Baúl de sueños rotos. Cambios en las cumbres partidistas

Dulce María Sauri Riancho

Falta poco más de 15 meses para la elección del 1 de julio de 2012. Los partidos nacionales han comenzado a ejecutar la parte más visible de su preparación: los cambios de sus dirigencias. El PAN lo hizo hace unas semanas; el PRI, el pasado viernes 4.

El PRD una vez más se encuentra envuelto en una serie de turbulencias internas que tendrán consecuencias más allá del propio partido. Las alianzas electorales con el PAN prácticamente lo han dividido entre aquellos que las impulsan y defienden como una alternativa real para vencer al PRI y quienes las consideran una abdicación a sus principios. En medio de esta compleja situación tendrán que resolver sobre su presidencia nacional en fecha próxima.

En cuanto al PAN, las recientes palabras del presidente de la República en su Consejo Nacional parecen abrir la posibilidad de postular a un candidato (o candidata) del propio partido o "de la sociedad", es decir un ciudadano sin militancia previa. Pero el PAN no es el PRI en que las palabras presidenciales eran línea a seguir. En varias y significativas ocasiones ha decidido lo contrario de la voluntad presidencial. La muestra más visible es la candidatura del propio Felipe Calderón, el "hijo desobediente" de Vicente Fox.

En el PRI nacional, por primera vez desde 1964 (¡sí, hace 47 años!) una dirigencia electa para un periodo estatutario lo concluye. No es cosa menor para un partido que en su nombre lleva lo "institucional". El relevo se realizó en forma tersa, con una intensa negociación interna que llevó a una candidatura única. La expectativa de triunfo que se avizora en 2012 es el más poderoso bálsamo de las heridas y es fuerte argamasa de la unidad.

En el lenguaje clásico-popular, el PRI es "la retadora" del PAN a 15 meses de la elección presidencial. La tarea de su nueva dirigencia será complicada. Por una parte tendrá que mantener y consolidar los equilibrios internos, no dejarse avasallar por los intereses de los gobernadores al designar candidatos, que tan caro le costó en varios procesos recientes, y al manejar las estructuras partidistas como si fueran su propiedad exclusiva, escriturada a perpetuidad. Por la otra, habrá de mantener el diálogo y la negociación con los mismos gobernadores, hoy por hoy, depositarios de la fuerza real del PRI. Su primera prueba será la selección de los candidatos a gobernador de Nayarit y Estado de México, que tendrán elecciones el primer domingo de julio próximo.

Pero el desafío más importante del PRI estriba en presentar una verdadera alternativa de transformación del país. Tendría que haber una respuesta clara, indubitable a la pregunta: "¿para qué quiere ganar el PRI la presidencia de la república?". ¿Dónde están las diferencias en relación con los asuntos que importan verdaderamente a la sociedad: encontrar un empleo digno, decente; tener acceso a educación y servicios de salud de calidad; combatir con efectividad la pobreza y marginación; recuperar la seguridad; castigar la corrupción? En un ambiente en que las palabras cada vez valen menos, los hechos toman la voz, tanto en lo realizado por las autoridades como en aquellas promesas incumplidas que sólo sirvieron para ganar votos el día de la elección.

En Yucatán, PAN y PRI también se aprestan a renovar a sus líderes. El PAN aún no señala con precisión las fechas del próximo relevo de su actual presidenta. En el caso del PRI, desde 2008 ha tenido cuatro presidentes y se prepara a elegir al ex oficial mayor de Gobierno para completar el periodo de cuatro años.

Al revés que a nivel nacional, aquí el PRI es gobierno y el PAN, "la retadora". Los aprestos priistas van enfocados a garantizar un nuevo triunfo electoral. El primer paso será el cambio de directiva estatal, pues no sería suficiente con ser acompañante frecuente de la titular del Ejecutivo para la etapa que se aproxima, de una intensa operación política en los municipios donde los aspirantes a alcaldes abundan. De los otros aspirantes a diputados federales y senadores, y principalmente al gobierno del Estado, se encargará en forma exclusiva la gobernadora.

Las cuentas de los hechos no son las mejores. La economía de un porcentaje creciente de familias yucatecas depende de las transferencias monetarias vía subsidios que les otorga el gobierno a través de programas como Oportunidades, que atiende a tres de cada 10 hogares. El empleo informal -sin salario digno, sin seguridad social- se ha multiplicado. En el campo, el asistencialismo ha suplido a las políticas institucionales de fomento a la producción. Falta una estrategia articulada entre acciones e inversiones públicas. La opacidad en el manejo de los recursos parece haber sentado sus reales en la administración estatal y en parte de la federal.

Cada tres, seis años tímidamente se despierta la esperanza de que -ahora sí- lleguen los anhelados cambios. Se suceden los partidos, las personas y la situación sigue igual, si no peor. El baúl de los sueños rotos sí tiene fondo y se puede llenar. Entonces, ¿qué pasará?

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