De la fiesta del 1 de agosto al Informe de Gobierno
Dulce María Sauri Riancho
Uno de cinco
En las cuatro
ocasiones previas en que la titular del Ejecutivo del Estado debía informar de
su desempeño al Congreso, la gobernadora decidió no asistir y enviar el
documento con un “propio”.
Fue así como la
obligación constitucional fue prácticamente borrada por el denominado “informe
ciudadano”, que se realizó, cada año, el 1 de agosto.
El gobierno del
Estado organizó una especie de fiesta oficial en la que la gobernadora era la
festejada para conmemorar la fecha en que asumió el cargo, en 2007. Como
celebración que era, la “festejada” sólo informaba de las acciones que
consideraba relevantes y “vestidoras” para ilustrar el cumplimiento de sus
compromisos. La contraparte, los diputados, fueron “mirones de palo”, o, si
queremos decirlo más suavemente, “invitados especiales”, al igual que los protagonistas
de la telenovela en boga o los representantes de organizaciones y sectores de
la sociedad. Cuando finalmente llegaba el tercer domingo de octubre, fecha
obligada para informar al Congreso, durante cuatro años acudió el secretario
general de gobierno en turno a entregar el documento del informe, por cuenta y
orden de la gobernadora, en medio de una opinión pública confundida al creer
que desde agosto sus autoridades habían cumplido.
La enorme ventaja de
la fiesta de agosto era que, sin perturbación ni cuestionamiento de ningún
tipo, el gobierno estatal podía realizar una campaña publicitaria por 10 días,
salir en la televisión y la radio, poner espectaculares y carteleras por todo
el estado, sin que la contraparte, es decir los diputados, tuvieran posibilidad
de realizar observación alguna ni aplicar los mecanismos que la propia
Constitución señala para la fiscalización de los actos de la titular del otro
poder. En cambio, en octubre, semi ocultos en la confusión e indiferencia, los
legisladores cumplían con la formalidad de desahogar el trámite constitucional.
Quiero pensar que el
respeto por la norma constitucional hará que el domingo 2 de septiembre la
gobernadora comparezca ante la nueva legislatura para informar del estado que
guarda su administración, en vísperas de concluir su encargo. Que la situación
del erario implicará austeridad en la promoción de la imagen de la gobernadora
en los medios masivos de comunicación. Que también, por única vez, la titular
del Ejecutivo será quien entregue el informe por escrito y emita un mensaje con
el recuento de su gestión y su visión del Yucatán que deja. Los nuevos
diputados habrán de realizar una ponderación atenta y rápida, pues unos días
después, el 30 de septiembre, serán relevados los funcionarios responsables de
las acciones consignadas en el documento de marras.
Los diputados que se
van, tan ansiosos de hacer la tarea que le compete a la próxima legislatura en
cuanto a la elección de los consejeros electorales, podrían cumplir una
atribución que sí les corresponde: enviar al Ejecutivo las preguntas sobre
distintos aspectos de la administración estatal, que con lapso “… no menor a
veinte días naturales…” tendrían que hacerle llegar a la gobernadora. Que no lo
hagan los priístas, se entendería, pero que tampoco lo realicen los opositores
sólo reflejaría lo poco que importa en realidad ejercer la función
fiscalizadora del Congreso, o al menos intentarlo.- Mérida, Yucatán.