De las Adelitas a las Juanitas: la lucha de las invisibles
Editorial publicada por el Centro de Inteligencia Política (CEINPOL), Enero de 2010.
Dulce María Sauri Riancho
“Cámara, ya llegué; Cámara, ya me fui”
Casi inadvertido pasó un hecho de la mayor trascendencia política. Por primera vez,
En la primera sesión ordinaria de la actual LXI Legislatura de
El escándalo que se suscitó en la recién estrenada legislatura fue de antología. Entre la novatez y el nerviosismo de la nueva mesa directiva, la falta de experiencia de su presidente en los procedimientos del pleno y la justificada indignación de un número importante de diputados, transcurrió el primer debate de los tres años.
Los argumentos formales señalaban que habría que “obsequiar” –conceder- las solicitudes, puesto que era la voluntad de las legisladoras retirarse de sus cargos; que bastaba simplemente conque la manifestaran.
Otro grupo, esencialmente mujeres, argumentó que el Pleno estaba en presencia de un “fraude a la ley”. Que sólo para cumplir con el requisito establecido en el artículo 219 del COFIPE se habían incluido las candidaturas de mujeres como propietarias, puesto que el 40 por ciento se había vuelto obligatorio después de la reforma electoral de 2007.
Las participantes en el debate denunciaron una red de intereses y componendas al interior de los partidos políticos para inscribir a las mujeres acompañadas de suplentes del sexo masculino. Pero no eran hombres cualesquiera. Uno era esposo, otro hijo, cuñado o jefe. Toda clase de combinaciones que ilustran el abuso de poder que se ejerce contra las mujeres, aun las que ocupan puestos de alta responsabilidad.
Nacen las “juanitas”
El ingenio popular bautizó a las diputadas renunciantes como las “juanitas”, intentando así resaltar las semejanzas con Rafael Acosta, “Juanito”, candidato ganador en Iztapalapa, comprometido a ceder su cargo. Otro calificativo menos ingenioso y más ilustrativo fue el de “vientres de alquiler”, responsabilizadas de dar a luz a un diputado varón y entregarlo a sus verdaderos padres, sus compañeros legisladores.
Ese 3 de septiembre la mayoría priísta se batió en retirada. Su vice coordinador solicitó el retorno de las solicitudes a
Estos se dieron hasta entrado octubre, en que se concedió licencia a Katia Garza Romo, del Partido Verde (PVEM) que fue suplida por su esposo Guillermo Cueva Sada. Por auténticas razones de salud, otra diputada, ahora del PANAL, también obtuvo autorización para separarse de su cargo; de igual manera fue sucedida por un hombre.
Lo fuerte vino en diciembre, una vez que concluyó el periodo de sesiones ordinarias. El 22
En el primer período de sesiones las “juanitas” fueron auténticas “almas en pena” que transitaban por los pasillos de San Lázaro como fantasmas que querían ser invisibles. Fueron formalmente integradas a las comisiones de trabajo –todos los legisladores tienen que pertenecer a tres-, pero con la conciencia de su parte y la sensación de sus compañeros de que sólo estaban de paso.
Algunas, las más comprometidas o presionadas por su suplentes masculinos, quisieron seguir la estrategia de no asistencia, con el afán de reunir las 10 faltas reglamentarias que obligaran al Pleno a llamar a sus suplentes. Sólo que esta medida se agotaría en un período de sesiones y al siguiente tendrían el mismo problema.
Las “juanitas desesperadas”
Dos diputadas, quizá las que tenían suplentes más afanosos o desesperados, decidieron la acción directa: solicitaron la intervención del Tribunal Electoral del Poder Judicial de
En el otro, el de Olga Luz Espinosa, diputada de
Conozco al suplente de Yulma Rocha. Trabajé con él en la campaña electoral de 2000. Guillermo Ruiz de Teresa es una persona valiosa. No necesitaría de subterfugios ni trampuchetas para ingresar a
Me pregunto cómo se desenvolverán los suplentes –ahora en funciones de propietarios- en las actividades de
Si no hay la firme convicción y el compromiso de cumplirla, ¿por qué cambiaron la ley electoral los legisladores y establecieron la obligación de las cuotas del 40 por ciento para candidaturas de mujeres? ¿Porque era políticamente correcto y no querían pagar el costo de negarse? ¿Sale más barato retorcer la norma, aunque se tenga que pisotear la dignidad de las mujeres?
Las Adelitas no merecen a las “juanitas”
En este año del centenario del inicio de
Las “juanitas” de la primera década del siglo XXI tienen rostro, nombre y un importante cargo público. También esta denominación –que más bien es un adjetivo- contiene juicios de valor. Por una parte, la subordinación y la aceptación de ser utilizadas y desplazadas cuando hayan cumplido su función. Por la otra, la de los hombres, que todavía ejercen violencia contra las mujeres, entendida como un abuso de poder, del hijo, esposo, cuñado, hermano o del jefe.
Pasar sobre los derechos humanos de las personas con tal de lograr un objetivo, descalifica a los partidos políticos que engañaron a la ciudadanía al presentar a unas candidatas para luego pretender sustituirlas. Habla muy mal de las mujeres que aceptaron; peor, de los hombres que comprometieron el simulacro de las fórmulas con la certeza del control de la mujer propietaria (madre, esposa, cuñada, empleada).
Un grave tropiezo de una larga lucha
Como sistema político, a todos nos debería de avergonzar y preocupar la historia de las “juanitas”. A las y los ciudadanos nos corresponde demandar su corrección y la sanción al fraude moral que cometieron los partidos políticos con tal de arreglar sus problemas internos.
Por lo pronto,
Entre las hazañas de las Adelitas y las actitudes de las “juanitas” transcurrieron muchos años y una intensa lucha de las mujeres para adquirir visibilidad, para tener nombre y apellido, para ejercer los derechos a participar y tomar decisiones en condiciones de igualdad.
Lo vivido, sí, es un retroceso que nos recuerda –a las mujeres y a todos- que la lucha por los derechos no se gana de una vez y para siempre; que el núcleo duro de la resistencia a los cambios está en la cultura de subordinación compartida por ambos sexos. Eso es lo que hay que cambiar, encuéntrese donde se encuentre, así sea en
Dulce María Sauri Riancho