La CNTE y la presidenta: “Estate quieta”
Puntuales, como la primavera, los contingentes de la
Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, CNTE, se movilizan cada
año hacia la Ciudad de México.
En las proximidades del 15 de mayo, Día del Maestro, miles
de mujeres y hombres llegan con al ánimo y los recursos para ocupar la gran
explanada del Zócalo con tiendas de campaña y lonas que protegen a las maestras
y maestros de las inclemencias del tiempo, mientras se manifiestan frente a
Palacio Nacional.
La protesta abarca al antiguo Convento de la Encarnación,
actual edificio sede de la Secretaría de Educación Pública, lugar de los
famosos murales de Diego Rivera.
La organización de estos mega plantones muestra la gran
capacidad de la CNTE para concentrar a miles de personas y permanecer los días
necesarios hasta lograr sus objetivos, relacionados principalmente con mejoras
de sus condiciones salariales y la disposición de las nuevas plazas que
anualmente libera la SEP.
La CNTE nació en diciembre de 1979, hace más de 45 años, en
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Los estados de la república de donde provenían
principalmente sus grupos fundadores: Oaxaca, Michoacán, Guerrero, Chiapas, son
también entidades con una gran población originaria.
Los docentes de entonces consideraban que sus condiciones de
trabajo y de enseñanza eran distintas a las de otras regiones de México, que
las autoridades educativas ignoraban sistemáticamente esa realidad y que la
organización mayoritaria del magisterio, el Sindicato Nacional de Trabajadores
de la Educación, SNTE, “oficialista y antidemocrático”, no los representaba.
Diez años después, en 1989, contribuyeron a la caída de
Carlos Jongitud Barrios, líder del magisterio de entonces, con el plantón más
prolongado hasta la fecha, que culminó con la llegada de Elba Esther Gordillo a
la cabeza de la más grande organización sindical de América Latina, el SNTE.
A partir de entonces, la relación SNTE-CNTE fue de un
cuidadoso —aunque no reconocido— equilibrio. El “hermano mayor” SNTE permitía y
respetaba las zonas de influencia de la CNTE. A cambio, la “hermanita” no
pretendía ampliar su área de acción. Así transcurrieron los años.
Pasó la descentralización de la educación de 1992; se
instauró la carrera magisterial para mejorar las condiciones salariales de las
y los docentes. Transcurrieron las elecciones de 2000 y la de 2006, cuyos
resultados reforzaron la primacía política de la dirigencia de la maestra Elba
Esther Gordillo y llegó, en 2007, la reforma a la Ley del Issste con dos
determinaciones que fueron controvertidas por la CNTE desde un principio.
Una, en materia de pensiones, con el paso a las cuentas
individuales y a las AFORE para los trabajadores al servicio del Estado
(burócratas) y la otra, el incremento gradual de la edad para el retiro, hasta
60 años para los hombres y de 58 años para las mujeres, combinado con la
exigencia de, cuando menos, acreditar 30 años de servicio para hombres y 28
para mujeres.
No voy a profundizar en las razones de la reforma al sistema
de pensiones de la burocracia. La realidad es que desde 2007, la CNTE incorporó
entre sus demandas su derogación. Fue durante buen tiempo, una especie de
“acompañamiento” de lo que para la organización era y sigue siendo lo
sustancial: incremento salarial y la asignación de plazas.
En 2013 se realizó la reforma educativa impulsada por el
gobierno de Enrique Peña Nieto. Elba Esther Gordillo fue defenestrada y
encarcelada; el tránsito de control político del “hermano mayor” SNTE se
realizó sin mayores turbulencias. El eje de la reforma peñanietista era la
evaluación como instrumento para la mejora de la calidad de la educación
pública.
La CNTE se apoderó de la narrativa contraria a los cambios y
emprendió, con el apoyo de los grupos políticos vinculados al naciente Morena,
una batalla campal para derogarla.
La movilización del magisterio en contra de la reforma
educativa de 2013 fue parte del gran poder electoral que tuvo en 2018 la
oposición. Por eso, su desaparición fue de las primeras medidas legislativas
que adoptó la mayoría morenista al inicio del gobierno de López Obrador. Todo
atisbo de evaluación independiente se desvaneció y los riesgos para el retorno
del patrimonialismo en la asignación de las plazas magisteriales volvieron a
aparecer con renovada intensidad.
Ganadora en la batalla política por anular la reforma
educativa de 2013, la CNTE comenzó a expandir su territorio y su área de
influencia. Iniciales interlocutores directos con el presidente de la
república, ampliaron su fuerza política, a pesar de los esfuerzos del “hermano
mayor” SNTE por adaptarse a la nueva realidad, alineándose con el nuevo
gobierno.
La CNTE se volvió incluso una especie de “colchón”
preventivo de cualquier ocupación opositora del Zócalo de la Ciudad de México.
Solo así se entiende que la organización haya permanecido 27 días ocupando el
corazón político del país, del 15 de mayo hasta el 12 de junio de 2024.
Levantaron sus tiendas una vez que se había efectuado el recuento de votos a
favor de Morena y sus aliados políticos, especialmente en la elección
presidencial.
Llegó 2025. Y la CNTE apareció este año tempranamente, el 19
de marzo. La explicación “oficial” de su anticipación fue la iniciativa de
reformas a la Ley del Issste presentada ante la Cámara de Diputados por la
presidenta Sheinbaum. Doble propósito tenía: “alinear” al Issste a los cambios
en materia de vivienda logrados en el Infonavit y el otro, incrementar las
cuotas a la burocracia de ingresos medios (alrededor de $30,000 pesos
mensuales), incluyendo el magisterio.
La presidenta de la república firmó la iniciativa, pero la
elaboró Martí Batres, actual director del Issste, exjefe de Gobierno de la
CDMX, sustituto de la PresidentA.
¿Poca previsión de las reacciones que iba a despertar?
¿Cálculo deliberado o “tanteo”? La cuestión no para ahí. A las presiones
iniciales de la CNTE rápidamente respondió la Presidenta anunciando el retiro
de su iniciativa. Ni siquiera en eso cuidaron a la mandataria: el Ejecutivo no
está facultado para retirar del Congreso sus iniciativas, facultad exclusiva de
los legisladores, de acuerdo con el Reglamento.
Hubiera bastado con el anuncio del coordinador de la mayoría
—Ricardo Monreal— de que, a solicitud de la presidenta, dejaban temporalmente
“congelada” su discusión y dictamen. Demasiado pedir a quienes ni siquiera les
importa salir en la foto con ella.
La CNTE concentró a 30 ó 40 mil trabajadores de la educación
a la Ciudad de México. En 72 horas que duró la movilización, tomaron una vez
más el Zócalo; cerraron el Aeropuerto Internacional casi todo un día;
colapsaron varias de las entradas a la ciudad, en tres de los 4 puntos
cardinales. Y el 21, tres días después de su llegada, se retiraron. Ahora, con
el compromiso de derogar completamente la reforma a la Ley del Issste de 2007,
anular el régimen de las AFORES, así como el cálculo de las mismas basado en
UMAs, no en salarios mínimos.
Desde mi perspectiva, se trató de un “estate quieta”, a la
presidenta Sheinbaum. En una especie de carambola, le mostraron que “ellos”, en
un tiempo muy breve, pueden paralizar la Ciudad de México sin que haya
consecuencia alguna. Me imagino el mensaje: “Si te quieres mover, si te pones
de creativa y modificas lo que nos importa, aguántate”.
¿Investigación a BIRMEX? ¿Procesos a gobernadores o
exgobernadores acusados de corrupción, de apoyo al crimen organizado? ¿Atención
a las desapariciones y a las madres buscadoras? “Cuidado, te podemos hacer
morder el polvo cuando queramos”.
El 15 de mayo está cerca. Y la CNTE regresará, puntual como
la primavera.— Mérida, Yucatán.