Carne de cerdo a Japón, ¿certificación sanitaria en riesgo?
Dulce María Sauri Riancho
Una nota guardada entre la información sobre la tragedia sufrida por los japoneses daba cuenta de la preocupación de los exportadores de carne de cerdo producida en México hacia los mercados de ese país. Temían que, a consecuencia del terremoto, la población japonesa dejara de hacer sus compras habituales y las autoridades impusieran restricciones extraordinarias al acceso de sus productos.
El mercado japonés de alimentos es uno de los más importantes y exigentes del mundo en cuanto a calidad, presentación y desde luego, higiene de todo lo que ahí se vende. Esa exigencia es compensada sobradamente por los elevados precios que pagan los consumidores japoneses por la fruta, el pescado y la carne. La mitad de los productos alimenticios de Japón provienen de fuera. No puede participar cualquier empresa en ese rico mercado, ni es admitido por las autoridades japonesas cualquier tipo de productos. Sólo los mejores, los que reúnen todos los requisitos de calidad pueden llegar a los anaqueles y refrigeradores de las tiendas de Japón.
La carne de cerdo producida en Yucatán ha logrado introducirse en este exigente mercado. Pocas veces se destaca que nuestra entidad es la tercera productora nacional en materia porcícola. Que es un agronegocio con avanzada tecnología y una excelente organización. Que los productores pertenecen al sector privado y a grupos ejidales. Que, aunque dominado por una gran empresa privada de corte nacional, también los medianos y pequeños productores participan.
Todavía en la década de 1980, hace menos de 30 años, las carnicerías de Mérida se abastecían principalmente del cerdo que provenía del Bajío, en especial de Michoacán. Una y otra vez se decía que Yucatán nunca podría producir lo necesario para hacer el guiso tradicional del frijol con puerco o la cochinita pibil porque en el campo yucateco no se producían granos para alimentar a los cerdos y traerlos de fuera costaba mucho por los fletes que había que pagar.
Al inicio de los años 90 la terminal de granos del puerto de altura de Progreso comenzó a operar; entonces se establecieron las primeras grandes explotaciones porcícolas. Barcos de gran capacidad traían sorgo y maíz. Las granjas de cerdos producían miles de animales para la engorda. Era claro que la población peninsular no podría comer toda la producción, que habría que colocarla en el mercado nacional, compitiendo con los tradicionales "reyes del Bajío".
Fue entonces cuando comenzó en Yucatán el ambicioso programa sanitario para erradicar la fiebre porcina clásica (o cólera porcino) y otras enfermedades de los cerdos. Era la única vía para colocar el enorme excedente de producción. Se estableció un "cerco sanitario" en torno a la entidad y, por varios años, no se permitió traer de fuera jamones o cualquier clase de alimento que incluyera carne de cerdo. Finalmente se obtuvo la ansiada certificación sanitaria que colocó a Yucatán junto con Sonora como las dos únicas entidades del país en condiciones de vender carne de cerdo al extranjero, incluyendo Estados Unidos y Japón.
Como en otros asuntos, en materia sanitaria nunca se puede bajar la guardia, ni los productores ni las autoridades. Parte de la alerta permanente tiene que ver con el programa de sanidad animal que en forma coordinada realiza la Secretaría de Agricultura (Sagarpa) federal con la Secretaría de Fomento Agropecuario estatal. Los dos gobiernos aportan personal y recursos para sostener la red de monitoreo y vigilancia, que permite detectar rápidamente cualquier problema y combatirlo a tiempo.
La difícil relación entre el gobierno del estado y la representación federal de la Sagarpa ya alcanzó al programa de sanidad animal. Al parecer el gobierno estatal no ha dado su participación. Es el dinero, sí. Es la indispensable colaboración entre autoridades, también. Pero sobre todo, no debe ponerse en riesgo un programa vital para una de las muy contadas actividades agropecuarias que han tenido éxito en Yucatán, que nos ponen en el mapa productivo nacional y mundial.
La carne de cerdo yucateca regresará a Japón muy pronto, si el estado conserva su certificación sanitaria. No podemos darnos el lujo de quitar el dedo del renglón: las autoridades estatales tienen que dar su aportación, sin excusas ni pretextos.- Mérida, Yucatán.
El mercado japonés de alimentos es uno de los más importantes y exigentes del mundo en cuanto a calidad, presentación y desde luego, higiene de todo lo que ahí se vende. Esa exigencia es compensada sobradamente por los elevados precios que pagan los consumidores japoneses por la fruta, el pescado y la carne. La mitad de los productos alimenticios de Japón provienen de fuera. No puede participar cualquier empresa en ese rico mercado, ni es admitido por las autoridades japonesas cualquier tipo de productos. Sólo los mejores, los que reúnen todos los requisitos de calidad pueden llegar a los anaqueles y refrigeradores de las tiendas de Japón.
La carne de cerdo producida en Yucatán ha logrado introducirse en este exigente mercado. Pocas veces se destaca que nuestra entidad es la tercera productora nacional en materia porcícola. Que es un agronegocio con avanzada tecnología y una excelente organización. Que los productores pertenecen al sector privado y a grupos ejidales. Que, aunque dominado por una gran empresa privada de corte nacional, también los medianos y pequeños productores participan.
Todavía en la década de 1980, hace menos de 30 años, las carnicerías de Mérida se abastecían principalmente del cerdo que provenía del Bajío, en especial de Michoacán. Una y otra vez se decía que Yucatán nunca podría producir lo necesario para hacer el guiso tradicional del frijol con puerco o la cochinita pibil porque en el campo yucateco no se producían granos para alimentar a los cerdos y traerlos de fuera costaba mucho por los fletes que había que pagar.
Al inicio de los años 90 la terminal de granos del puerto de altura de Progreso comenzó a operar; entonces se establecieron las primeras grandes explotaciones porcícolas. Barcos de gran capacidad traían sorgo y maíz. Las granjas de cerdos producían miles de animales para la engorda. Era claro que la población peninsular no podría comer toda la producción, que habría que colocarla en el mercado nacional, compitiendo con los tradicionales "reyes del Bajío".
Fue entonces cuando comenzó en Yucatán el ambicioso programa sanitario para erradicar la fiebre porcina clásica (o cólera porcino) y otras enfermedades de los cerdos. Era la única vía para colocar el enorme excedente de producción. Se estableció un "cerco sanitario" en torno a la entidad y, por varios años, no se permitió traer de fuera jamones o cualquier clase de alimento que incluyera carne de cerdo. Finalmente se obtuvo la ansiada certificación sanitaria que colocó a Yucatán junto con Sonora como las dos únicas entidades del país en condiciones de vender carne de cerdo al extranjero, incluyendo Estados Unidos y Japón.
Como en otros asuntos, en materia sanitaria nunca se puede bajar la guardia, ni los productores ni las autoridades. Parte de la alerta permanente tiene que ver con el programa de sanidad animal que en forma coordinada realiza la Secretaría de Agricultura (Sagarpa) federal con la Secretaría de Fomento Agropecuario estatal. Los dos gobiernos aportan personal y recursos para sostener la red de monitoreo y vigilancia, que permite detectar rápidamente cualquier problema y combatirlo a tiempo.
La difícil relación entre el gobierno del estado y la representación federal de la Sagarpa ya alcanzó al programa de sanidad animal. Al parecer el gobierno estatal no ha dado su participación. Es el dinero, sí. Es la indispensable colaboración entre autoridades, también. Pero sobre todo, no debe ponerse en riesgo un programa vital para una de las muy contadas actividades agropecuarias que han tenido éxito en Yucatán, que nos ponen en el mapa productivo nacional y mundial.
La carne de cerdo yucateca regresará a Japón muy pronto, si el estado conserva su certificación sanitaria. No podemos darnos el lujo de quitar el dedo del renglón: las autoridades estatales tienen que dar su aportación, sin excusas ni pretextos.- Mérida, Yucatán.