Problemas estructurales del Isstey
Dulce María Sauri Riancho
El
Isstey hace agua. La institución creada en 1976 para brindar seguridad social a
los trabajadores al servicio del gobierno del Estado y los municipios tiene un
futuro incierto para cumplir sus compromisos de brindar servicios de salud,
apoyar la adquisición o mejora de vivienda y garantizar una pensión digna a sus
jubilados. Es cierto que en mucho ha contribuido la mala administración de sus
recursos en el periodo 2007-2012. Pero también lo es que este organismo estatal
comparte los problemas estructurales de los sistemas de pensión de México y,
más aún, del mundo entero.
Cuando
hace más de setenta años, en 1943, fue fundado el Instituto Mexicano del Seguro
Social, la esperanza de vida era de un poco más de cuarenta y un años (40.4
años, hombres; 42.5, mujeres). Significaba que del bajo porcentaje de
trabajadores inscritos en el nuevo régimen, pocos, muy pocos, alcanzarían la
edad de jubilación y todavía menos, vivirían diez o más años después de su
retiro. En aquella etapa había numerosos niños y muy pocos ancianos. Las
epidemias y enfermedades ocasionaban la muerte a temprana edad y, en el caso de
las mujeres, los decesos asociados al embarazo y al parto eran elevados. El
avance de la medicina se dio por las grandes campañas nacionales de vacunación
contra viruela, difteria, tosferina y tétanos, y la erradicación de
enfermedades endémicas como el paludismo, entre otras acciones que combinaron
la prevención con la atención a la salud de millones de personas que comenzaron
a poblar las ciudades de México.
Se
dice, con razón, que el IMSS, el Issste y todas las instituciones de seguridad
social sufren ahora las consecuencias de su éxito al contribuir
significativamente a aumentar la esperanza de vida de los mexicanos, que ronda
ya los 76 años (73.4 años, hombres; 77.9 años, mujeres). Ahora, un trabajador
que se retire a los sesenta y cinco años (régimen del Seguro Social), puede
vivir diez años más, es decir, demandará su pensión por, al menos, ese lapso.
El problema financiero es mayor en el caso de aquellos sistemas que consideran
una edad de jubilación más temprana, como el del magisterio, los burócratas o
los trabajadores de Pemex y del IMSS, quienes después de veinticinco o treinta
años de servicio pueden solicitar y obtener su pensión. Significa que si una
persona comenzó a trabajar a los dieciocho años en esas instituciones,
alrededor de los cuarenta y cinco años puede comenzar a recibir su jubilación
por un periodo de tiempo igual a la totalidad de su vida laboral activa.
A
la prolongación de la vida de los mexicanos se sumó la disminución de la
natalidad desde la década de 1980. El efecto fue un gradual aumento de la edad
promedio de la fuerza de trabajo y simultáneamente, el incremento del número de
jubilados y pensionados. Hasta 1997, en el caso de IMSS, y 2007 en el del
Issste, las cuotas de los trabajadores activos pagaban los servicios médicos y
las pensiones de los jubilados. Era el sistema conocido como de “reparto”, o de
solidaridad intergeneracional. Pero el déficit crecía aceleradamente y se veía
muy cercana la fecha en que estuviesen imposibilitados de cubrir sus más
elementales compromisos con sus derechohabientes. Entonces entró el sistema de
“cuentas individuales”, en que cada uno de los trabajadores dispone de una
cuenta en una administradora de fondos de retiro (Afores), donde se depositan
sus aportaciones y las que realiza el gobierno. Una parte de ellas -la mayoría-
va al fondo de pensiones y otra, a su cuenta de vivienda, para disponer de los
créditos para adquisición o remodelación de vivienda. Esta parte descansa en un
supuesto fundamental: que los ahorros de los trabajadores alcancen rendimientos
suficientes; es decir, que las Afores realicen buenas inversiones en valores
gubernamentales y acciones de empresas certificadas. El Sistema de Ahorro para
el Retiro tiene también una función macroeconómica de la mayor importancia.
Como capta masas considerables de dinero, es el más importante adquiriente de
bonos de deuda gubernamental, es decir, fondea al gobierno, y a través de sus
operaciones en la Bolsa Mexicana de Valores fortalece a las empresas y les
proporciona acceso a los fondos necesarios para invertir y crecer.
El
Isstey, al igual que la inmensa mayoría de los sistemas estatales, todavía
funciona bajo el esquema de “reparto”, lo que significa que veintinueve mil
trabajadores activos financian las pensiones de un poco más de cinco mil
jubilados, la mayoría provenientes de la sección 57 del magisterio. La
población trabajadora al servicio del Estado en condición de retiro aumentará significativamente
en los próximos años. El Isstey no cuenta con el patrimonio suficiente y las
inversiones necesarias que garanticen el cumplimiento de sus obligaciones.
Considero
indispensable despejar incertidumbres sobre la mala administración del Isstey
en el gobierno estatal anterior. Sin embargo, el pasado no puede apoderarse de
la indispensable reflexión y toma de decisiones sobre un futuro que ya nos
alcanzó. Por eso será fundamental demandar una buena renegociación del adeudo
del gobierno del Estado con el Isstey y, desde luego, un proyecto sólidamente
construido para respetar y proteger los derechos de aquellos miles de mujeres y
hombres que cada quincena pagan sus aportaciones para vivir con tranquilidad su
vejez.- Mérida, Yucatán.