Los retos de Rolando (1)
Dulce María Sauri Riancho
Armar su gobierno
En una serie de tres artículos abordé el arranque de Renán
Barrera al frente del Ayuntamiento de Mérida con la perspectiva que nos ofrecen
tres procesos, cualitativamente distintos pero complementarios: armar, reconstruir e innovar. Comienzo ahora
un ejercicio similar para el inicio de la administración estatal que encabezará
Rolando Zapata Bello.
Para fortuna nuestra, el esfuerzo por imaginar la forma como
el nuevo gobernador realizará la formación de su gabinete no lo tendremos que
hacer “en el aire”, pues el pasado lunes, Rolando Zapata presentó su Equipo de
Transición, un nutrido grupo de hombres (24) y de mujeres (4) a los que el
gobernador en ciernes encargó doble tarea: cumplir con el proceso administrativo
de entrega-recepción y ser testigos del desempeño de la nueva administración y
del cumplimiento de los 227 compromisos suscritos durante la campaña electoral.
De entrada, creo que debemos celebrar la decisión de
convocar a hombres y mujeres -todos ellos con amplio reconocimiento en sus
campos de actividad y bien ganado prestigio personal- para enriquecer el
desempeño de un gobierno y de sus integrantes. Es bueno también que Rolando se
esfuerce por entretejer a su gobierno con la sociedad desde un principio, que
multiplique los puentes entre ambas instancias, que fortalezca las vías y los
mecanismos para interactuar. Si mantiene esta tónica y lo refrenda en cada paso
trascendente que dé su administración, habrá marcado una diferencia profunda
con el gobierno que termina.
Sin embargo, no todo es “miel sobre hojuelas”. Dos cosas
resultan preocupantes en esta primera decisión del nuevo gobierno: una, que la instrucción
recibida para que el Equipo de Transición se aboque de inmediato a los asuntos
de “largo aliento”, sin responsabilizarse en forma directa e inmediata del proceso
de entrega-recepción de las distintas oficinas de la administración estatal. El
nuevo gobernador, pero especialmente la sociedad, necesitan conocer, por lo
menos, en dónde están parados y qué se puede hacer con lo existente y con las
deudas. Además, Rolando Zapata tiene que sacudirse el sello de “continuismo” que
su cercanía con la administración que concluye le puede imponer.
La segunda preocupación surge de la ambigüedad que acompañó
a la presentación de este grupo de asesores y del anuncio, casi implícito o
sobrentendido, de sus tareas y alcances. Bien se dice que el camello fue la
propuesta a la que llegó un comité convocado para diseñar al caballo. En el
caso que nos ocupa, están participando muchas personas, muy valiosas y
experimentadas, dispuestas a hacer… ¿qué? ¿Con qué disponibilidad de tiempo? ¿Recibirán
o no un pago por sus servicio? ¿De qué apoyos técnicos, económicos y humanos dispondrán?¿Cuáles
son los plazos para entregar sus evaluaciones y cuáles sus alcances? Sus
propuestas, ¿serán meros consejos, recomendaciones o adquirirán sentido
vinculatorio, lo que significa que serán obligatoriamente atendidas por quien
los invitó a participar?
El gobierno que concluye en estas semanas conformó un gran
número de “consejos consultivos”. El tiempo y los acontecimientos nos permiten
afirmar que ninguno de esos órganos colegiados se reunió con regularidad ni
tuvo actuación digna de tomarse en cuenta. La inmensa mayoría de ellos sólo
tuvo una sesión: la de su integración y “presentación en sociedad”. El riesgo
de que esto se repita es alto y su costo sería sumamente elevado para un
gobierno que inicia y para un gobernador que se comprometió a hacer las cosas
de manera distinta.
La integración de este grupo de “notables” apunta algunas
cuestiones que, de replicarse en el “armado” del equipo de gobierno,
resultarían igualmente benéficas y prometedoras. Revisemos algunas. Se
privilegió el carácter “ciudadano” y el talento profesional. No se notan
distingos de edad ni exigencia partidista. Rolando Zapata está obligado a
conformar su gabinete con personas capaces, no con amigos ni correligionarios.
El gobierno que se inicia debe dar resultados inmediatos en cuestiones
fundamentales para la sociedad yucateca, como la producción agropecuaria; la
calidad educativa. La reducción de la plantilla burocrática, abultada
exageradamente para cumplir compromisos políticos, y la calidad del gasto
estatal; la normalización en los controles y en las tareas sanitarias y el
mejoramiento sustancial de la calidad de los servicios de salud, son otros
temas igualmente candentes.
Todo cambio supone buena dosis de esperanzas y conlleva una
carga de expectativas. En el caso particular de Rolando Zapata, los contenidos
que aportó a su campaña y el estilo mismo de proselitismo electoral que
realizó, generaron grandes expectativas de que las cosas en Yucatán pueden
mejorar. Es innegable que existe un sentimiento, se puede palpar, que habrá un
cambio, para bien, con el relevo en la administración estatal. El tamaño y la
extensión de estas esperanzas colectivas representan un doble reto para Rolando
Zapata. Cuenta con una base social, con un grado de legitimación que le
permitirá intentar grandes cosas pero que, de no responder a la intensidad y a
la extensión de esas expectativas el “coletazo” de la sociedad sería muy duro y
muy costoso, para él y para su gobierno. Por lo pronto y de aquí al lunes 1º de
octubre, pensemos que un gobierno de “solamente las y los mejores” es posible
para Yucatán y que Rolando Zapata está decidido a contratarlos.