Puente entre dos mundos

Día internacional de la mujer

Columna publicada el día de hoy en el Diario de Yucatán,
Dulce María Sauri.


Como parte de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer se genera y divulga mucha información sobre la situación de las mujeres en México y en Yucatán. Ilustrados con datos, en diversos foros se presenta la situación actual de las mujeres en la larga lucha por el ejercicio pleno de sus derechos. Las cifras dan la oportunidad de encontrar dónde están los rezagos; permiten ponderar la magnitud del esfuerzo a realizar; refuerzan las propuestas de políticas públicas y programas que abonen la igualdad de oportunidades para las mujeres.

Elegí tres puntos a destacar del informe que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi)? divulgó en ocasión del 8 de marzo: el analfabetismo entre las mujeres, el trabajo no remunerado y los hogares con jefatura femenina.

Gobiernos van y vienen, pero el porcentaje de mujeres mayores de 15 años que no saben leer y escribir sigue siendo más elevado que el de los hombres, y muy por arriba del promedio nacional. Si cerca de la mitad de las mujeres de Tahdziu, Mayapán y Chemax no pueden siquiera escribir su nombre, leer los anuncios o los documentos del Procampo, de Oportunidades y de otros programas gubernamentales, si sólo pueden poner su huella cuando reciben cobertores, zapatos para sus hijos, ¿cómo pueden ejercer sus derechos ciudadanos? ¿Sería mucho pedir una decidida acción pública para erradicar el analfabetismo en Yucatán? No me respondan que no se puede en una población mayahablante, si fue factible en Hidalgo, donde hablan náhuatl, otomí y otras lenguas indígenas.

En Yucatán existen 443,000 hogares; 80% está encabezado por un hombre; 20%, por una mujer. Esto significa que en casi 90,000 familias yucatecas una mujer es la responsable de llevar el sustento, cuidar y dar seguridad a los miembros de la familia. Y la proporción crece por el aumento de los divorcios (en Mérida, en 2008, por cada 100 matrimonios se registraron 28 divorcios) y por el mayor número de mujeres viudas, resultado de una mayor esperanza de vida.

Éste es un cambio de la mayor importancia social. Sin embargo, si las mujeres tienen condiciones precarias de educación, porque de cada 100 casi la mitad ni siquiera consiguió concluir la primaria o es analfabeta, ¿qué clase de empleo puede conseguir? ¿Con qué salario? Además, a los empleadores no les gusta que tengan hijos a su cargo, pues consideran que su atención reduce la productividad.

Otro aspecto relevante de los hogares encabezados por mujeres tiene que ver con el cuidado de los ancianos. Si en casi la cuarta parte de las familias se encuentran una o más personas consideradas “adulta mayor”, este número es más elevado —casi una tercera parte— en los hogares con jefatura femenina.

Esto significa que las mujeres en esa condición no sólo se hacen cargo de los menores, sino también de los padres, tíos o parientes ancianos. Para salir adelante, todos trabajan desde edad temprana, a diferencia de las familias con jefatura masculina donde el mayor ingreso del padre permite postergar la entrada de los menores al mercado de trabajo.

¡Que el 57% de las mujeres mayores de 14 años no trabajan! No lo harán en una fábrica, oficina o comercio. Sí lo hacen todas en el hogar: cocinando, limpiando la casa, lavando la ropa, cuidando a los hijos, a los ancianos, realizando la compra y, desgraciadamente, acarreando el agua y juntando leña para alimentar los fogones. La enorme diferencia es que ese trabajo de sol a sol no tiene remuneración económica, ni siquiera se le otorga valor. Se considera una obligación de las mujeres por su condición de género, por ser madres, esposas, hijas.

En Yucatán, 369,000 mujeres mayores de 14 años (48.8%) trabajan fuera del hogar y, de esas, más de 33,000 (8.9%) trabajan en los pequeños negocios familiares sin recibir pago alguno. Por si fuera poco, ellas regresan a realizar las tareas domésticas, casi sin excepción. No son muchas las que pueden pagar por ayuda —servicio doméstico—, por lo que, una vez que terminan en la oficina, bajan la cortina del negocio o checan su tarjeta de asistencia, se van a su casa a cocinar, lavar y planchar, cuando menos.

El reto fundamental que enfrentamos como sociedad que pretende avanzar hacia el pleno ejercicio de los derechos de sus integrantes es la armonización de dos mundos que aparecen separados por un abismo: uno, el mundo laboral, del trabajo remunerado, dominado durante muchos años por los hombres y al cual cada vez más mujeres ingresan, por vocación o por necesidad. Otro, el mundo familiar, donde el trabajo de las mujeres asegura que los miembros de la familia tengan comida, ropa limpia, salud, cuidados para salir a trabajar, a estudiar.

Ya no es responsabilidad única de los hombres proveer a sus familias de lo necesario; cada vez más mujeres la comparten o la tienen en forma exclusiva. Pero el trabajo doméstico —el de la reproducción social— continúa gravitando sobre las espaldas de las mujeres.

Necesitamos tender un puente entre los dos mundos y hacer que el Estado —el gobierno y sus instituciones— aplique políticas públicas para la jornada escolar de tiempo completo, para fortalecer los programas de estancias infantiles, para desarrollar centros de atención a los adultos mayores, para hacer rentables y accesibles los negocios de lavado de ropa, cocinas económicas, entre otros. Estas son algunas medidas concretas para armonizarlos. Ganamos las mujeres. Ganamos todos.— Mérida, Yucatán.

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