Tiempos de Cárdenas, tiempos de Claudia
Hace 87 años, el 18 de marzo, se realizó la expropiación de
las compañías extranjeras productoras de petróleo en México.
El presidente Lázaro Cárdenas, con el apoyo de la inmensa
mayoría de la población, se enfrentó a los intereses de las grandes
corporaciones que extraían la materia prima de los combustibles que movían
entonces las economías del mundo.
¿Cómo pudo Cárdenas tomar esa medida, con costos mínimos
para el país en su conjunto? Tiene que ver, desde mi perspectiva, con el
conocimiento íntimo de los tiempos: resistir, aguantar, “tejer fino” o sea,
planear. Y esperar el momento, cuando estaba todo preparado, hasta que llegara
la hora de dar el “golpe de timón”.
Cárdenas fue el candidato de Plutarco Elías Calles a la
Presidencia de la República, el primero que gobernaría por seis años y no por
cuatro, como sus antecesores.
General de la Revolución, la carrera militar y política del
michoacano había sido tutelada por el presidente sonorense. Compartían
propósitos y objetivos de gobierno. Lo que decía Calles era aplicado de
inmediato por su leal discípulo. Cierto que hubo algunos destellos de
diferencias durante la campaña que culminaría con la elección del 1o. de julio
de 1934, como el compromiso en Yucatán de atender a los campesinos empobrecidos
frente a la riqueza de la hacienda henequenera.
La lealtad a toda prueba se mostró cuando, siendo presidente
electo, Cárdenas asistió impertérrito al “Grito de Guadalajara”, en el que
Calles llamaba a introducir la educación socialista en la Constitución. Así lo
aprobó la nueva Legislatura (XXXVI), la primera de Cárdenas, cuyos 171
diputados eran leales, incondicionales a la figura del Jefe Máximo de la
Revolución, Plutarco Elías Calles.
En diciembre de 1934, cuando tomó posesión de la Presidencia
de la República, Cárdenas presentó a un gabinete dominado por personajes afines
a Calles: Gobernación, Hacienda, Guerra y Marina, Agricultura, entre los más
destacados secretarios del nuevo gabinete presidencial.
Cárdenas solo tenía Infraestructura y Comunicaciones, con
Francisco Múgica. Al arrancar, el gobierno cardenista parecía una reedición del
de Pascual Ortiz Rubio y de Abelardo L. Rodríguez, subordinados absolutamente a
la voluntad de Calles.
Los ataques de los callistas a la política laboral de
Cárdenas se iniciaron tempranamente. Huelgas de tranviarios, de obreros de la
industria textil, de trabajadores ferrocarrileros, fueron resueltas por el
camino de la conciliación, no con las medidas represivas que exigía el “núcleo
duro” del callismo.
El mismo general Calles tuvo expresiones críticas de las
determinaciones que su “alumno” estaba tomando para fortalecer a un movimiento
obrero popular, alterno a la CROM y a su líder “domesticado” Luis L. Morones.
La mayoría legislativa, sólidamente incondicional al
callismo, empezó a erosionarse. Surgieron las voces críticas al pasado y de
apoyo a las políticas impulsadas por Cárdenas. Un año después se sacudió el
gabinete con los primeros cambios, por los que salió un buen número de
callistas. Aislados no hubieran sido suficientes, pero combinados con la
desaparición de poderes en cuatro emblemáticos estados de la república:
Guanajuato, Durango, Sinaloa y Sonora, al terminar 1935, el 16 de diciembre,
evidenciaron que el poder del Jefe Máximo se diluía aceleradamente.
Llegó la Semana Santa de 1936. El Jueves Santo por la noche,
Calles recibió aviso de que al día siguiente sería “invitado” a abandonar el
país. Quizá desestimó la información, o pensó imposible que algo así le
sucediera al Jefe Máximo. Lo cierto es que se fue a dormir, para ser despertado
la madrugada del 10 de abril, Viernes Santo, con fuertes golpes a la puerta de
su casa. De allí fue llevado al aeropuerto para abordar un avión militar con
destino a Los Ángeles, Estados Unidos, donde permaneció hasta 1941.
A la expulsión de Calles siguieron de inmediato otras
medidas políticas de gran magnitud. Redefinición de la jurisdicción y número de
las zonas militares y la sustitución de todos sus jefes sospechosos de lealtad
al callismo.
El desgajamiento continuó en los estados: una decena de
gobernadores afines a Calles fueron sustituidos por la vía de la renuncia o la
desaparición de poderes.
A partir de entonces, mediados de 1936, el presidente Lázaro
Cárdenas desplegó plenamente sus políticas agrarias, laborales, de organización
de las masas campesinas y obreras sin obstáculo interno.
Fue el tiempo de los grandes repartos agrarios de La Laguna,
Mexicali, Valle del Yaqui, Nueva Italia, y las haciendas henequeneras de
Yucatán, entre los más destacados. En el frente externo se apoyó a la República
española y a su gobierno en el exilio.
Pero Cárdenas tenía todavía pendiente una tarea de gran
relevancia. Las candidaturas a la elección intermedia de la Cámara de
Diputados, en 1937, deberían de demostrar indubitablemente las nuevas lealtades
con el presidente y los compromisos de su gobierno.
El todavía PNR, abuelo del actual PRI, postuló a 147
legisladores, todos cardenistas. Entre ellos destacaba el yucateco Miguel Ángel
Menéndez Reyes. Fue esta legislatura la que acompañó al presidente de la
república durante los tres últimos años de su gobierno.
Durante 16 meses y medio Cárdenas preparó su ruptura
política con Plutarco Elías Calles. Lo hizo por el Estado mexicano y sus
nacientes instituciones ante la amenaza de la entronización de un régimen
autocrático, en el que el poder real radicara en una sola persona, el Jefe
Máximo.
En 2025, el tiempo de Claudia Sheinbaum está corriendo desde
el 1o. de octubre pasado. Sus 490 días se cumplen a principios de 2026. El
próximo año será crucial para Sheinbaum, para su propósito de control del
movimiento político llamado Morena. Si no lo logra, las candidaturas de 2027,
la legislatura que la acompañará hasta el término de su mandato, estará
controlada por los intereses que claramente han manifestado su vinculación con
su antecesor. Ya le impidieron que se aplicara, en 2027, la prohibición de la
reelección consecutiva.
Más de la mitad de los morenistas actuales diputado/as serán
reelectos, con todo lo que esto signifique, y designados candidatos por una
dirigencia partidista bicéfala, dividida entre el hijo de López Obrador,
Andrés, y los leales a la presidenta Sheinbaum, dondequiera que se encuentren.
No sé si la presidenta Sheinbaum posee el instinto de
supervivencia política. Ha demostrado que tiene prudencia y serenidad para
enfrentarse a la difícil relación con el nuevo gobierno estadounidense. Esas
cualidades pueden ser utilizadas en su propia Semana Santa, la de 2026.
El Viernes Santo, 3 de abril, puede deshacer los nudos que
la atan a un proyecto político que representa el fracaso de su gobierno. Quiero
pensar que Sheinbaum aplica la máxima del Gatopardo al revés: “para que todo
cambie, hay que decir que todo sigue igual”. Si es así, siga hablando,
PresidentA.— Mérida, Yucatán.
dulcesauri@gmail.com
Licenciada en Sociología con doctorado en Historia.
Exgobernadora de Yucatán