Mérida, el futuro nos alcanzó.


Urgencias y planeación
Dulce María Sauri Riancho
Estamos en los tiempos de la formulación de planes y programas. Hace unos días, el 14 de febrero, el gobernador Rolando Zapata Bello instaló el Consejo Estatal de Planeación, que de inmediato se avocó a la elaboración del Plan Estatal de Desarrollo 2012-2018, el cual deberá ser presentado al Congreso del Estado a más tardar el 30 de marzo. La sociedad yucatecaquiere participar en las decisiones que afectan su futuro. El gobierno puede abrir cauces efectivos a esa participación, sin subterfugios o simulaciones, como lamentablemente vivimos en la administración pasada.
Una muestra de la eficacia de los organismos de la sociedad civil en la planeación y diseño de las políticas públicas la tuvimos el pasado lunes 25, cuando la Fundación Plan Estratégico de Yucatán entregó la edición en formato de libro de su estudio Mérida Metropolitana. Es el resultado de varios años de trabajo por parte de un grupo de 25 expertos pertenecientes a organizaciones académicas, organismos privados y funcionarios públicos, bajo la coordinación del maestro Jorge Bolio Osés y del doctor Alfonso Iracheta.
De una primera lectura se desprende una sensación de privilegio por ser vecinos de Mérida, pero también genera un sentimiento de zozobra, sintetizado en la afirmación de uno de los coordinadores durante la presentación: en Mérida, el futuro nos alcanzó. Son los problemas típicos de las ciudades medianas que, de no atenderse, pueden abonar a su descomposición.
Con el ánimo de facilitar a los lectores el ejercicio de diagnóstico sobre el cual se sustenta esta preocupante aseveración, entresacaré algunos elementos dignos, a mi juicio, de una mayor reflexión.
Dicen los expertos en urbanismo y población que entre 2013 y 2030 se requerirían 107,000 nuevas viviendas para atender las necesidades del crecimiento poblacional en los seis municipios que integran la zona metropolitana: Mérida, Kanasín, Umán, Conkal, Ucú y Progreso. El dato relevante que nos aporta el estudio es que, en 2010, había 51,000 viviendas NO OCUPADAS en Mérida, en la mayoría de los casos por problemas en su construcción, por falta de servicios en las zonas en que se localizan o por la lejanía del Centro y de las áreas de actividad de los propietarios. Es decir, que desde ahora se dispone de la mitad de las casas-habitación que se necesitarían en los próximos 18 años y que si consideramos el ritmo de construcción de nuevas viviendas de varios años a la fecha -12,000 unidades al año; 9,000 en los seis municipios conurbados- en un plazo de cinco años se habrán satisfecho las posibles necesidades de los siguientes 15 años.
El crecimiento de viviendas hasta hace poco tiempo constituyó un círculo virtuoso que dinamizó la economía estatal y resolvió problemas ingentes, pero está a punto de convertirse en un proceso negativo. La dispersión poblacional en una gran mancha urbana, igual o mayor que la de Guadalajara, la segunda ciudad del país, tiene efectos en la calidad de los servicios, desde agua potable y drenaje, recoja y disposición de desechos sólidos, hasta vigilancia, escuelas, transporte, etc.
Dos datos que estremecen: en Ciudad Caucel, con 14,000 viviendas terminadas y 4,000 sin ocupar (3 de cada 10), se anuncia la construcción de 30,000 más para ésta y Ucú. Sin embargo, en Ciudad Caucel sólo hay dos escuelas primarias, una secundaria; no hay mercado público (aunque funcionan tres supermercados particulares); existe una única iglesia; la vialidad es caótica y, en consecuencia, el servicio de transporte es sumamente deficiente y oneroso.
En Kanasín, la segunda ciudad más grande de Yucatán, solamente funciona una escuela preparatoria, pública, no hay ningún centro de educación superior y su economía se limita a ofrecer los servicios que demanda la zona limítrofe de Mérida, entre ellos los consabidos “giros negros”. Kanasín es hoy una “ciudad-dormitorio” en la peor acepción del término.
Las 29,000 hectáreas que actualmente ocupa la población metropolitana han afectado de diversas maneras a otras tantas hectáreas (30,000 hectáreas) que constituyen una “reserva territorial” sin control alguno. La tercera parte, es decir, 10,000 hectáreas, se encuentra en vías de urbanización. Resulta que con sólo 4,000 hectáreas se respondería a las necesidades en materia de vivienda hasta 2030.
Todavía más, en el libro Mérida Metropolitana se considera que existen 3,000 hectáreas de terrenos baldíos localizados dentro de la actual mancha citadina. Como puede apreciarse, con una adecuada política de planeación urbana se podría inducir la compactación habitacional que impidiera la dispersión urbana y revirtiera el proceso de deterioro que empieza a cobrar dimensiones preocupantes para el entorno meridano. Pero, ¡mucho ojo! Densificar no necesariamente significa impulsar el crecimiento de viviendas verticales, es decir, edificios de departamentos, en particular para los proyectos de interés social.
Me quedan en el teclado varios e importantes temas, como el transporte y la vialidad, agua potable, entre otros. Volveré sobre ellos en mi próxima colaboración. En tanto, estemos muy pendientes de la formulación del Plan Estatal de Desarrollo y de la respuesta de los ayuntamientos conurbados a este importante trabajo, en especial del Cabildo de Mérida.

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