Las decisiones de Peña Nieto (1)
¿Una nueva frontera?
Dulce María Sauri Riancho
Dentro de un mes, el sábado 1
de diciembre, se inicia el gobierno de Enrique Peña Nieto. Asumir la
responsabilidad del Poder Ejecutivo Federal entraña hacerse cargo de la
administración pública, de sus programas y presupuestos y de más de cuatro
millones de trabajadores al servicio del Estado. No lo hará directamente, sino
con el equipo que designará para ese propósito, encabezado por los secretarios
de despacho y los directores de las empresas paraestatales. ¡Claro que son las
especulaciones sobre las y los futuros integrantes del gabinete presidencial lo
más sabroso de comentar! Lo haré con ustedes, amigos lectores, pero antes,
tratemos de revisar cuáles son aquellos temas que pueden aportar un nuevo rumbo al desarrollo del país. Para
este efecto, decidí seleccionar los tres sectores que al día de hoy son la
principal fuente de divisas para la economía de México: Petróleo, Remesas y
Turismo. Comienzo con el primero.
Vale la pena detenerse a reflexionar sobre la posible
participación de capital privado en estos “megaproyectos” de extracción de
petróleo y gas. Aparte de Carlos Slim y su corporativo, difícilmente habrá
capital mexicano con capacidad para disputarle a las grandes transnacionales
petroleras esta inversión. Pemex es una empresa pública, con un régimen
especial de tributación, lo que significa que el gobierno le quita vía diversos
gravámenes, seis de cada 10 pesos de sus ingresos.
Si queremos garantizar equidad, Pemex tendría que pagarle al fisco
federal los mismos impuestos que cualquier corporativo privado, lo que tendría
como consecuencia una caída severa en los ingresos públicos no sólo de la
federación, sino de todos los estados y los municipios, salvo que se realice la
muchas veces postergada “reforma fiscal profunda” para compensar por otra vía
los recursos que dejarán de percibir. Además, abrir paso a la inversión privada
extranjera en petróleo sería una determinación que difícilmente se podría
revertir, aunque hubiese razones de sobra para ello. En este terreno, “palo
dado, ni Dios lo quita”, por lo que habrá que actuar con mucha cautela.
“¿Y los yucatecos, qué?”, se preguntarán, amigos lectores. Como
ciudadanos y como contribuyentes, los aciertos del futuro gobierno los
disfrutaremos, pero también podremos pagar sus errores de cálculo o su
imprevisión. La zona del arrecife de “Los Alacranes” colinda con uno de los
campos de exploración para extracción petrolera en aguas profundas. Si
localizan yacimientos, comenzarán a explotarlos.
Lo menos que podemos hacer es organizarnos para exigir al gobierno
federal y a Pemex la certificación internacional de seguridad para esas
actividades, tal como tienen las empresas que trabajan en los campos petroleros
del Mar del Norte.
Las profundidades pueden traer cosas buenas a la superficie, como
es el caso del descubrimiento de un enorme depósito de agua dulce 2,000 metros
abajo del lecho lacustre de la ciudad de México. Su explotación garantizaría el
abasto de agua potable para toda la capital por muchos años, sin afectar
lugares tan lejanos como Cutzamala. Desvelar los secretos de las profundidades,
sean petroleras, fiscales, mantos acuíferos o la ciudad perdida de la
Atlántida, exige prudencia, si lo que se busca es el bienestar colectivo y no
la simple novedad o cesión a las presiones de los poderosos intereses
económicos que las rondan y las prohíjan.
En la próxima: Seguridad Universal y Turismo.- Mérida, Yucatán.