Mujeres, ciencia e innovación. Hacia el segundo centenario
Dulce María Sauri Riancho Hace un siglo a las niñas se les destinaba a ser futuras esposas y madres. En consecuencia, su educación debía limitarse a enseñarles la eficaz realización de estas funciones en el seno del hogar. Fue lo que se cuestionó en el I Congreso Feminista de 1916: si la sociedad de personas libres que la Revolución pretendía formar, podía darse el lujo de segregar a la mitad de la población del cambio. Nuestras abuelas discutieron el papel de la escuela primaria en la preparación de las mujeres para la vida. Nuestras madres presionaron para ir a la preparatoria. Nosotras salimos con un título universitario que se quedó guardado para muchas, cuando tuvieron que optar entre el cuidado de la familia o su profesión. Nuestras hijas salieron abogadas, ingenieras o doctoras, y se encontraron en un mundo laboral en el que sus compañeros hombres, aún menos preparados, ganan más y son contratados de inmediato. Y nuestras nietas se interesan poco en las ciencias básicas, lejo