Por alusiones personales: Los acuerdos del PRI con los gobiernos del PAN

Alusiones personales


Como torrente incontenible atizaron el caldeado ambiente político nacional, las declaraciones de diversos personajes acerca de los –hasta hace poco- inconfesables acuerdos entre el gobierno, su partido y el PRI.


“Por alusiones personales” es una frase utilizada en los ambientes parlamentarios para solicitar el uso de la palabra cuando, en el transcurso del debate, uno de los legisladores se siente aludido y decide intervenir para precisar o rectificar una afirmación de alguno de sus pares.


Me asumo aludida. Lo fui por Xóchitl Gálvez cuando habló de las negociaciones y lo que calificó de “chantajes del PRI” durante del gobierno de Vicente Fox, quien también puso su “grano de arena”, al hablar de los incumplimientos de Roberto Madrazo y de Beatriz Paredes, entiendo que cuando presidía la Cámara de Diputados, en 2001. Sin embargo, las imputaciones del ex-Presidente Fox podrían dejar la impresión de que, durante su administración, se tejieron acuerdos con algunos dirigentes priístas, que sí se respetaron.


No puedo dejar de sentirme aludida. Presidí el Comité Ejecutivo Nacional del PRI, del 30 de noviembre de 1999, al 4 de marzo de 2002. Esto significa que mi responsabilidad en el máximo órgano de dirigencia partidista coincidió con los primeros 15 meses de la gestión de Vicente Fox.


La relación con el nuevo gobierno federal panista fue, desde sus inicios, compleja, plagada de mutuas desconfianzas, incómoda para los más directamente involucrados, como era el caso de la dirigencia nacional del PRI, los gobernadores priístas y el Ejecutivo federal, en particular, el Presidente y el Secretario de Gobernación, Santiago Creel.


Acuerdos, sí: ¿hasta dónde?


La construcción de acuerdos es parte fundamental del ejercicio de la política. Así lo entiendo. Sus límites deberían estar marcados por la ley, la ética y la moral pública. No es cierto que todo se vale para ganar una elección o que todo se puede hacer para descarrilar la pretensión de triunfo del adversario. Tampoco considero que sea válido convertir la aplicación de la ley en instancia de presión a favor o en contra de alguno de los involucrados: procedo, si no me respaldas en lo que pretendo; dejo pasar, me hago el disimulado, si colaboras a mi gusto y conveniencia. Estas conductas pueden ser eficaces en el corto plazo. A la larga, el engaño y la simulación acaban por devastar la moral de la sociedad en su conjunto y afectar a sus mismos promotores.


Los contactos entre el nuevo gobierno y la nueva oposición


En los primeros meses de gobierno, a mediados de 2001, recibí el ofrecimiento de la Secretaría de la Función Pública para presentarle al PRI el nuevo programa de combate a la corrupción a cargo de esa dependencia. Acepté y solicité la realización del evento en la propia sede del CEN, en presencia del Comité en su conjunto. Asistieron el secretario Francisco Barrio y se incorporó el Secretario de Gobernación. Los medios de comunicación, invitados también, dieron cuenta de esa reunión, inédita en la historia política del país, de los temas y del alcance de las palabras de los secretarios expositores. Nada oculto, todo sujeto al escrutinio público, comenzando por el de la militancia priísta.


Desde la derrota en la elección presidencial, el PRI estuvo sujeto a los pronósticos de su inminente desaparición. Primero, que no habría de superar los días inmediatos al 2 de julio; después, que no pasaba el 1º de diciembre, fecha de la toma de posesión del Presidente panista. Más adelante, la especulación se concentró en que no podría reunir a su Consejo Nacional, dadas las condiciones de “orfandad política” en que se encontraba sumido. En ese ambiente fue convocada la XL Sesión del CPN, con sus 320 integrantes, para deliberar y debatir durante 3 días una amplia agenda temática, que arrancó con el informe y debate de los resultados del proceso electoral, continúo con las líneas generales de la propuesta programática, para culminar con la determinación de las fechas para la realización de la Asamblea Nacional que habría de reformar los documentos básicos partidistas.


Ixtapan de la Sal y el IVA


Ixtapan de la Sal fue el escenario del debate. Entre los puntos fundamentales que se abordaron y definieron estuvo la posición del PRI frente a la propuesta del gobierno de Vicente Fox de aplicar el IVA de 15 por ciento a los alimentos y a las medicinas. La discusión interna –presenciada por los representantes de los medios de comunicación mediante un circuito cerrado de televisión- fue intensa. Por una parte, los planteamientos de un grupo de consejeros que demandaban el rechazo tajante a cualquier apoyo de la mayoría relativa del PRI en las dos cámaras a esta propuesta gubernamental. Por la otra, la de los coordinadores parlamentarios, que demandaban la libertad de los legisladores para votar lo más conveniente para el país y el partido, sin restricción alguna.


Venció la posición del “No al IVA a los alimentos y medicinas”. Aunque no formaba parte del Programa de Acción del partido, la definición del Consejo fue acompañada de una gran legitimidad, al haber sido debatida y votada internamente. Así, como presidenta del CEN, recibí del Consejo Nacional el mandato de defender la “tasa cero” a estos productos.


La negociación del “paquete económico” 2002


El Ejecutivo Federal presentó su iniciativa de reforma fiscal para el ejercicio 2002, que incluía el tan comentado incremento del IVA. El cabildeo con los priístas se había iniciado por parte del gobierno. Eran los días en que el Presidente decía que carecía de un interlocutor claro con el PRI, que si eran los gobernadores, los coordinadores parlamentarios o la presidenta. Sí, éramos todos, conforme a las reglas políticas que recién comenzaban a perfilarse. Pero en el tema del IVA no podría haber confusión: había mandato de rechazo. Nunca tuve duda de ello.


A principios de noviembre de 2001, avanzada la discusión legislativa sobre el “paquete económico” que incluía la reforma fiscal, fui invitada a la Residencia Oficial de Los Pinos a sostener mi primera y única entrevista con el Presidente de la República. De inmediato, al percibir la importancia de la reunión, le solicité al Secretario General del CEN, Rodolfo Echeverría, que me acompañara. Sabía, intuía, que el tema central habría de ser el tan mentado incremento al IVA. Los argumentos a favor menudeaban en los medios de comunicación: que si habría de recaudarse una cifra récord, de 120 mil millones de pesos; que ayudaría a reducir la evasión fiscal y evitar las devoluciones multimillonarias a los fabricantes de alimentos y medicinas, etc.


En contra estaba la inmensa mayoría de la población mexicana, que no quería ver aumentada su condición de pobreza o su precariedad económica.


Ignoro si alguno de los relevantes actores políticos priístas se dejó convencer por los argumentos gubernamentales a favor del aumento del IVA. Abiertamente, ante mí, ninguno lo admitió: no hubo gobernador o coordinador parlamentario –del Senado o de la Cámara de Diputados- que en corto me hubiese siquiera insinuado que había que aprobar la iniciativa presidencial. Ese era el contexto de la reunión en Los Pinos.


Un encuentro en Los Pinos


Había preparado un conjunto de fotocopias de algunos periódicos de abril y de mayo de 1995, cuando fue aprobada la nueva Ley del IVA, la que incrementó la tasa general del 10 hasta el 15 por ciento. La severa crisis económica que vivía entonces el país, consecuencia del “error de diciembre”, había demandado medidas extraordinarias, una de ellas de gran impacto recaudatorio y de graves efectos para la población. Acción Nacional, en su papel de opositor, se había negado rotundamente a avalar con sus votos en el Congreso las medidas de rescate económico propuestas por el Ejecutivo Federal. La amplia mayoría del PRI fue suficiente para avalar las iniciativas presidenciales, previo intenso y ríspido debate interno.


Acción Nacional decidió aprovechar a su favor el rechazo popular a las medidas de austeridad y rescate económico. En la prensa de la Ciudad de México y de muchos estados, publicó desplegados en los que denunciaba la actuación de los diputados del PRI, acompañados de sus fotografías y direcciones particulares, incitando de esa manera a los inconformes, a protestar en contra de los priístas, aún en sus domicilios.


Vicente Fox era candidato al gobierno de Guanajuato en esas fechas de 1995. Su rechazo a las medidas fue total, en particular al alza de la tasa general del IVA. Así lo publicó en los periódicos guanajuatenses, además de volantearlo y, de acuerdo a las notas de esos días, también lo divulgó a través de estaciones locales de radio.


Sentados en torno a la mesa de su oficina y acompañado por el secretario Creel, fui cuestionada por el Presidente sobre la posición definitiva del PRI acerca del incremento del IVA. Mi respuesta fue que hacía míos los argumentos de Fox candidato al gobierno de Guanajuato, expresados en las notas periodísticas y en los desplegados que mandó publicar: no al IVA, en este caso, a alimentos y medicinas. Le entregué las fotocopias de los documentos.


El rostro del Presidente Fox reflejó asombro. Se apuró a manifestarme que las circunstancias habían cambiado mucho en 6 años; que ahora sí era necesario, que era viable aumentar el IVA y devolverlo “copeteado” a los más pobres. Yo insistí que los argumentos de entonces lamentablemente tenían aún vigencia: que empobrecían más a los más pobres, que son los que gastan la proporción más alta de sus escasos ingresos en comprar comida y si alcanza, medicinas.


Esbozamos algunas observaciones más, pero las posiciones estaban marcadas: la dirigencia del PRI, sin subterfugios o medias palabras, rechazaba apoyar la iniciativa de incrementar el IVA. Fue entonces que el Presidente me expresó que, en tales circunstancias, cada quien quedaba libre de hacer “lo que le corresponda”.


Lingotes de oro por cacahuates


Había cambiado el partido en la Presidencia de la República pero no la fuerza de las palabras presidenciales. En ese entonces, la institución presidencial no registraba el deterioro a que se vió sometida durante el mandato foxista. En la forma y en el tono, percibí la amenaza inminente. Por eso, la misma tarde de aquella reunión, convoqué al CEN para narrarles con detalle el desarrollo de la entrevista y evaluar, en conjunto, los posibles alcances del “cada quien lo que le corresponda”.


En ningún momento dudé sobre cuál debería ser mi posición. No podía fallarle a mis compañeros, ni por conveniencia ni por miedo. Sabía, por convicción ética y por experiencia, que la aplicación de la ley no se debe ni se puede negociar; que más temprano que tarde, ese tipo de acuerdos espurios se rompen; que causan un mal mayor del que tratan de evitar cuando se conciertan.


Unos días después de la reunión en Los Pinos, el Secretario de la Función Pública, Francisco Barrio formuló su célebre sentencia de que “no habrían de cambiar lingotes de oro por cacahuates…”. Los hechos mostraron que los supuestos cacahuates eran los incrementos del IVA que no respaldó la mayoría priísta y que, en consecuencia, no se aprobaron. Los lingotes de oro los identificó Barrio con el caso PEMEX, acusación contra el financiamiento de la campaña presidencial del PRI, los altos funcionarios de la paraestatal en esa etapa y los dirigentes del sindicato petrolero.


El PRI de los acuerdos …que no se cumplieron


No fue casual que el llamado “Pemexgate” se iniciase a mediados del mes de diciembre de 2001, con la detención de tres funcionarios del PRI. Fue el 19 de enero de 2002, recién iniciado el proceso interno para la elección de la nueva dirigencia nacional, con Beatriz Paredes y Roberto Madrazo en campaña, cuando la investigación fue revelada en un periódico nacional. Una vorágine de confusión se apoderó de la campaña; los rumores que corrían entonces establecían que la fórmula de Madrazo se había comprometido con el propio Presidente Fox a impulsar la reforma fiscal que incluía como pieza central al IVA; que, a cambio, el gobierno panista intensificaría las investigaciones sobre el caso PEMEX, buscando impedir cualquier posibilidad de triunfo de su rival, como de hecho ocurrió.


Años después, los testimonios de Jorge Castañeda y Rubén Aguilar (La Diferencia, Radiografía de un Sexenio; 2007), así como de la profesora Elba Esther Gordillo (entrevista de Adela Micha), permitieron confirmar su veracidad; que, efectivamente, se había concertado un acuerdo entre el Presidente Fox y la fórmula Madrazo-Gordillo en pleno proceso electivo del PRI. Acuerdo y relación que se hizo patente en la inédita reunión pública del nuevo comité nacional del PRI con el Presidente Fox, en los jardines de Los Pinos.


Pero esa es otra historia, que a mí no me corresponde contar.


Dulce María Sauri, Marzo 9, 2010

Entradas populares de este blog

Vieja virtud: "Veo, oigo y ¿callo?

Yucatán: fortalezas, debilidades, amenazas, oportunidades

Reelección consecutiva | Costos y beneficios