Números del cambio | Evaluación y censo
3 febrero, 2021, 3:00 am
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) dio
a conocer los resultados del Censo de Población y Vivienda 2020. La parte final
de su levantamiento, en marzo pasado, coincidió con el inicio de las medidas
para enfrentarse a la pandemia del Covid.
Sin embargo, el Inegi, que es el órgano constitucional
autónomo responsable de la información estadística del país, pudo sortear las
dificultades y entregar a la sociedad mexicana un producto de la calidad que,
afortunadamente, es el sello característico de esta institución.
Desde la perspectiva de la evaluación de los gobiernos, la
“fotografía censal” recabada en 2020 refleja la actuación de tres
administraciones federales: 2 años 8 meses de Felipe Calderón (2010-2012), 6
años de Enrique Peña Nieto y 1 año 4 meses de Andrés Manuel López Obrador.
México tenía el año pasado una población de poco más de 126
millones (126.014,024) de personas; continúa ocupando el 11º lugar mundial, con
una tasa de crecimiento de 1.2% anual. Somos más mujeres que hombres (alrededor
de 3 millones), el 51.2% de la población. El Censo muestra que nuestro “bono
demográfico”, del que tanto se habló al iniciar el siglo, comienza a agotarse,
pues la edad mediana es de 29 años, cuando hace 20 era de 22 años.
Ciudad de México concentra la población más envejecida
(mediana de 35 años), lo que sería una poderosa llamada de atención para
quienes desarrollan los planes de vacunación, que deberían comenzar por las
concentraciones de adult@s mayores, como la que existe en la zona metropolitana
del Valle de México. Por cierto, Yucatán ocupa el lugar 22 en número de
habitantes (2 millones 329 yucatec@s), pisándole los talones Quintana Roo que,
al ritmo que va, nos alcanzará y rebasará en 2030.
Por primera ocasión, el Censo obtuvo información sobre las
personas con discapacidad, limitaciones o con problemas por condición mental.
En distinto grado, 16 de cada 100 personas se encuentran en esta situación.
Estos datos subrayan lo que se ha venido señalando con insistencia respecto a
las becas para personas con discapacidad, que son claramente insuficientes para
satisfacer las necesidades de esta población vulnerable.
El importante incremento de la participación económica de
las mujeres refleja la transformación registrada en la dinámica de numerosas
familias, pues casi la mitad (49%) de la población femenina mayor de 12 años de
edad registró actividades (un porcentaje sin remuneración) frente a un poco más
de un tercio en 2010. Esta información subraya por sí misma el grave error que
representó la desaparición del programa de Estancias Infantiles que funcionaba
como apoyo a las madres trabajadoras.
El Censo registra el incremento del número y el mejoramiento
de las condiciones de las viviendas: más de 35 millones (35.219,141), de las
cuales sólo 3 de cada 100 tienen piso de tierra, frente a 6 casas en 2010. De
igual manera, descendió el número de las que carecen de agua potable (dentro de
la casa o afuera de ella) que ahora representa 3.5% del total. También se
presenta una disminución de viviendas sin algún tipo de drenaje, pues se redujo
del 9% al 4.3%.
La calidad de vida de las familias indirectamente se conoce
a través de su acceso a bienes y a la tecnología de la información y
comunicación. El 87.5% de los hogares disponen de refrigerador (y pagan, en
consecuencia, sus recibos de energía eléctrica); tiene lavadora 78.2% de los
hogares, lo que permite realizar en menor tiempo y esfuerzo el aseo de la ropa,
aún a cargo principalmente de las mujeres.
Más del 90% de las viviendas disponen de un aparato de
televisión (92.6%) y casi dos tercios tienen acceso a televisión de paga
(43.3%) o servicio de películas por internet (18.8%). La disponibilidad de
teléfono celular refleja la magnitud del cambio tecnológico en que estamos
inmersos. De cerca de dos tercios de los hogares que registraron celulares en
2010, el Censo 2020 informa de casi 88 de cada 100. Además, la mitad (52.1%) de
las viviendas disponen de internet.
Quizá el indicador más poderoso de los avances registrados
en los últimos 10 años es el relativo a la disminución del analfabetismo en
México, que pasó de 6.9% ( casi 7 de cada cien) a 4.5% de las personas mayores
de 15 años. Este lacerante rezago se localiza principalmente entre los adultos
mayores, en tanto que en las generaciones jóvenes ha disminuido radicalmente. De
igual manera, aumentó la escolaridad promedio de 8.6 (menos de tercero de
secundaria) a 9.7 años (casi completamos el primer año de preparatoria).
Es cierto que la otra cara de los avances son los rezagos y
desigualdades que deben desaparecer. Pero algo —o mucho— se hizo bien la década
pasada para que el Censo pudiera registrarlos. Por eso la evaluación de las
políticas de desarrollo social tienen en los resultados del Censo 2020 un
invaluable recurso. Si lejos del dogmatismo, la descalificación facilona del
pasado, los responsables de las políticas actuales se fijaran en lo que
funcionó para mejorarlo, dentro de 9 años, el Censo de 2030 capturará
objetivamente los resultados de casi 5 años de gobierno del presidente López
Obrador.
Los censos son una especie de fotografía de la sociedad en
un momento determinado. La imagen de la sociedad mexicana que proyecta el Censo
2020 es la de antes del Covid. La pandemia está afectando severamente la vida
de las familias mexicanas. Las políticas públicas se evaluarán en un futuro
cercano por su capacidad de amortiguar o acelerar sus efectos.
Hace menos de un año había avances; ahora amenaza el
retroceso. Contar con información fidedigna disponible en forma oportuna es
fundamental para el desarrollo del país. Por eso, conservar y fortalecer al
Inegi como órgano constitucional autónomo es garantía de que seguirá cumpliendo
su misión.— Ciudad de México.