Tren transpeninsular. Necesidad y oportunidad
Dulce María Sauri. El
tema ha estado presente en los últimos siete años. El bautizado como “tren
bala” en 2007, que habría de transportar en un abrir y cerrar de ojos turistas
entre Mérida y Cancún, al paso del tiempo se volvió un modesto y realista “tren
rápido”, que combinara carga y pasajeros. Bajo esta concepción obtuvo el
beneplácito de dos candidatos a la Presidencia de la República en 2012. El
triunfo de Enrique Peña garantizó su inclusión entre las 10 obras de arranque
del sexenio, lo que llevó a los funcionarios de Comunicaciones y Transportes a
contactar con las recién estrenadas autoridades estatales para iniciar el
proyecto del Tren Transpeninsular (TT).
Parecía
la oportunidad de Yucatán para contar con otra obra de infraestructura de gran
impacto, como lo fue el puerto de altura de Progreso en la década de 1980 y la
autopista de cuatro carriles a Cancún, en los 90. Estos grandes proyectos,
concebidos como detonantes del desarrollo, salieron adelante a pesar de
múltiples dificultades, entre las cuales su financiamiento no fue la menor.
Ambas tuvieron una doble característica: por una parte, satisficieron una
necesidad; por otro lado, puerto y supercarretera crearon una oportunidad para
nuevas actividades económicas o el fortalecimiento de las que se venían
realizando en condiciones desfavorables.
Considero
que esos dos criterios -satisfacción de una necesidad; creación de una oportunidad-
debieran regir las reflexiones sobre el proyecto TT. Contar con un eficiente
sistema ferroviario se volvió una ventaja en la etapa de expansión industrial
de México. Fue, por ejemplo, la enorme ventaja de Aguascalientes que, al
declinar la importancia del ferrocarril vivió un periodo de decadencia
económica del que salió gracias al establecimiento de la armadora Nissan. Lejos
del mar pero con buenas comunicaciones, en particular ferrocarrileras, esta
entidad es ahora una de las mejor desarrolladas de México.
El
ferrocarril no es una novedad para el estado de Yucatán. Desde finales del
siglo XIX la geografía peninsular se vio surcada por los llamados “caminos de
hierro”, tanto los de “vía ancha” como de vías decauville que facilitaron la
explotación de los henequenales. Aunque esta generación lo ponga en duda,
Yucatán llegó a ser al principiar el siglo XX la entidad de la república con la
mayor densidad de vías férreas, en una época en que el ferrocarril lo era todo,
pues no existía la comunicación aérea y el transporte automotor se encontraba
en pañales. Sin embargo, todas las rutas ferroviarias excepto una -la de Peto-
tenían como función principal el traslado de la fibra de henequén hasta
Progreso, para ser embarcada hacia distintos puertos del mundo. Después de la
segunda guerra mundial, vino el desplazamiento de las jarcias e hilos de
henequén por el plástico y los ferrocarriles yucatecos comenzaron a declinar de
igual manera, empujados además por la competencia de los camiones de carga que le
arrebataban las pacas de henequén para trasladarlas hasta las bodegas de las
cordelerías.
Durante
muchos años el ferrocarril fue el medio de transporte de carga y pasajeros más
importante entre Yucatán y el centro de la república. Sin embargo, en forma más
acentuada que en otras partes del país, los Ferrocarriles Unidos de Yucatán
perdieron relevancia, se fueron minimizando. No les agobio con los datos sobre
la concesión que hizo el gobierno federal del Ferrocarril Chiapas-Mayab en
1999, sumando el sistema yucateco al chiapaneco, baste señalar que -desde
entonces- Yucatán perdió el “cordón de vida” que representaba el ferrocarril
para su intercambio con el país y con la frontera norte.
Y
aquí es donde aparece la propuesta del TT, un proyecto que desata más dudas que
certezas. No hay todavía respuesta a la pregunta sobre la necesidad que
pretende resolver. Los flujos de personas -trabajadores, turistas- parecen
estar atendidos con los autobuses que circulan en una supercarretera que luce
subutilizada. En cuanto a la carga, además del combustible en que podría
sustituir a los peligrosos doblerremolques, quizá algo de material de
construcción podría ser transportado en sus furgones.
Dicen
las malas lenguas que en realidad el proyecto busca impulsar un nuevo puerto en
la Península, Calica, con el calado del que carece Progreso, a pesar de las
obras que para mejorarlo se han anunciado. Claro que diseñarlo para recibir
cruceros representaría una frontal competencia con Cozumel, plataforma de
atención a estos enormes hoteles flotantes. A los propios empresarios
quintanarroenses del ramo turístico, algunos supuestos simplemente no les
“suenan”. Se preguntan, como muchos de nosotros, ¿por qué no se atienden los
rezagos en el corredor Cancún-Tulum, construyendo (¡yá!) un tren ligero y el
tan anunciado aeropuerto alterno, en Tulum?
Ahora
tocó al secretario del Trabajo agitar el cotarro del TT con su comentario sobre
la pertinencia de la rehabilitación de la conexión ferroviaria de Yucatán con
el centro del país. ¡Qué bueno será si atienden la demanda del gobernador
Zapata para comenzar poniendo en condiciones lo que ya existe! En un mundo
ideal, con recursos presupuestales sin límite, se podría simultáneamente:
rescatar el ferrocarril a Coatzacoalcos, completar y modernizar la vía
Progreso-Riviera Maya y construir el tramo Cancún-Tulum. Sin embargo, la terca
realidad señala que es necesario priorizar. Y en ese escenario, ni duda cabe,
modernicemos y pongamos en condición óptima la vía Progreso-Mérida-ciudad de
México (PMM). La PMM primero; después, el TT.- Mérida, Yucatán.