Sumar experiencias | Logística contra el Covid
27 enero, 2021, 3:00 am
(*)
A cuentagotas y trompicones, comienza la vacunación. En este
momento, el principal problema parece ser la adquisición de suficientes
antígenos para aplicarlas masivamente.
El acicate macabro de 150,000 vidas perdidas por el Covid
así lo obliga. La respuesta de las compañías farmacéuticas no ha estado al
nivel de las expectativas creadas por millones de personas temerosas de
contraer el virus.
Estoy segura que en un lapso breve habrá disponibilidad de
vacunas; incluso en algunos meses se pondrán al alcance del público en general,
una vez que los gobiernos de los distintos países dejen de ser los canales
exclusivos de su compra y distribución.
Existen recursos económicos para comprar la vacuna en
cantidad suficiente: el Fondo de Bienestar para la Salud ha proporcionado el
dinero para garantizar los contratos que el gobierno federal ha realizado con
diversas compañías farmacéuticas del mundo.
Ante este panorama, el reto principal que se presenta en
México es de carácter logístico: cómo distribuir e inocular a los más de 126
millones de personas que, de acuerdo con los resultados del Censo 2020, viven
en nuestro país; cómo llegar a más de 35 millones de hogares habitados.
Cada entidad de la República tiene sus propios retos, pero
las dos más pobladas: Estado de México y Ciudad de México, son las que sufren
con mayor intensidad los estragos del Covid.
En el otro extremo, la población dispersa en pequeñas
comunidades del campo demanda también atención. No sólo se trata de disponer
del número suficiente de dosis, sino de asegurar que lleguen a su destino, que
son los brazos de millones de mujeres y hombres, en condiciones de oportunidad,
calidad y seguridad que realmente los proteja de esta terrible enfermedad.
México tiene experiencia en extensas campañas de vacunación.
Los “Días Nacionales” congregaban a millones de menores de 5 años para recibir
en una sola jornada los antígenos necesarios para proteger su salud.
Lo hicimos con gran eficacia, a grado tal que pudo
declararse la erradicación de la poliomielitis y del sarampión, además de la
efectiva incorporación a la campaña mundial contra la viruela (“negra”, decía
mi abuela para distinguirla de la varicela) que diezmaban cíclicamente a
poblaciones completas.
La logística de entonces descansaba en la Secretaría de Salud
y en los Servicios Coordinados, con el apoyo de otras instituciones como el
DIF, y la participación de las instancias estatales, acompañada de una intensa
campaña de publicidad que alertaba sobre el día y los locales donde se
instalaría la brigada.
Las madres podemos recordar las neveras de hielo seco para
conservar las vacunas, los toldos y el personal listo para inocular las dosis
correspondientes, quienes sellaban las cartillas una vez aplicada la inyección
o introducidas las gotas en labios poco dispuestos a separarse de las y los
menores.
Padrones existentes
El comienzo de la aplicación de la vacuna de Pfizer en
México ha sido poco alentador. Nadie cuestionó que adelante pasaran quienes
combaten al virus en primera línea. Con sus excepciones desafortunadas, se ha
cumplido esta etapa al incorporar al personal de los hospitales privados. Hasta
allá llega el consenso.
Ha causado enorme resquemor la conformación de brigadas
“Correcaminos”, integradas por 12 personas, sólo dos con funciones sanitarias pues
los otros diez son acompañantes “políticos” o de seguridad.
Extraña asimismo la manera de elaborar las listas de los
adultos mayores, segunda prioridad. Si el gobierno federal presume tener un
padrón de beneficiarios de las pensiones de más de 8 millones de personas; si
tienen 68 años y más años o 65 en adelante si son indígenas, ¿sería mucho pedir
que, con esa base se organizara por colonia, barrio, localidad y municipio a
quienes van a recibir el antígeno?
Así como cada bimestre se entregan los recursos, así tendría
que arribar el aviso y la fecha de vacunación, sin mayores intermediarios.
Experiencia del Censo
El lunes pasado se dieron a conocer los resultados del Censo
de Población 2020. Prepararlo implicó disponer de información puntual a nivel
de área geoestadística básica, de las viviendas donde se obtendría la
información. La mejor y más actualizada cartografía la tiene el Inegi.
Aunque la Ley de Estadística le prohíbe dar información
personal, la institución dispone de la experiencia y conocimiento suficiente
para encabezar el diseño de una estrategia territorial de vacunación en todo el
país.
Credencial para votar
La mayoría de edad se alcanza cuando al cumplir 18 años, las
y los jóvenes obtienen “su INE” que la certifica. Existe un total de más de 95
millones de personas en el padrón y la lista nominal de electores, a cargo del
Registro Federal de Electores.
El llamado por grupo de edad podría realizarse a nivel de
sección electoral (de 750 ciudadan@s), contando con una terminal que, mediante
la huella digital, certifique que es la persona a cuyo grupo de edad
corresponde recibir la vacuna. En miles de sucursales bancarias se hace uso
actualmente de este sistema de identificación.
Escuelas y centros de estudio
Cuando se llegue a la etapa de vacunación de menores de 18
años, las escuelas serán unos valiosos vehículos para asegurar que las y los
estudiantes queden protegidos. Todavía recuerdo las filas que hicimos en el
colegio para pasar a ser vacunadas contra la viruela.
Centros comerciales y establecimientos particulares
Las cadenas comerciales de Estados Unidos están poniendo el
ejemplo al brindar sus instalaciones para los módulos de vacunación, además de
estar organizando un futuro y —esperamos— próximo esfuerzo para la venta del
antígeno.
Experiencia y opciones de organización existen, sólo falta
la voluntad del Presidente de la república y un llamado nacional para organizar
la gigantesca tarea de proteger la vida de las y los mexicanos. La suma debe
abarcar a los tres órdenes de gobierno: federal, estatal y municipal; a los
sectores público y privado, incluyendo a las iglesias.
No podemos enredar o complicar la distribución y aplicación
de la vacuna, menos por mezquindad política de disputar quién “se pone la
medalla” al salvar una vida.— Mérida, Yucatán.