Yucatecos de agosto, son inspiración.

Dulce María Sauri Riancho

Agosto los reunió. Fueron personajes que hicieron camino en el ámbito de su desempeño. Coincidieron en la etapa de transformación profunda de la economía y la sociedad yucatecas. Víctor Cervera fue un destacado político; después de Felipe Carrillo Puerto, quizá el más destacado del siglo XX. Héctor Herrera “Cholo” brilló en los escenarios del teatro regional. Alberto Sauri, mi padre, fue un emprendedor que supo impulsar nuevas actividades económicas.

Nacidos entre 1922 y 1936, el político, el actor y el empresario vivieron la etapa del auge henequenero de la postguerra y la fase de su decadencia. El de mayor edad, como gerente de una cordelería e impulsor de negocios diversificados; el más joven —Cervera— como dirigente campesino y gobernador 10 años; y “Cholo”, como parte de una familia de tradición histriónica, incursionaba desde temprano en las tablas del Distrito Federal, hasta arraigar definitivamente en Yucatán. Uno, Alberto, nació el 14; “Cholo” y Víctor murieron el 4 y el 18.

El político. Víctor Cervera siempre estuvo ligado profundamente a las causas populares yucatecas. Dirigente estudiantil en sus inicios, pronto se vinculó a las luchas campesinas por la reivindicación de sus derechos como ejidatarios henequeneros. La permanente tensión entre el gobierno y sus instituciones dedicadas al financiamiento de la actividad henequenera y los miles de campesinos ejidatarios y parcelarios que cultivaban la planta se traducía periódicamente en grandes movilizaciones para demandar aumento del precio de la fibra.

Cervera fue parte del primer ciclo completo de la alternancia política en el municipio de Mérida cuando el PRI en 1970 ganó la presidencia que había encabezado don Víctor Correa Rachó, primer alcalde panista.

“¡Cualquiera menos Cervera!”, se volvió una frase común en los altos círculos priístas cuando se aproximaban las decisiones sobre la candidatura al gobierno del Estado. Esta exclusión habría de traer consecuencias políticas, en particular en 1981, cuando el PRI prefirió la candidatura del senador general, don Graciliano, en vez de la del senador dirigente nacional de la CNC.

El primer gobierno de Víctor Cervera duró 4 años. Reacio al gasto que juzgaba dispendioso en publicidad y propaganda, ni siquiera aceptó posar para la tradicional foto oficial que forma parte de las oficinas de la burocracia. Hubo necesidad de “exhumar” su imagen de los carteles de la campaña política al Senado para satisfacer la demanda de los alcaldes. Esta actitud de austeridad permanente se reflejaba en su atuendo: guayabera blanca de manga larga y pantalones caqui, acompañados de botas mineras café.

En sus dos gobiernos, Cervera supo combinar la ayuda indispensable para los más desvalidos con el desarrollo de programas gubernamentales para fomentar la producción. “Ayúdate, que el gobierno te ayudará”, norma que cumplió en las máquinas de coser a crédito, en las semillas y aperos de labranza, en el alambre para los cercos, entre otras. Nunca humilló con la caridad condescendiente a los más humildes; confió en su pueblo y en sus capacidades, en la versatilidad de las manos callosas del trabajo del campo que se transformaban en los dedos habilidosos de la costura en las plantas maquiladoras.

El artista. Héctor Herrera levantó la alicaída bandera del teatro regional, heredero de las mejores tradiciones de picaresca política y de la ironía como arma de lucha. Desde “Don Toribio de la Tetera”, crónica novelada de la caída del gobernador Tomás Marentes en 1953, y la correspondiente obra de teatro, “Mama es Tenabo”, la cartelera de temporada siempre reflejó los diversos intereses y las preocupaciones de la sociedad. Por eso cuando los tiempos políticos se acercaban, las caracterizaciones de los aspirantes a gobernador tomaban el escenario con la maestría de “Cholo”, capaz de dar vida lo mismo al “Hombre de Pekín” (Manzanilla Schaffer) que al “Granjero” o al “General”, o al hiperkinético líder de la CNC en aquel año de 1981; hasta la muy actual representación de “El tren-bola”. La pluralidad y la alternancia se expresaron permanentemente en su foro, tanto el de la calle 64 como en el de la avenida Reforma, gracias al arrojo de “Cholo” y su inseparable “Tina Tuyub”. Acumuló risas y reconocimiento, pero no dinero ni bienes materiales. Así se fue el día 4. Más que un actor, fue un artista que hizo surgir en su público lo mejor de sí mismo.

El empresario. Alberto Sauri se hizo a sí mismo. Como gerente de una cordelería de tamaño mediano, viajaba durante el duro invierno norteamericano a vender hilo y jarcia; aprendió inglés sobre la marcha, intentando hacer negocios. Cuando el dueño de la empresa se la vendió al gobierno, mi padre enfrentó la incertidumbre con la actitud de arrojo y la creatividad que lo caracterizaron: se decidió a iniciar una nueva agroindustria: la avicultura, desde la incubación de pollos, engorda y producción de huevos, que pasó de una actividad de traspatio a un negocio tecnificado, con altos estándares de calidad. Incursionó en la comercialización de chile habanero para uso industrial; exportó durante muchos años aletas y pieles de tiburón; tuvo apiarios y hasta intentó producir sal en Celestún. Fue presidente del Centro Patronal en el significativo periodo 1966-1968, su única incursión en la política empresarial. Hasta el final de sus días, donde otros veían obstáculos, él percibía oportunidades.

Estos yucatecos de agosto tuvieron algo más en común que su pertenencia a una generación: fue su profundo amor por esta tierra, manifestado en diferentes formas; fue la confianza en su futuro. Sobrellevaron adversidades, de negocios, de política; supieron superarlas y continuar adelante. Por eso son y seguirán siendo inspiración, unos, “Cholo” y Víctor, de muchos; otro, Alberto, mi padre, de su familia y amigos. Ana Laura Rihani. A esta joven ingeniera en sistemas, agosto también se la llevó.— Mérida, Yucatán.

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