Las cumbres del Caribe. El mar que nos envuelve
Dulce María Sauri
Riancho
Desde
hace varios días, las avenidas del norte de Mérida lucen los pendones de
bienvenida a la VI Cumbre de la Asociación de Estados del Caribe y a la III
Cumbre México-CARICOM. He logrado contar más de 20 diferentes banderas que
representan a otros tantos países que son nuestros vecinos, envueltos y
separados por las aguas del Gran Caribe. Sus islas fueron las primeras
avistadas por los españoles de Colón, que creyeron haber llegado a las Indias.
Cuba fue la punta de lanza para la conquista de México-Tenochtitlán.
Como
parte de su política colonial, la Nueva España envió con regularidad a lo largo
de tres siglos los llamados “situados”, que en lenguaje actual equivaldrían a
los subsidios, para la operación de la armada de la Corona española y el
mantenimiento de su burocracia. La Habana fue el gran “hub” de carga desde el
cual se distribuían barcos y galeones que llevaban mercancías de Europa a las
colonias americanas y donde se concentraba la plata y el oro provenientes de
las minas de México y Perú, para ser enviados a Sevilla y a los reyes.
Aunque
Haití fue el primer país en declarar su independencia en 1804, otros estados
del Caribe lo hicieron hasta bien entrado el siglo XX. En la región caribeña,
islas y territorio continental se hablan distintos idiomas: castellano, inglés,
francés, holandés, además de las lenguas sobrevivientes de su población
originaria. La mayoría son estados independientes. Pertenecen a la Organización
de Estados Americanos (OEA), pero la Asociación de Estados del Caribe agrupa
exclusivamente a aquellos países que forman la gran cuenca de este maravilloso
mar.
Muchas
y muy entrañables relaciones ha mantenido México con la región del Caribe, de
la cual forma parte. En la década de 1990 nuestro país desarrolló una política
amplia y abierta, en que se manifestaba con claridad el interés de revitalizar
la relación histórica y cultural con las sociedades caribeñas y sus
organizaciones contemporáneas. Sin embargo, en los últimos doce años,
curiosamente coincidentes con los gobiernos del PAN, había habido cierto olvido
y descuido mexicano hacia la región. Por eso es tan significativo que la sexta
cumbre de la Asociación de Estados del Caribe, se realice en México, en Yucatán
y en nuestra ciudad capital.
Dice
el secretario de Relaciones Exteriores mexicano que la agenda de la reunión no
es política, sino técnica. Entiendo que esto significa que habrá resultados
concretos en materia de inversiones, acuerdos sobre transportación marítima,
conectividad aérea, intercambio cultural, comercio y el omnipresente turismo.
En estas tres décadas, los países del Caribe han enfrentado diversos problemas
económicos, desastres naturales (huracanes, terremotos), procesos migratorios y
efectos del cambio climático que impactan de manera especial a los estados
insulares. La decisión política del gobierno mexicano de propiciar la
realización de las dos cumbres en Mérida abre la perspectiva de recuperación de
los intercambios académicos y la cooperación en materia de investigación
científica y tecnológica. Resulta muy esperanzadora la coincidencia en lugar y
casi en tiempo con la 39 Conferencia Anual de Asociaciones de Estudios del
Caribe que por segunda ocasión en casi cuarenta años, tendrá lugar en nuestra
ciudad el próximo mes de mayo.
Yucatán
y Mérida pueden jugar un papel estratégico en estos esfuerzos del gobierno
mexicano por revitalizar su relación con el Gran Caribe. Por ejemplo, en
materia de intercambio académico, las instituciones de educación superior y de
investigación yucatecas son de calidad nacional, en un ambiente confortable en
materia de seguridad, aunque con el mismo calor que en sus lugares de origen.
El puerto de Progreso tiene posibilidades de incrementar su papel en el turismo
de cruceros hacia el Caribe, como una amigable puerta del Golfo de México hacia
la región, al igual que en materia de carga marítima. Los aeropuertos de Mérida
y de Kaua, especialmente este último, podrían actuar como centros de
concentración y distribución de carga aérea hacia toda la región: sólo basta
activar el convenio con los Estados Unidos y Canadá para realizar los trámites
migratorios y aduanales en México.
Para
la ciudad de Mérida, la confluencia de las dos cumbres y la asistencia de
numerosos jefes de Estado y de Gobierno de la región significan un gran reto
logístico que permite vislumbrar nuestras capacidades y deficiencias. Por
ejemplo, carecemos de un centro de convenciones con un auditorio capaz de
albergar reuniones de más de mil personas, con cabinas de traducción
simultánea. El “Siglo XXI” no es suficiente. Sin embargo, hoy se publica que en
el Programa Nacional de Infraestructura 2014-2018, contempla 400 millones de
pesos para construir ese recinto de acuerdo con las mejores especificaciones
técnicas y comodidades. Una estrategia encaminada al turismo de convenciones
así lo exige.
Por
su parte, la institución donde curso el Doctorado en Historia, el Ciesas, abrió
un espacio especial para albergar la información sobre las cumbres de la AEC.
Como centro Conacyt, el Ciesas Peninsular participa desde la academia y la
investigación en este esfuerzo conjunto para encontrarnos con los hermanos del
Caribe en esta segunda década del siglo XXI.— Mérida, Yucatán.