¡Adiós al Bicentenario!... Y el centenario, ¿dónde quedó?

Dulce María Sauri Riancho

Para muchos yucatecos el centenario del inicio de la Revolución Mexicana pasará como uno más de los "puentes" vacacionales del año. Una disposición tomada hace unos años por el gobierno y los legisladores remite el día de descanso obligatorio siempre al lunes de la semana en que se conmemora alguna fecha. Al 20 de noviembre de los 100 años le tocará este sábado, así que su feriado ya pasó.

El bicentenario de la Independencia transcurrió con más penas que glorias. En los recuerdos personales quizá brillarán las fiestas de la Independencia que transmitió la televisión que al menos por un breve instante logró la comunión de los mexicanos y el despertar del orgullo por una patria que es de todos.

El aniversario de la Revolución no ha gozado siquiera de la atención que recibió el de la Independencia. ¡Difícil tarea para el gobierno federal! El descuido es explicable: el partido en el gobierno fue fundado para oponerse al Estado de la Revolución en 1939. Las instituciones y el orden constitucional que nos rige surgieron de ese mismo movimiento que trastocó la organización de la sociedad porfirista y abrió paso a un nuevo sistema de derechos sociales y libertades colectivas. Emergió un nuevo "mapa" de reparto de las tierras en el país; se aceleró el crecimiento de las ciudades, aumentaron los años de vida de las personas, se extendió la educación, se crearon las grandes instituciones de seguridad social. Ha sido un proceso de cambio lento, no siempre para avanzar, con el perenne riesgo de retroceder, sobre todo en las libertades.

El reto no ha sido más sencillo para el gobierno estatal. A pesar de su procedencia partidista, la magnitud y la fuerza de la propuesta oficial para la conmemoración del inicio de la Revolución adolecieron de las mismas carencias que las de la contraparte federal. Digámoslo de una vez y con todas sus letras: las conmemoraciones nos encontraron como sociedad confundidos y agotados, y al gobierno flotando en el burocratismo y dedicado a cumplir formalmente sus funciones.

En la prisa por cumplir las formalidades, olvidamos que la Revolución se fraguó por las insatisfacciones acumuladas en 100 años de vida independiente. Se nos olvidó que la Revolución de 1910-1917, una de las tres revoluciones de masas del Siglo XX en el mundo, la inició un puñado de ciudadanos, descontentos con el orden que imperaba, que se animaron a exigir libertades en la política y acceso a la tierra, en el orden socioeconómico.

Tras la bandera antirreeleccionista de Madero y de su demanda de sufragio efectivo estaban los reclamos por la libertad de tránsito y de comercio, por la libertad de contratación de los trabajadores, por la libertad de prensa, de reunión, de expresión, de credo. Y el reclamo de tierras era el grito de los campesinos por tener acceso al factor de la producción que representaba la posibilidad de empleo, comida, ingreso, bienestar, seguridad. No es casual que el lema maderista de "Sufragio Efectivo..." de la insurrección inicial se haya desdoblado en el de "Tierra y Libertad" de los batallones de pobres que llevaron al movimiento armado a su culminación.

¡Qué rico y enriquecedor hubiera resultado replicar los afanes transformadores de los revolucionarios de ayer, pensando, discutiendo, proponiendo un nuevo marco de libertades para el México del siglo XXI! ¡Qué gratificante hubiera resultado para la sociedad de hoy y del futuro diseñar y acordar un reparto más equitativo del Conocimiento, el factor que determina el rumbo y el ritmo de la economía y, por lo tanto, el reparto de la riqueza entre las naciones y entre los grupos sociales!

En una entrevista reciente, el brasileño Roberto Mangabeira Unger dijo que México no puede desarrollarse porque carece de una agenda nacional propia: "... A los estadistas les falta imaginación, a los intelectuales, rebeldía, y a la izquierda, transformación ideológica y programática; es conservadora o recalcitrante" (ver: http://www.eluniversal.com.mx/ nacion/181835.html).

Ya pasaron las fechas a conmemorar y están a punto de agotarse los eventos programados para hacerlo. Pero nos quedan los mismos viejos problemas, las mismas insuficiencias de hoy, los mismos retos del futuro. ¿Por qué no realizar ahora lo que no pudimos llevar adelante en el marco de los aniversarios? Insistamos en el ejercicio de imaginación transformadora que llevó a los mexicanos de hace un siglo y de 200 atrás a hacer realidad la Nación que añoraban.- Mérida, Yucatán.

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