Vacunas y elecciones | Proteger la democracia
10 febrero, 2021, 3:00 am
Parto de un postulado: a pesar de la pandemia, habrá
elecciones el próximo 6 de junio. Se pudieron realizar en Coahuila e Hidalgo en
pleno ascenso de la pandemia.
El Covid no puede aplastar el proceso democrático de
renovación de órdenes de gobierno y de los representantes populares que los
integran.
Eso sí: las elecciones del 6 de junio se van a desarrollar
en condiciones inéditas producto de la emergencia sanitaria que vivimos.
Los procesos internos de los partidos políticos para elegir
a sus candidat@s a los diversos cargos se han efectuado con apego a sus
estatutos y normas internas, pero bajo la modalidad de reuniones a distancia —o
sea, vía plataformas tecnológicas— que les han permitido, al menos en la forma,
mantener el apego a su legalidad.
Una vez definidos en los procesos internos partidistas las
mujeres y los hombres que competirán por los distintos cargos en disputa
—gubernaturas, diputaciones federales y locales, así como regidores de los
ayuntamientos—, candidat@s y ciudadan@s entraremos al extraño periodo de
silencio, previo al inicio formal de las campañas que, en la mayoría de los
casos, coincidirá con los primeros días de abril.
¿Cómo son y serán, en esta ocasión, las actividades de
quienes buscan el voto popular? Si bien la transición del mitin masivo a las
reuniones de contacto con un número reducido de concurrentes ya se había
manifestado, en este año tendríamos que presenciar la ausencia total de
convocatorias a actos multitudinarios; incluso, las visitas domiciliarias
tendrían que plantearse bajo normas estrictas de cuidado para evitar el riesgo
de contagio.
Entonces, el ámbito privilegiado de las campañas y la
propaganda electoral será el ciberespacio, las redes sociales, los videos y la
estrategia mediática para lograr conectar con potenciales votantes para
convencerlos y lograr que se decidan a salir a votar el primer domingo de
junio.
Desde luego, mucho contarán las estructuras territoriales de
los partidos políticos para captar correos electrónicos y direcciones de
Facebook, Instagram, etc., de las y los ciudadanos de cada municipio, estado o
distrito electoral, a los que se les pretende convencer con sus mensajes.
Se puede llegar a pensar que, en un extremo, sería
innecesaria y riesgosa la presencia física de candidatas y candidatos en
actividades tradicionales de campaña. Menudearán los videos y las tácticas
novedosas para convencernos de que, por lo menos, los abran y los vean.
En México no existe, como en Estados Unidos, la posibilidad
de votar por correo, lo que permitió en ese país que más de un tercio de sus
electores enviara con antelación su boleta. Por cierto, la mayoría de quienes
se anticiparon votaron por Joseph Biden.
Un doble reto nos aguarda: por una parte, derrotar al
abstencionismo que acompaña tradicionalmente a las elecciones intermedias
federales, para lo cual habrá que vencer el justificado temor de un contagio al
asistir a las casillas y emitir el voto.
El segundo desafío consiste en la construcción de la
estructura ciudadana que actuará en la jornada electoral. Me refiero a quienes
recibirán y contarán los votos del 6 de junio, mujeres y hombres que integrarán
las mesas directivas de casilla, y la representación de los partidos políticos,
y que estarán físicamente presentes de 8 de la mañana a 6 de la tarde de ese
día.
Ellas y ellos recibirán a 750 elector@s que, como tope
máximo, corresponden a una casilla (recordar que una sección electoral puede
disponer de varias casillas). Quienes acudirán a votar, igual que quienes
estarán recibiendo y contando las boletas, deben tener la seguridad de no
contagiarse. Entonces, ¿qué hacer?
Desde hace varias semanas, un grupo plural de diputad@s
presentamos una propuesta para que las y los ciudadanos que integrarán las
mesas directivas de casilla, el personal del INE y la representación de los
partidos políticos fueran considerados dentro de las prioridades de la
vacunación.
Habrá un porcentaje de adultos mayores que, de cumplirse el
calendario, habrán sido previamente inoculados, pero es muy probable que la
mayoría de las y los funcionarios de casilla pertenezcan al grupo de edad
—entre 18 y 60 años— que recibirían el antígeno casi al final del calendario de
vacunación, al no ser considerados como parte de la población de alto riesgo.
Ya se han sorteado los meses y las letras del alfabeto de
quienes serán llamados a recibir la capacitación del INE. Habitualmente hay una
tasa alta de declinación, de quienes aducen compromisos de trabajo y familiares
para no poder cubrir la jornada electoral; ahora se sumará el temor a contraer
el virus. Otros más toman los cursos, pero después deciden no asistir.
Es cierto que, de prosperar la propuesta y aceptarse al
grupo de funcionarios como prioritario para vacunar, habrá un incentivo para
inscribirse, aunque después no se cumpla. Pero vale la pena correr el riesgo de
las deserciones.
Por otra parte, están los miles de funcionarios del
Instituto Nacional Electoral: capacitadores, organizadores de la elección,
supervisores, etc., que también deberán estar protegidos. Y las y los
consejeros electorales, desde nivel municipal, estatal, juntas locales y
distritales, además del Consejo General.
Por último, las y los candidatos a los distintos cargos de
elección popular, quienes tendrán que realizar campaña, así fuera con las
inéditas estrategias de la era del Covid.
¿Podríamos conseguir 6 millones de vacunas para ellas y
ellos? Mi categórica respuesta es: Sí. Deberían estar considerados en la
estrategia nacional de vacunación, porque ellas y ellos forman parte esencial
de la democracia en México: elecciones libres para decidir el rumbo del país.
Ahora, en 2021, y siempre…— Ciudad de México.