Popularidad presidencial y elecciones
Dulce María Sauri Riancho (Publicado el 28/01/15 en el Diario de Yucatán)
¿Es
posible que gane el PRI el próximo 7 de junio a pesar de que la mayoría
reprueba la gestión del presidente Peña Nieto? El lunes pasado el Diario dio a
conocer los resultados de una encuesta elaborada por Parametría, donde se
establece que sólo cuatro de cada 10 mexicanos aprueban la manera como ha
conducido al país, en tanto que los otros seis la censuran y manifiestan su
preocupación por la economía familiar y la seguridad del lugar en el que
habitan. No se trata necesariamente de que el 51% de quienes reprueban la
gestión presidencial hayan sido víctimas de la delincuencia o hayan sufrido la
pérdida de sus empleos, sino que entre ellos prevalece la sensación de que en
cualquier momento pueden materializarse sus temores sin que el gobierno haga
algo por impedirlo. Se trata de algo subjetivo, que se localiza en el terreno
de los sentimientos, donde puede permanecer escondido hasta que llega el
momento de decidir por quién votar.
Las
encuestas son instrumentos de investigación social utilizados para conocer las
percepciones y las creencias de grandes grupos humanos. En la política, su uso
es cada vez más frecuente a grado tal, que los partidos y algunos de sus
candidatos tienen a su disposición encuestadores “de cabecera” que los nutren
de información acerca de los temas de interés de sus electores y, desde luego,
de sus posibles intenciones de votar por él o por ella. También los
gobernadores, alcaldes y el mismo presidente de la república hacen uso
constante de este “termómetro” social para medir grados de avance de sus
programas, reacciones y resistencias ante el desempeño del gobierno. Otros
importantes usuarios son los medios de comunicación: periódicos, canales de
televisión, interesados en monitorear a la opinión pública sobre un conjunto de
temas, entre los cuales sobresalen los relacionados con la política.
En los
procesos electorales las encuestas juegan el papel de propaganda política. Los
partidos y sus candidatos las dan a conocer profusamente cuando traen buenas
noticias para ellos y las ocultan cuando les desfavorecen. La importancia de
sus efectos en la opinión pública es tal, que las leyes electorales establecen
requisitos de registro para participar a las empresas encuestadoras y plazos
para dar a conocer sus resultados. Algunas incluso arriesgan pronósticos sobre
los presuntos ganadores y los porcentajes que avalarían su triunfo. Son
memorables los descalabros que han sufrido en este renglón varias prestigiadas
firmas; el más reciente, sobre la diferencia que habría entre el primer y
segundo lugar en la elección presidencial de 2012.
Las
elecciones intermedias se han caracterizado por la baja participación
ciudadana. Quizá esta situación se modifique ahora, ante la concurrencia de
apasionadas elecciones locales en 17 estados y el Distrito Federal, con los
fríos comicios de diputados federales. Vale la pena analizar las respuestas
obtenidas por Parametría, para extraer algunas certidumbres del cambiante mundo
de la opinión pública. Por ejemplo, ¿qué sucederá en la votación si seis de
cada 10 personas piensan que el país va por el rumbo equivocado? ¿Votarán para
cambiarlo o simplemente se abstendrán de acudir a las urnas? ¿Algunas de ellas
votarían por el partido al que pertenece el mandatario a quien califican como
poco capaz de encauzar a México? Aun así, es altamente probable que el PRI gane
la mayoría en las elecciones de diputados federales del 7 de junio. No son las
preferencias por ser yo priísta, sino en los resultados que arrojó la encuesta
donde se asienta esta posibilidad. Si cuatro de cada 10 ciudadanos están de
acuerdo con el rumbo del país; si cuatro de cada 10 están dispuestos a votar
por el PRI y su aliado el Verde, significa que esta alianza electoral tiene la
base más grande de electores, el 40%, suficiente para ganar, y esto sin que
formalmente se hayan iniciado las campañas. Seis de cada 10, es cierto,
votarían contra el PRI, en caso de que asistieran a las urnas, pero esos votos
se dividirían entre los partidos que conforman la oposición.
No hay
que olvidar que, aunque se registre poca afluencia a las casillas, habrá
autoridades legalmente electas, así que el llamado a la abstención electoral
facilitará aún más el trabajo de los partidos que tienen una sólida estructura
de movilización de sus votantes, como es el caso del PRI y del PAN en la ciudad
de Mérida. Pero todavía faltan 18 semanas para el primer domingo de junio. Los
resultados de la encuesta y los comentarios que hacemos sobre ellos valen hoy pero
pueden perder vigencia con el paso del tiempo y de los acontecimientos. Si
continúa profundizándose la percepción sobre la incapacidad gubernamental de
afrontar la violencia del crimen organizado; si no se da cauce a los
cuestionamientos sobre tráfico de influencias en los contratos de obra pública;
y, sobre todo, si la situación real de muchas familias, a las cuales el gasto
cada vez les alcanza menos, continúa deteriorándose, entonces la ciudadanía
podrá hacer del voto la vía para castigar al partido en el poder. Y cuando esto
suceda, no habrá encuesta que pronostique hacia dónde se inclinará el sentir
popular.- Mérida, Yucatán.