Mérida se renta, se vende.
Paseo de Montejo y Centro Histórico
Después
de varias sesiones de llevarles, amigos lectores, por los rumbos de la política
nacional, regresemos a casa.
Desde hace varios años se ha
venido promoviendo y aplicando una serie de programas dirigidos a reactivar al
Centro Histórico meridano. La mayoría de estas propuestas provenía
originalmente del sector privado, de organizaciones empresariales y
fundaciones. Con el paso de los años, tanto las autoridades municipales como
las estatales y las federales hicieron suyas algunas de estas propuestas, lo
que permitió escalar objetivos y alcances. El esfuerzo más reciente y ambicioso
consistió en aplicar un crédito del Banco Interamericano de Desarrollo en la
restauración de calles, parques y banquetas y en la intervención de cientos de
fachadas de construcciones privadas localizadas en el Centro Histórico. Aunque
los trabajos no se concluyeron y aún los terminados y entregados muestran
deficiencias, no pueden negarse los beneficios que un programa tan amplio
representa para nuestra ciudad.
Otra cosa han dejado en claro
los trabajos de restauración de nuestro Centro Histórico: la rehabilitación de
la Mérida tradicional supone y demanda mucho más, que el mejoramiento de la
infraestructura entendida como darle una “manita de gato” a las fachadas de
casas y construcciones que, en muchísimos casos, permanecen desocupadas y con
sus interiores en estado ruinoso. No se considera ni se sugiere la suspensión
de los programas en marcha. Tampoco se propone disminuir el ritmo o cambiar el
destino de los presupuestos de obra pública. Pero es urgente diseñar y aplicar
programas complementarios, conformar una estrategia integral, dirigida
específicamente para reactivar la ocupación y lograr la dinamización del centro
y de los barrios tradicionales de nuestra ciudad.
Reactivar la ocupación
habitacional del llamado “primer cuadro” significa combinar tal vez la
ocupación de casas por familias locales y extranjeras, con instalaciones
dedicadas al turismo. Se debieran brindar facilidades para el desarrollo de
pequeños hoteles pero, también, de casas para estudiantes y, ¿por qué no? de
casas para el cuidado de adultos mayores. Las vetustas casonas del centro
pueden recibir a las instalaciones de universidades, la reubicación de bancos y
oficinas corporativas. Lo anterior supone la implementación de un sistema
eficaz de transporte público (el uso intensivo de la bicicleta, tal vez) y un
diseño audaz de la vialidad en la zona. La construcción de estacionamientos
públicos es indispensable; la disponibilidad de banquetas más amplias y seguras
(sin las trampas y los desniveles de las actuales); zonas peatonales y cruceros
seguros para los viandantes. En síntesis, se requiere recuperar a plenitud los
espacios públicos, devolver a las personas, a las familias, a los vecinos, la
tranquilidad y las comodidades que fueron usurpadas por los vehículos y por el
desorden en las actividades comerciales.
Para fortuna nuestra y de
nuestra ciudad, no hay que “inventar el hilo negro”. Hay muchas y muy variadas
experiencias exitosas aplicadas en ciudades de todo el mundo. De todas ellas
podemos aprender; de algunas podemos replicar programas; de otras, adaptar
iniciativas a las condiciones locales y a nuestra forma de ser. Lo que hagamos
por nuestra ciudad será en beneficio de todos sus pobladores. Pero hay que
actuar ahora, no dejar pasar más el tiempo. Por nuestra desidia y falta de
compromiso pasados nos alcanzó el presente. Que no perdamos el futuro.- Mérida,
Yucatán.