Año uno de la pandemia | Aniversarios de vida

 

6 enero*

Primer miércoles del año después del inicio de la pandemia. Aniversario 479 de la fundación de Mérida (1542) y más de dos milenios del encuentro de los “sabios de Oriente” con el recién nacido en Belén.

Nuestras preocupaciones y expectativas se han visto transformadas por la presencia de un virus que ataca y puede cobrar la vida de uno de cada 10 contagiados. Es cierto que la medicina a la soberbia de la humanidad ha sido el toque de realidad de una naturaleza que continúa indómita, a pesar de los avances.

De buenas a primeras nos hemos visto enfrentad@s a nuestra vulnerabilidad como personas. Nunca como ahora cobra sentido la frase de “nos salvamos todos, o nos hundimos todos”, simbolizada en un cubrebocas que impide extender o recibir las gotas mortales. Solidaridad forzada por las circunstancias que, a la vez, son oportunidad para replantear prioridades.

Mezclo deseos y propósitos al iniciar 2021. El Covid me dio oportunidad para la reflexión y para experimentar una serie de situaciones familiares y sociales que quiero compartir con ustedes.

Primero, mi deseo: contribuir a lograr una sociedad menos desigual. Y el propósito: encontrar las formas concretas para traducir esa intención en acciones específicas. Escogí un ejemplo para comentar con ustedes, amig@s lectores, este deseo y propósito.

Por razones de trabajo, desde el 30 de junio tuve que viajar cada semana a Ciudad de México. Al mero instinto de conservación de mi salud se sumó la responsabilidad hacia mi madre de 93 años y mi propio cónyuge, un poco más añoso que yo. Afortunadamente, hubo conciencia de la gravedad de la situación y, de alguna manera, la aceptación de que no habrá de modificarse en los siguientes meses, por lo que tendríamos que encontrar un camino para realizar nuestras funciones sin desproteger la salud de las y los legisladores y el personal que hace posible que funcione la Cámara.

Por esa razón, desde el 1 de septiembre, iniciando el periodo ordinario que habría de prolongarse hasta el 15 de diciembre, aprobamos un reglamento para la contingencia sanitaria, que permitió sesionar con solamente una cuarta parte de diputado/as presentes, en tanto que los demás asistieron y participaron vía la plataforma Zoom.

Destaco dos cuestiones: la primera, es que la aplicación para pasar lista y votar, así como para poder participar en las discusiones, no se compró a algún proveedor externo, que quizá nos hubiese pedido las perlas de la Virgen, sino que fue la misma área de Tecnologías de la Información de la Cámara la que la desarrolló a un precio sensiblemente menor.

La prueba de fuego fue la discusión y aprobación del Presupuesto de Egresos de la Federación 2021, que durante tres días y más de 38 horas, debatimos y finalmente, aprobó la mayoría ¡dos días antes de la fecha límite!

Cada semana, a tiempo, me realicé pruebas PCR (la del cotonete en la nariz) que, al ser negativas, me permitieron asistir a las sesiones y realizar mi función como presidenta de la Cámara de Diputados. Mientras, millones de personas tuvieron que regresar a sus actividades cotidianas, a conseguir su sustento, sin tener acceso a las pruebas rápidas de Covid, porque no había permiso de parte de las autoridades sanitarias para importarlas. Fue el caso del gobierno de Jalisco que se vio obligado a devolver un número considerable de pruebas que había adquirido en Estados Unidos.

Cámara

A pesar de las prevenciones, el Covid rondaba en la Cámara de Diputados: varios integrantes de la Mesa, incluyendo mi compañera de asiento, se enfermaron, afortunadamente con rápida recuperación porque, a diferencia de miles de contagiados, recibieron atención temprana, haciendo caso omiso de la “recomendación” de quedarse en casa a sufrir lo que se presentó inicialmente como un simple resfriado. No obstante, registramos los primeros decesos entre el personal de Cámara y de dos compañeros diputados.

Vale la pena subrayar que la única atención especial ha estado a cargo del cuerpo de Servicios Médicos de la Cámara de Diputados, que eficazmente ha intervenido cuando se suscita un brote en determinada área, para orientar en cuanto a la atención que debe de recibir la persona contagiada y las precauciones para quienes la rodean.

Los que han tenido que ingresar a los hospitales públicos o privados, pagan por su atención o activan su seguro médico, si es que lo tienen. En ese sentido, no hay privilegio alguno.

Testimonio

El Covid me alcanzó justamente al concluir el periodo ordinario de sesiones el 15 de diciembre, cuando iniciamos el receso legislativo que habrá de prolongarse hasta el 1 de febrero. Contagié a mi esposo y desde el 19 de diciembre fuimos notificados de nuestra condición de infectados. Nos aislamos de inmediato en nuestra casa de Mérida, aunque con la suerte de acompañarnos en ese trance.

La primera ventaja fue que desde un principio, se nos indicaron los medicamentos para acompañar la evolución del virus, que comenzamos a tomar de inmediato. Sin embargo, las cosas se complicaron. Ya desde el 24 de diciembre mi esposo comenzó a mostrar signos de deterioro de su capacidad respiratoria. Un querido y previsor pariente nos facilitó su máquina de oxígeno. La comunicación con los médicos fue constante e innovadora. Vía wathsapp, mantuvimos contacto e incluso, recibimos las imágenes de las radiografías y de las tomografías (TAC). Ellas indicaron la necesidad de ingresar a mi esposo amaneciendo el 1 de enero. Allá está desde ese día. Pudimos conseguir unas pastillas que inhiben la producción de toxinas por parte del virus —caras y escasas— que, al paso del tiempo parecen estar funcionando. Lo tengo que admitir: somos privilegiados. Por eso mi deseo: que tod@s quienes lo requieran tengan esa misma oportunidad que hemos tenido nosotros.

Y mi propósito: reforzar desde el Legislativo el sistema de salud de nuestro país. El reto mayúsculo de 2021 es la logística para vacunar a más de 125 millones de personas. No sólo se trata de adquirir las vacunas provenientes de distintos proveedores; de disponer de los recursos económicos para solventar su compra. El problema central estriba en los mecanismos para poder inocular oportunamente a quienes les corresponda, de acuerdo a la programación que se haya aprobado.

No puede haber mezquindades, mucho menos politiquería que impida acudir a todos quienes pueden ayudar al logro de este objetivo vital: gobiernos, organizaciones sociales y privadas. Conservar la vida significa mantener la esperanza. Es el deseo, es mi propósito 2021.—Mérida, Yucatán

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