Las tres íes del Covid-19
Indiferencia, Inconstancia, Incoherencia
Dulce María Sauri Riancho (*)
“El último recurso”, así intituló Diario de Yucatán su página
principal de la edición del lunes 13 pasado al citar las palabras del
gobernador Mauricio Vila respecto a la puesta en marcha del hospital habilitado
en el Centro de Convenciones Siglo XXI para pacientes convalecientes de Covid.
A pesar de esa seria advertencia, ni en Yucatán ni en el
resto del país se acaba por asumir la magnitud de la pandemia de Covid 19.
Este suceso extraordinario está desvelando conductas poco
conocidas de los distintos grupos sociales que reaccionan frente a la amenaza.
También se ha puesto en tela de juicio la capacidad de los tres órdenes de
gobierno —federal, estatal y municipal— para desarrollar políticas públicas y
acciones para atender la emergencia.
Sí, tod@s somos responsables de la situación actual, pero el
tamaño de la responsabilidad y la consecuencia de nuestras conductas tienen un
peso distinto si se trata de la administración gubernamental o de las familias.
Es cierto, también, que no es momento de asignación de culpas, sino de cerrar
filas para amortiguar las consecuencias más lacerantes del Covid, en especial
la pérdida de vidas humanas.
Pero la reflexión sobre los 138 días que han transcurrido desde
el 29 de febrero, fecha del primer caso diagnosticado en México, es
indispensable para hacer frente a lo que viene. Me ayudaré con tres palabras
que comienzan con “I”: Indiferencia, Inconstancia, Incoherencia.
Indiferencia fue lo que privó desde principios de 2020,
cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó sobre el surgimiento
del Covid en China. “Exagerados”, “alarmistas”, “parte de la guerra comercial
entre China y Estados Unidos”, etc., fueron algunos de los argumentos
destinados a desestimar la situación que se percibía lejana, allende mares y
continentes.
Que usted o yo, amig@s lectores, lo pensemos o comentemos no
tiene consecuencia mayor. Pero que las autoridades de Salud carecieran de un
plan para hacer frente a una epidemia —tal como ordena la Ley después de 2009—,
porque el actual gobierno considera que la planeación es un ejercicio inútil y
“conservador”, afectó seriamente la reacción del gobierno y de la sociedad
frente al Covid.
La concentración del poder y la marginación de las
instituciones en la toma de decisiones hicieron a un lado al Consejo Nacional
de Salubridad, que suma a las dependencias gubernamentales, a las universidades
y científicos expertos en estos temas.
Lo que se informa y lo que se decide proviene todo de un solo
lugar: Palacio Nacional, bien sea en la conferencia diaria del “vocero” y
todólogo de la pandemia, Dr. Hugo López Gatell, o en las mañaneras
presidenciales. Con sus palabras, el presidente de la república y su vocero
alimentaron la percepción de lejanía de la amenaza para el “pueblo bueno”.
Las primeras medidas para romper la Indiferencia colectiva no
las tomó el gobierno federal, sino instituciones académicas y gobiernos
locales.
Así, después del “puente” del natalicio de Benito Juárez, el
17 de marzo, el Tecnológico de Monterrey (ITESM) y varios gobiernos estatales,
entre otros el de Yucatán, anunciaron la suspensión de las actividades con la
presencia física de estudiantes y maestros, para sustituirlas por clases en
internet. Dos semanas después, la SEP hizo lo mismo para todo el sistema
nacional.
Abril nos muestra la Incoherencia. Por un lado, crecía la
pandemia en el mundo y comenzaba a mostrar sus dramáticos resultados. Por el
otro, el presidente López Obrador continuaba su incesante caminar por distintas
regiones de México, besando-mordiendo cachetes infantiles e invitando a las
familias a salir a comer a fondas y restaurantes tradicionales.
El 1º de junio la cifra de decesos en todo el país alcanzaba
237 personas, hombres y mujeres que, en su inmensa mayoría, eran adultos
mayores, con hipertensión, obesidad o alguna otra enfermedad previa que
explicaba su relativa poca resistencia ante el virus.
La OMS solicitaba incesantemente “más pruebas” mientras el
gobierno mexicano impedía al de Jalisco recibir las que había comprado en el
extranjero. “Dinero gastado inútilmente”, era la respuesta del vocero
presidencial cuando se le requería información sobre la pertinencia de detectar
con precisión el número de contagiados.
Los cubrebocas, otra medida recomendada, estuvieron ausentes
de la imagen presidencial hasta su viaje a Estados Unidos de la semana pasada.
Cumplió la norma porque la línea aérea lo exige para abordar el avión. Y
gracias al Sr. Trump, el presidente López Obrador se hizo la prueba del Covid,
requisito indispensable para acercarse al presidente de Estados Unidos.
Me pregunto qué hubiera sucedido si desde el principio de
esta historia de la pandemia hubiese aparecido López Obrador con su cubrebocas,
si hubiese alertado de la necesidad de mantener el confinamiento en los
hogares; si hubiese utilizado su gran popularidad para orientar a la población,
en vez de confundirla con sus actos.
La descoordinación entre el gobierno federal y los
gobernadores propició la Inconstancia en la aplicación de las medidas. El
retorno a la “nueva normalidad” se dio en pleno “pico” de la pandemia. Como un
dique que se rompe, oleadas de personas salieron a las calles una vez levantada
la restricción. Por necesidad de trabajo, por romper el aburrimiento o
simplemente por poder hacerlo, se olvidaron las semanas de confinamiento y
cuidados, se “bajó la guardia”, a pesar de que el riesgo de contagio se ha
elevado.
Veamos las cifras yucatecas. El pasado lunes 13, un total de
6,385 personas se habían contagiado de Covid; de éstas, 75 de cada 100 se han
recuperado. Pero, ¿qué ha pasado con las 25 personas no recuperadas? Contando
657 fallecimientos —10 de cada 100 contagiados—, quedan alrededor de mil
mujeres y hombres yucatecos que tienen Covid activo.
Son estos los que han saturado la capacidad hospitalaria, los
que viven la incertidumbre de no saber si saldrán adelante o engrosarán la
cifra de defunciones.
Indiferencia, Incoherencia e Inconstancia también se han
manifestado en la sociedad. Reflejo, consecuencia o producto de la actuación
gubernamental, lo cierto es que ya se registra un repunte de contagios.
Que las costumbres de la “temporada” en las clases medias y
ricas de las ciudades borró “sanas distancias” en las playas; que la necesidad
del sustento hace viajar a Mérida todos los días a vecin@s de poblaciones que
se habían mantenido “cerradas” desde marzo.
Es importante dilucidar cómo llegamos al punto del “último
recurso”. Más relevante es decidir hacia dónde iremos: resignación,
reafirmación o reinventarnos como sociedad. Con o sin gobierno.
Reconocimiento. El martes 7 de julio falleció don Carlos R.
Menéndez Navarrete, tercer director general de Diario de Yucatán. Hombre de
libertades, hace once años me abrió las puertas de estas páginas. Gracias, don
Carlos.— Mérida, Yucatán.