Plan Estatal de Desarrollo

Dulce María Sauri Riancho
El pasado martes 26 el gobernador Rolando Zapata hizo entrega del Plan Estatal de Desarrollo 2012-2018 al pueblo y a las autoridades yucatecas. Estuve en la presentación. Me gustó su sobriedad, aun cuando fue un evento de concurrencia numerosa. Extrañamos al alcalde de Mérida, en esos momentos en una sesión de Cabildo. Y no tuve que esperar más que llegar a mi computadora para ingresar a la página del gobierno del Estado y “bajar” el voluminoso documento del Plan para conocerlo y empezar a estudiarlo.
Yucatán es una entidad con índices inferiores a la media en casi todas las estadísticas nacionales. No somos los últimos, pero estamos muy lejos de los estados con mejores desempeños en su economía, educación, salud, por citar unos cuantos y fundamentales rubros. Apreciamos, ni duda cabe, ser percibidos como un estado seguro, en un ambiente de violencia que lamentablemente se ha apoderado de otras partes del país. Pero no es suficiente para garantizar el bienestar de los yucatecos, más cuando en los llamados “datos duros”, como el porcentaje de población que vive con menos de dos salarios mínimos (menos de $3,800 mensuales), representa más de la mitad.
El Plan Estatal busca enfrentar esta y otras muchas realidades de pobreza y falta de oportunidades para la mayoría. Pero ¿qué tiene de distinto este Plan en relación con otros, presentados en su momento con bombo y platillos, y que después fueron a dormir al librero de los funcionarios? En las 326 páginas del Plan, todas ellas llenas de información y salpicadas de compromisos, se puede encontrar ese “mapa de ruta” que será bitácora del gobierno de Yucatán en los próximos cinco años. Se afirma que “… toda acción, programa, obra pública, presupuestación y gasto gubernamental tendrá que estar justificado, alineado y respaldado por los objetivos, estrategias e indicadores…”, plasmados en el Plan. En lenguaje directo, la certeza que el gobernador Zapata Bello llamó “obligación esencial de un gobierno” significa aplicar una especie de “vacuna” contra las ocurrencias de último minuto que caracterizaron a la administración que finalizó hace apenas seis meses, y que también puede brindar inmunidad contra los virus electorales, esos que atacan cada tres años cuando hay comicios y que implica el derroche de recursos sin más justificación que la competencia política.
La ciudadanía, sus opiniones y puntos de vista, también parecen permear todo el documento. Los compromisos adoptados por el entonces candidato en campaña para gobernador, que fueron 227, se sumaron a las 424 recomendaciones del Equipo de Transición, integrado por 25 personas representantes de la sociedad civil. El Consejo Estatal de Planeación de Yucatán, órgano consultivo y deliberativo recién conformado, también propició la consulta y el análisis de las distintas propuestas. Este mar de ideas fue agrupado en cinco grandes rubros: Yucatán Competitivo, vinculado básicamente al sector Economía; Yucatán Incluyente, dedicado al sector Social, cuya principal misión se localiza en el combate a la pobreza y la generación de iguales oportunidades para todos los yucatecos; Yucatán con Educación de calidad; Yucatán con Crecimiento Ordenado, que tiene que ver con el sector Territorio y, por último, Yucatán Seguro, relacionado con el sector seguridad, en un sentido amplio, pues no se limita a prevenir y combatir el delito, sino también a brindar certidumbre a las personas en otros ámbitos de su vida, como su patrimonio. Los cinco grandes temas anteriormente señalados, tienen dos ejes que deberán cruzarlos transversalmente: Gestión y Administración Pública y Enfoque para el Desarrollo Regional. Destaca especialmente el compromiso de conformar un Registro de las Finanzas Públicas Estatales, mecanismo informático consultable a través de internet, para conocer la información financiera del gobierno estatal.
No hay espacio, amigos lectores, para comentar con detalle la “carnita” del Plan Estatal, pues cada uno de los cinco sectores se divide a su vez en otros varios, de los cuales se desprenden los objetivos, las estrategias y los indicadores para medir el grado de avance en el cumplimiento de las metas. Y aquí se encuentra otro cambio en relación con los planes pasados, que carecieron, así fuera a nivel de enunciado, de un mecanismo para seguir y evaluar sus resultados. No obstante, en ningún apartado del Plan se establecen metas cuantitativas, como por ejemplo cuánto se pretende incrementar el tiempo de estadía de los visitantes en Yucatán, o cuánto se quiere disminuir el analfabetismo o la magnitud en que se pretende disminuir el grado de marginación. Como que en el renglón de los números el Plan es algo tímido, como si no quisiera comprometer cantidades ante la posibilidad de no alcanzarlas.
He realizado una rápida lectura al Plan Estatal de Desarrollo 2012-2018. Lo tendré a mano como un documento de consulta por la gran cantidad de valiosa información estadística que contiene, además de la enumeración cuidadosamente ordenada por sectores de todas las prioridades para los próximos seis años. Es asimismo una herramienta para seguir y evaluar la acción del gobierno, esto es la diferencia entre las palabras y los hechos. Contiene, no tengo duda, metas “realistas y serias”. Para una sociedad que viene de un gobierno de sueños, el valor del realismo de esta administración es estimable, siempre y cuando sea terreno propicio para la imaginación, la innovación y la audacia, con los pies bien puestos en la tierra y la mirada en el horizonte que queremos alcanzar.- Mérida, Yucatán.

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