La renuncia de Armando Baqueiro, lo personal de los motivos.

Dulce María Sauri Riancho

La semana comenzó con la renuncia de Armando Baqueiro Cárdenas a la Secretaría de Planeación y Presupuesto del gobierno del Estado.

El hasta ayer secretario del gabinete de Ivonne Ortega era uno de los tres "ases" del equipo original, junto con los titulares de Educación, Raúl Godoy, y Desarrollo Urbano y Medio Ambiente, Eduardo Batllori Sampedro. Los tres, doctores.

Baqueiro destacaba por la experiencia adquirida en una de las instituciones emblemáticas de la administración pública nacional: el Banco de México. El mundo profesional del doctor Baqueiro era la macroeconomía, las grandes cuentas nacionales, el conocimiento y la interpretación de los fenómenos económicos del mundo.

Pensionado del Banco de México, parecía que el doctor Baqueiro había decidido regresar a su tierra para contribuir a conformar un aparato administrativo estatal con visión y alcance nacionales, que pudiese conjugar la energía de la joven titular del Ejecutivo con el indispensable orden para hacer realidad los proyectos de cambio, sin poner en riesgo la disciplina presupuestal.

En ese lejano 2007, Baqueiro fue la garantía de madurez para entablar relaciones fluidas entre el novel gobierno y los altos funcionarios de la Secretaría de Hacienda del gobierno federal panista, así como con los responsables de las instituciones financieras internacionales, como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

En la decisión del doctor Baqueiro muy posiblemente pesó el atractivo de "entrarle" a la economía real, a los complejos procesos de toma de decisión sobre políticas públicas, programas y obras en la administración de una entidad federativa, en este caso, su natal Yucatán.

No es difícil imaginar la senda de desgaste personal y profesional que recorrió el doctor Baqueiro en sus cuatro años al frente de Planeación. Su formación de economista del Banco de México debe haber chocado con la improvisación y el desorden que desde un principio acompañaron el desempeño de los funcionarios estatales. Acciones de gobierno anunciadas de improviso, gastos muy por encima del presupuesto autorizado por el Congreso local, presiones internas para ampliar los recursos asignados a Comunicación Social en detrimento de otros programas y dependencias más necesitadas, pero políticamente menos relevantes para el proyecto de la gobernadora.

Me imagino a Baqueiro lidiando con el secretario de Fomento Agropecuario, con el de Comunicación Social o con el de Obras Públicas o de Turismo. O intentando encontrar argumentos para explicarle al de Política Comunitaria y Social que no había fondos para sus programas, o a las titulares de la Secretaría de la Juventud y del Instituto Estatal de las Mujeres que, aunque poco demandaban, nada habría para ellas. Además, el "Doctor No" se volvió el pretexto para justificar el incumplimiento de los compromisos de pago con los proveedores, al aducir que "... la Secretaría de Planeación aún no había autorizado el recurso...".

Después del percance del pasado diciembre, el "Doctor No" había abandonado los reflectores públicos. Cuando se discutía el "paquete fiscal" 2011, el doctor Baqueiro defendió enjundiosamente la necesidad de incrementar la recaudación vía el establecimiento de nuevos impuestos y del aumento de otros, como el de nóminas. De improviso, la gobernadora decidió eliminar el pago de la tenencia para los vehículos con valor menor a $300,000, lo que implicaba $280 millones menos de recaudación y un rotundo mentís a los argumentos de su secretario de Planeación.

Pensé entonces que el doctor Baqueiro iba a renunciar. Para qué seguir dañando un prestigio largamente labrado de seriedad e integridad profesional, si el gobierno al que pretendía servir hacía caso omiso de su persona y de sus funciones. Pero no conté con el compromiso que el propio doctor Baqueiro había asumido cuando inició las complicadas negociaciones para obtener un crédito del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) por $2,600 millones, y que seguramente quería concretar.

Hace unas cuantas semanas, el 26 de julio, se dio a conocer la firma del crédito del BID a favor del gobierno de Yucatán. El Centro Histórico de Mérida, el Malecón de Progreso, las acciones de reforestación y de gestión de excretas de las granjas porcinas de pequeños productores, la Red Integrada de Transporte Público, la Red Electrónica de Servicios, la Modernización de la Gestión Tributaria y Fiscal, todos ellos son proyectos que se financiarán con el préstamo del BID.

De pronto, nos enteramos que el doctor Baqueiro renunció "por motivos personales". ¿De cuál persona? ¿De él o de los funcionarios comprometidos con los PPS (Proyectos de Prestación de Servicios) que chocaron con su negativa a firmar los onerosos compromisos que éstos entrañan? ¿De la persona de la gobernadora, a quien le preocupa el último año de su gestión y la necesidad de ordenar "como sea" una administración que hace agua por muchos lados? ¿De quién requiere "manga ancha y cartera abierta" para hacer de las suyas en los proyectos del BID?

El nuevo titular de Planeación, Ulises Carrillo, ya estableció su prioridad: los PPS para tres hospitales. No hay duda: llegó el tiempo de los "Sí", aunque sólo sea para los contratos de Prestación de Servicios.

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