Relevos Municipales. El "Año de Hidalgo"

Dulce María Sauri Riancho
El 1 de septiembre próximo se efectuará el relevo de autoridades en los 106 municipios del Estado. En muchos ayuntamientos, tal vez la mayoría, pervive la costumbre de arrasar con todo, casi como final obligado del llamado “Año de Hidalgo”, que sin respeto por el apellido del padre de la Patria se emplea para rimar con la frase “quien deje algo”, usando de puente verbal una popular y grosera palabra para calificar a quien no cargue con todo, incluyendo “hasta la basura”. Semejante costumbre implica que la nueva administración deberá comenzar sus funciones a partir de cero: sin archivos ni información alguna de los pendientes; sin fondos en las cuentas bancarias; sin reservas para el pago de sueldos o para garantizar los aguinaldos; sin patrullas ni vehículos en buen estado. Y más grave aún: con deudas a proveedores que demandarán airadamente su liquidación en cuanto se haya consumado el cambio. Vicios y corruptelas compartidas en los relevos de los tres niveles de gobierno, contra los cuales una sociedad crecientemente organizada y un gobierno más consciente de su responsabilidad se han levantado. Así, gradualmente, hemos evolucionado en materia de transparencia y rendición de cuentas; pero aún nos falta camino por recorrer, rezagos qué superar, viejos vicios qué eliminar. Veamos la situación que posiblemente se esté presentando en el próximo mes de agosto en numerosos municipios.

Si el alcalde entrante pertenece al mismo partido que el saliente, el silencio se impone. Pasarán meses para que los gobernados se enteren de las carencias heredadas, de los abusos y desaguisados perpetrados por los que se fueron sin rendir cuentas a la sociedad, ni siquiera a su correligionario. Si el alcalde entrante pertenece a un partido distinto al de su antecesor, entonces las denuncias y las quejas rondarán la fantasía, intentando incluso justificar las propias insuficiencias con los abusos de sus predecesores. En municipios más poblados, con mayores recursos económicos y administrativos, se han intentado normar los procesos de entrega-recepción y empieza a hacerse costumbre que un equipo de transición —integrado por personas de confianza del alcalde o de la alcaldesa electa— se informen y cuestionen sobre el estado que guardan los asuntos pendientes, a fin de garantizar una relevo sin mayores turbulencias. Esta normalidad se esfuma cuando las administraciones involucradas en el relevo son de diferente divisa partidaria, en que las dificultades y obstáculos usuales son acompañados de una buena dosis de revanchismo político que poco ayudará a la buena gestión de las nuevas autoridades. En el relevo que viviremos en unos días, entre los municipios más poblados hay varios casos en que los alcaldes o alcaldesas entrantes y sus respectivos equipos se encargarán de revisar celosamente las cuentas que les dejan sus antecesores, pertenecientes a partidos distintos al suyo. Esto ocurrirá en Valladolid, en Progreso, en Umán, en Hunucmá, en Motul y en Oxkutzcab. Mientras que el velo de la obscuridad podría prevalecer en Mérida, en Kanasín, en Tizimín, Tekax, Ticul, Izamal y Acanceh.

Tal vez en los municipios menos poblados y con menores posibilidades de organización sería demasiado pedir que las y los ciudadanos cumplieran el papel de observadores o contralores en el cambio de autoridades. Pero esa debiera ser una exigencia obligada en las mayores ciudades. En el caso particular de Mérida son demasiados temas y asuntos trascendentes a los que se debe dar continuidad. Hay procesos judiciales pendientes, como el caso de las luminarias y los contratos interrumpidos por parte del Ayuntamiento; hay problemas que siguen trámites administrativos, como el rechazo de las obras de restauración del Centro Histórico; hay temas que obligan a las negociaciones y los acuerdos entre autoridades, como el transporte público, la vialidad y la inseguridad de ciclistas y transeúntes, los robos y asaltos en domicilios, la violencia contra las mujeres, el abandono de ancianos o el trabajo infantil. ¿Qué se está haciendo, qué se deja pendiente, qué se puede mejorar por parte de las autoridades y de la propia sociedad organizada?

La experiencia de relevos anteriores legitima el “sospechosismo” que sufren muchos ciudadanos. No nos pueden culpar por pensar mal cuando se aceleran trámites o se otorgan permisos “cuarto para las doce”. Que no haya “cambios en el uso de suelo” autorizados de última hora; que no haya concesiones o contratos, firmados en lo oscurito, para favorecer a amigos o parientes a costa del erario o del patrimonio de todos. Pero no es sólo cuidar y prevenir. Mucho pueden aportar las organizaciones de la sociedad de una manera proactiva. En primer término, se trata de defender todo aquello que sea percibido como positivo, de tal manera que se garantice su continuidad, independientemente de la llegada de otro partido político al gobierno municipal. Se trata también de desatar iniciativas que no se hubieran aplicado y que pudieran ser benéficas para la ciudad y para sus pobladores.

En todas partes hay cosas que hacer, mucho por mejorar y otro tanto por corregir. La exigencia de transparencia en la información pública gubernamental adquiere en estos momentos de relevo municipal su pleno sentido como parte de la rendición de cuentas a la que están obligadas todas las autoridades. Los nuevos ayuntamientos serán los primeros sujetos a la posibilidad de reelección en 2018. Su actitud de llegada será un buen principio para saber si merecerán tres años más en el cargo.— Mérida, Yucatán.

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