En la economía global: El Dragon Mart, ¿una oportunidad?
En la década de 1980 Japón y
las empresas niponas se habían adueñado de la economía del mundo. Resurgida de
las cenizas de la segunda guerra mundial, la sociedad japonesa dio ejemplo de
trabajo y disciplina para superar las adversidades de la destrucción y el
aislamiento. En tanto, en esa misma región asiática, otra nación, China, parecía
mantenerse al margen de los grandes cambios que experimentaba la organización
económica mundial. Encerrada entonces en su enorme territorio habitado por la
quinta parte de la población del orbe, acicateada tal vez por la prosperidad de
sus vecinos, los japoneses, el régimen socialista chino dio inicio a la
transformación de su organización económica. Treinta años después, la economía
japonesa no ha logrado recuperar la dinámica que la caracterizó en el siglo
pasado. Su lugar en la región y en el mundo ha sido ocupado por China que,
después de la apertura gradual de la década de 1990, ingresó a la Organización
Mundial de Comercio en 2001, hasta ubicarse como la tercera economía mundial el
pasado 2011.
En la imaginación colectiva
mexicana pasa ahora con los productos chinos lo que sucedía con los japoneses
en 1960. Se decía entonces que eran malas copias, que se descomponían pronto,
aunque -eso sí- costaban poco. Recuerdo a mi abuelita que comparaba orgullosa a
su máquina Singer alemana con las modestas y baratas marcas niponas. Lo mismo
sucede ahora con China, sólo que sus productos abarrotan los anaqueles de
cualquier tienda departamental, a diferencia de entonces que en muy contados
lugares podía comprarse mercancía extranjera.
China es mucho más que sus
1,350 millones de habitantes, donde un porcentaje importante es pobre, aunque
esta situación está mejorando aceleradamente. Podemos cerrar los ojos a esta
realidad; engañarnos pensando que este país es un gran productor de baratijas,
y olvidar que es una potencia que emerge con enorme fuerza en los nuevos
territorios de la ciencia y la tecnología, desde la informática, computación,
biotecnología, hasta la hazaña de poner a un ser humano en el espacio, sin
dejar a un lado su desarrollo nuclear.
Las cifras de intercambio
comercial entre México y China no son diferentes a las que presentan otros
países del mundo, incluyendo Estados Unidos y la Unión Europea. Esta nación
asiática vende casi nueve veces más que lo que nos compra. Un porcentaje
importante son insumos que utilizan las plantas ensambladoras mexicanas para
producir equipos varios; otros más vienen como teléfonos celulares (el renglón
más importante de las importaciones, 14%) y computadoras (por cierto, una
empresa china compró la división de PC de IBM). A cambio, México vende
petróleo, mineral de cobre y ¡automóviles!, como los rubros más importantes. En
estas grandes cifras, los textiles y las prendas de vestir no figuran
significativamente, porque hasta hace unos cuantos meses, los impuestos a la importación
(aranceles compensatorios) eran muy elevados.
A grandes líneas, éste es el
panorama en el que se enmarca el anuncio del proyecto Dragon Mart, a instalarse
en Cancún. Recientes reportajes del Diario de Yucatán han aclarado varios
puntos, entre otros, su carácter privado, pues son empresarios chinos y
mexicanos -uno de ellos yucateco- los que invertirán en el desarrollo de un
gran centro comercial al mayoreo en los terrenos inicialmente destinados a una
pista de carreras de Fórmula Uno. Será una gran concentración de vendedores
mayoristas de artículos producidos en China, que podrán contar con un sitio de
exhibición y oficinas para atender a sus posibles clientes de América Latina y
el Caribe, incluyendo México. Han anunciado también que habrá venta al menudeo
de algunos bienes de consumo final, como vestido, calzado, juguetes, entre
otros.
Qué le dice a Yucatán un
proyecto como el Dragon Mart. En primer lugar, creo que destaca una cuestión
que, una y otra vez, hemos señalado como ventaja para la península, pero
particularmente para esta entidad: nuestra ubicación geográfica. Por esta sola
condición no hubiese sido concebido un proyecto de esta naturaleza, pero si lo
combinamos con la existencia en Cancún de un nudo de comunicaciones aéreas
entre América Latina y el Caribe, con Europa y los Estados Unidos, adquiere
mucho sentido la localización de oficinas para concertar intercambios
comerciales que posiblemente concluyan en empresas o tiendas de Argentina,
Guatemala o República Dominicana, por ejemplo. El Dragon Mart aspira a
convertirse en un gran centro de negocios transoceánico, en que las empresas
chinas vendan y las latinoamericanas y caribeñas compren.
Un proyecto de esta
naturaleza se corresponde con la estrategia de expansión de la economía de
China en el mundo entero. Poseedores de las mayores reservas monetarias
internacionales, de un crecimiento espectacular de su economía, serán muy
pronto vecinos presentes en la península yucateca. El modelo de localización y
de asociación aplicado por los exportadores chinos pudiera ser replicado por
empresarios locales, para el intercambio de otros bienes y servicios,
aprovechando las sinergias que generará la apertura de una nueva actividad
económica en un centro de primera importancia en materia de comunicaciones,
como es Cancún. De nosotros depende vencer el miedo y tomar la oportunidad para
repensar a Yucatán como parte de la economía global.- Mérida, Yucatán.