Visitas presidenciales. Sargazo y electricidad


Dulce María Sauri Riancho
El pasado fin de semana el presidente López Obrador estuvo en dos entidades de la península de Yucatán. Aunque la razón principal de esta gira fue dar el banderazo al reparto de tarjetas de becas y subsidios, los protagonistas fueron otros, muy probablemente distintos a los que los estrategas de la imagen presidencial hubieran querido. Veamos.

Visita presidencial a Yucatán: la tercera desde el inicio de la gestión del gobernador Mauricio Vila y López Obrador. Al igual que las dos anteriores, se impuso un clima de cordialidad y de mutuo respeto. No debería ser excepcional, pero experiencias como las vividas recientemente en Durango y por su gobernador, hablan de que sí lo es.

Como antes o desde siempre, la expectativa popular radica en conocer qué beneficios trajo la presencia del Ejecutivo federal en estas tierras. Por una parte, estuvo en Valladolid, para atestiguar la entrega de las Becas Benito Juárez a las y los jóvenes yucatecos, esas que se financiarán con los recursos que antes se canalizaban a las familias a través de Prospera. Protagonista fue también el Tren Maya y el compromiso presidencial de radicar sus oficinas principales en Mérida.

Un tercer elemento, no contenido inicialmente en el programa, dominó la escena política. Me refiero al anuncio de la construcción de una nueva termoeléctrica para garantizar el abasto de energía a la península yucateca. Y es que apenas hace unos días se emitió un comunicado, después desmentido “a medias”, sobre posibles apagones, programados para hacer frente al insuficiente suministro eléctrico a la región.

Cabe decir que NUNCA (y lo pongo con el categórico mayúsculas) Yucatán había sido objeto de una amenaza-prevención de esa naturaleza. Sólo “Gilberto” e “Isidoro” lograron sumir en la oscuridad a la península, hace más de 30 y 16 años, respectivamente.

Las dos macro-fallas eléctricas registradas este año, atribuidas inicialmente a supuestos incendios que afectaron las líneas de transmisión, ahora se sabe que fueron producto de la falta de gas natural para las plantas termoeléctricas.

Insuficiencia que afecta también a las empresas instaladas en Yucatán. Por eso, el anuncio presidencial sobre la construcción de otra termoeléctrica en Yucatán resultó sorpresivo… y contradictorio. Si no hay gas para las 4 que funcionan actualmente (dos de CFE y dos de operadores privados) menos habría para una más.

Alguien alertó a López Obrador de su extravío, por lo que en Valladolid matizó y ofreció lo que queríamos escuchar: el compromiso del Ejecutivo federal con el suministro suficiente, oportuno y de calidad de gas natural a la península de Yucatán.

El lunes pasado, el Centro Nacional de Control de Gas Natural (Cenagas) oficializó el ofrecimiento presidencial, añadiendo que “en muy corto plazo (15 de julio) la Península de Yucatán será suministrada con gas natural producido por Pemex”. Ojalá así sea.

En Quintana Roo el sargazo dominó la atención. Después de pretender minimizar el problema, López Obrador pasó a ordenar a la Secretaría de Marina la construcción y operación de ¡7 buques sargaceros! (colectores de sargazo en altamar).

Poco, muy poco se escuchó la voz de los científicos y expertos en recolección de hidrocarburos en mar abierto. Nadie, y menos el presidente de la República, puede ignorar las consecuencias severas sobre la principal actividad económica del vecino estado y sobre los ingresos de quienes se dedican directa o indirectamente a la pesca y al turismo, seriamente afectados.

Y el Tren Maya. La obra va porque va. Poco importan las alertas sobre su viabilidad económica y financiera, tampoco de su impacto ambiental. Se dice que la ruta fue modificada para que se conserve fuera el tramo Cancún-Tulum, por cierto, el único con rentabilidad y respuesta a las demandas de transporte y movilidad de turistas y trabajadores por ese corredor de 120 kilómetros.

Los promotores del Tren han alimentado la ilusión de que será una alternativa de transporte para los habitantes de las poblaciones ubicadas a la vera de sus vías. Nada más falso. En sus más de 1,500 kilómetros sólo están contempladas 15 estaciones, un promedio de tres por estado. Cruzará veloz, sin parar para que, en cada pueblo, suban personas con sus huacales rumbo al mercado. Imágenes de un pasado que se recrea en la nostalgia de las y los mayores que conocieron el ferrocarril de entonces.

Bienvenido siempre el presidente de la República a nuestra tierra. Ojalá venga mejor informado sobre las necesidades del desarrollo de la entidad. Bien por el compromiso del gas natural, pero nada mencionó sobre los proyectos de energía limpia (eólica y fotovoltaica), actualmente en suspenso, que trascenderían nuestra dependencia de los combustibles fósiles.

Sigue pendiente el importante tema del dragado del canal de acceso al puerto de altura de Progreso, elemento fundamental para fortalecer la competitividad de Yucatán. Más que un presidente que hable dos horas diarias en las entrevistas mañaneras, ocupamos a uno que escuche y decida atendiendo a las necesidades del conjunto.

Mujica e Iglesias. En esas oportunidades que da la vida, tuve ocasión de conocer y convivir con dos personalidades destacadas en el mundo entero. Ambos uruguayos, los dos octogenarios. Uno, Pepe Mujica, expresidente de su país, compendio de sabiduría y serenidad. En sus propias palabras, un “neo-estoico”, empeñado en legar con su ejemplo que sí es posible ejercer el poder sin perder el piso, sin acumular bienes materiales ni cambiar su identidad.

Otro, Enrique Iglesias, ex director de la Cepal y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), actual secretario general de la Cumbre Iberoamericana, con la sencillez y modestia que sólo caracteriza a l@s grandes. Una concepción global acompaña su pensamiento y por si fuera poco, tiene el encargo de trabajar en un casi imposible acuerdo entre las fuerzas enfrentadas en Venezuela. Mi garrafa de optimismo se llenó el fin de semana.— Mérida, Yucatán.


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