Las decisiones de Peña Nieto (2)
“Economía
negra”, futuro incierto
Dulce
María Sauri Riancho
“Economía
negra”, así se califica al trabajo realizado fuera del amparo de las
instituciones de seguridad social, como el IMSS y el Infonavit. Tal es el caso
de quienes laboran “por su cuenta”, en su tiendita o comercio ambulante; los
que trabajan en un taller que no tiene inscrito a sus empleados en el Seguro
Social, entre otros grupos de trabajadores que en Yucatán ascienden a poco
menos de la mitad del total de personas con responsabilidades laborales. No
sólo se trata de la carencia de los servicios de salud, sino también de la
falta de cotización para conseguir una vivienda y, lo que es muy relevante, de
contar con una pensión para el futuro, cuando la ancianidad nos alcance. Si a
esto le sumamos que los salarios de los trabajadores yucatecos son “… los más
bajos del país…”, se comprenderá por qué muchos jóvenes de esta tierra deciden
salir del estado o del país en búsqueda de un futuro mejor.
Esta
situación, con distintos grados de intensidad, se presenta en todo México. Es
lo que ocasiona que cada año, más de 300 mil personas se establezcan en los
Estados Unidos para tratar de ganarse la vida, con documentos legales o sin
ellos, y puedan así mandarles a sus familias el dinero duramente ganado. Este
es el origen de las remesas, segundo rubro de ingresos de divisas (dólares) a
las cuentas nacionales, después del petróleo.
Entonces,
¿qué hacer? Desde luego, dinamizar la economía para ampliar las oportunidades
para obtener un trabajo “decente”, con salario digno y prestaciones que
comprendan atención médica, vivienda y ahorro para el retiro. Mucho se ha
hablado en las últimas semanas de la reforma laboral, enviada por el presidente
Calderón en calidad de “iniciativa preferente” al Congreso de la Unión. Más
allá de la culminación del proceso legislativo, todavía en trámite en la Cámara
de Diputados, la reforma está “coja”, al menos en los propósitos y
planteamientos que ha realizado Enrique Peña Nieto para el próximo gobierno que
encabezará.
Me
explico. Los cambios legislativos se proponen flexibilizar la contratación y el
despido de los trabajadores, para así reducir el costo de la fuerza laboral
para las empresas e incrementar su productividad, único camino para que crezca
la economía. Pero si no se cuenta con el seguro contra el desempleo, esta
reforma actuará contra los legítimos intereses de los trabajadores de mantener
su trabajo y crear antigüedad que le permita gozar de una pensión cuando se
jubilen. En contraparte, la propuesta del próximo presidente de la República
sobre “seguridad social universal”, implicará, de llevarse a la práctica, que
todas las personas cuenten con atención médica y posibilidades de recibir una
pensión cuando cumpla más de 65 años. Cumplir con un propósito tan amplio y
ambicioso sería la única manera de conjugar crecimiento económico con justicia
social, a más de ampliar el derecho a un trabajo “decente” para todas y todos
los mexicanos, independientemente si están inscritos en el IMSS, el Issste, o
si trabajan en su hogar; esta última condición, tan importante para las mujeres
dedicadas de tiempo completo a la atención de su familia.
El
país puede competir con otras regiones del mundo a partir del abaratamiento de
su fuerza laboral, en un vano intento de retener inversión o atraer a nuevas
empresas a su territorio. Sin embargo, en un sistema económico globalizado,
donde el trabajo a distancia (o teletrabajo), la robótica, la “inteligencia
artificial” sustituyen capacidades humanas como por ejemplo, el ensamblaje de
automóviles y televisiones, esta sería una apuesta perdida de antemano. En
cambio, la “seguridad social universal” podría conjugar la dimensión económica y
la competitividad, con las nuevas formas de organización que demanda la
participación exitosa en la mundialización. Además, tendría un doble efecto
sobre el desarrollo de la economía: por una parte, el fortalecimiento del
mercado interno que, traducido a cuestiones concretas, significaría aumentar el
poder de compra de las familias, su capacidad para adquirir bienes y demandar
servicios generados en México por otros trabajadores, que al igual que ellos,
se verían beneficiados. El otro efecto se ubicaría en la denominada “economía
del cuidado”, que tiene que ver con la atención de las personas en todo su
ciclo de vida, pero en particular cuando son más vulnerables, es decir, en la
niñez y la ancianidad. Esta determinación implica, desde luego, jornada escolar
de tiempo completo y una red de programas institucionales de atención a los
adultos mayores.
¿Que
la “seguridad social universal” cuesta mucho dinero? Sí, pero no tomar
decisiones a tiempo tiene un costo mucho más elevado. La población mexicana es
ahora predominantemente de jóvenes, pero tan pronto como en 2020, los
demógrafos prevén que se acelerará el incremento del grupo de más de 65 años.
¿Quiénes se harán cargo de sostener a los adultos mayores, de garantizar su
calidad de vida? ¿La organización familiar, que también se ha transformado? ¿O
será una responsabilidad compartida entre las familias y la sociedad, con el
apoyo y participación del gobierno? De las respuestas dependerá el rumbo del
desarrollo del país para las próximas décadas: si los dólares enviados por los
mexicanos en el extranjero continúan siendo fundamentales para sobrevivir en
millones de hogares de todo el país, o si se vuelven un obsequio cariñoso de
los parientes que están fuera de casa.- Mérida, Yucatán.