentales y
académicas en torno a un plan bien estructurado. Constituyen un avance concreto
de una política pública que tiene el propósito central de preparar a Yucatán
para ser parte de una economía del Conocimiento. La magnitud del reto es enorme
pues se trata de que la economía se sustente en la producción, distribución y
uso del conocimiento y la información, pero no como algo ajeno al proceso, sino
como parte integrante de éste. Las industrias y empresas basadas en este tipo
de economía mejoran su productividad y se vuelven más competitivas en la medida
que incrementan el conocimiento y la innovación de sus propios procesos
productivos, en vez de estancarse en hacer las cosas “como siempre se han
hecho”. Una economía de esta naturaleza requiere a su vez de una organización
social que la haga posible; esto es, una sociedad basada en el Conocimiento. Se
trata de favorecer la existencia de industrias que inviertan en la producción,
uso y adaptación de nuevos conocimientos e investigaciones, al mismo tiempo que
desarrollan infraestructura y herramientas como las telecomunicaciones, para
distribuir información y poderla utilizar en provecho colectivo. Desde una
perspectiva más amplia, la Sociedad del Conocimiento incorpora el uso efectivo
de conocimientos técnicos, políticos y sociales para elevar la calidad de vida
de todos. Avanzar en esa dirección
supone tres condiciones previas e indispensables: una excelente plataforma de
telecomunicaciones (redes, comunicaciones satelitales, cable fibra óptica);
dos, un ambiente propicio para las mentes “brillantes”, que son mujeres y
hombres capaces de generar ideas innovadoras, contenidos y métodos educativos,
programas para el buen gobierno o aplicaciones para diseñarlos; personas que
pueden inventar tecnologías, aplicar la ciencia a los proyectos productivos. Y
la tercera, emprendedores capaces de introducir y adoptar los cambios a sus
propios procesos productivos, para innovar y potenciar, al mismo tiempo que
amplían las fronteras del conocimiento.
Habrá
quien levante la ceja del escepticismo al leer lo anterior. ¿Cómo –se
preguntarán- se puede pensar en una sociedad del conocimiento cuando los
yucatecos apenas tenemos 8 años de escolaridad (2º secundaria) y apenas 5 de
cada cien personas tienen título universitario? La respuesta proviene
justamente de estos esfuerzos de la comunidad científica, de las instituciones
de educación superior y del gobierno, que son quienes hacen posible el conjunto
de políticas públicas necesarias para lograr nuestro propósito. Resulta que en
Yucatán trabajan más científicos y miembros del Sistema Nacional de
Investigadores (SNI) que en la mayoría de los estados de la república. Aquí
existe y opera el Parque Científico y Tecnológico de Yucatán, que alberga
centros de investigación reconocidos internacionalmente, que comparten espacio
con empresas privadas decididas a incursionar en la economía del conocimiento.
Allí conviven instituciones de raigambre yucateca como la UADY y el CICY, con
centros nacionales como el CINVESTAV, la UNAM y el CIESAS; allí son vecinos la
investigación científica, el desarrollo tecnológico y la docencia, de las
empresas que introducen los inventos e innovaciones a sus procesos productivos.
Pero
alcanzar a cosechar la semilla sembrada demanda una férrea disciplina por parte
de los protagonistas del cambio, en especial del gobierno. Sólo la persistencia
que permita trascender los cambios políticos puede dar frutos en esta materia.
Les comento una experiencia negativa. Hace más de 20 años, se instaló la
primera planta vinculada a la industria aeroespacial en Yucatán. Pero ese logro
quedó aislado, no se le dio seguimiento como parte de una estrategia integral.
Lo que no hicimos en Yucatán lo hicieron en Querétaro, que ahora es el centro
aeroespacial de México y uno de los más importantes de América Latina, con
universidad incluida.
Desde
que se integró y entró en funciones el Consejo de Ciencia, Innovación y
Tecnología de Yucatán (junio del 2003) se pusieron bases firmes para que
Yucatán avance en el propósito de convertirse en sociedad del Conocimiento. La
creación y entrada en funciones de una secretaría dedicada al desarrollo
científico y a la innovación, resulta ser excelente ocasión para refrescar
objetivos, revisar compromisos y renovar propósitos. No será una mera
estructura burocrática más, sino una vía para potencializar lo existente y
darle la consistencia institucional necesaria a las políticas públicas para que
perduren y den resultados.
Los
invito a que cualquier domingo de estos manejen hacia Progreso, se desvíen en
Tamanché y tomen la nueva carretera Kikteil-Sierra Papacal. En unos cuantos
kilómetros, irán del pasado de la dependencia del henequén hacia una promesa de
renovación y cambio que devuelva a Yucatán vocación productiva y una forma
diferente de participar en la economía global. Las otrora enormes alfombras
verdes de los henequenales han dado paso a un gran complejo de edificios en los
que se fragua la posibilidad de construir un nuevo futuro.