Defraudación fiscal. Fantasmas y “EFOS”
Dulce María Sauri Riancho
Los
términos “efos” y “edos” pululan en las conversaciones de empresarios,
contadores y abogados fiscalistas. Estas curiosas siglas parecen extraídas de
las populares novelas de J. R. Tolkien, autor de la serie “El Señor de los
Anillos”. Pero no se trata de los Elfos, seres fantásticos de la mitología
nórdica, sino algo más cercano a una realidad necesaria de ser transformada. Me
refiero a las “Empresas Facturadoras de Operaciones Inexistentes o Simuladas”.
Esos “EFOS” existen porque, a la vez, las “Empresas que Deducen Operaciones
Inexistentes o Simuladas” o “EDOS”, también operan. En ambos casos, el
propósito es el mismo: eludir el cumplimiento de obligaciones fiscales, de
pagar impuestos o todavía peor, de tratar de generar devoluciones del Servicio
de Administración Tributaria (SAT).
Desde
hace años expedir o utilizar facturas falsas es un delito castigado duramente
en los códigos Penal y Fiscal. Sin embargo, la persecución contra quienes lo
cometen ha arrojado resultados insuficientes, a pesar de los nuevos
instrumentos tecnológicos y legales de que dispone el SAT. Lejos de disuadir a
quienes pueden caer en la tentación, la inexplicable impunidad con que actúan
quienes integran las empresas “fantasmas” dedicadas a elaborar y expedir
“facturas falsas” los ha incentivado a profundizar su actividad ilícita, hasta
cuentan con promotores y sitios de internet donde ofrecen sus “servicios”.
Una
de las primeras medidas que tomó la actual administración fue impulsar cambios
al Código Fiscal para incrementar penas y precisar la sanción para quien
“expida o enajene comprobantes fiscales que amparen operaciones inexistentes,
falsas o actos jurídicos simulados”. (CFF, art. 113 bis). Aprobadas por
unanimidad en abril, unos meses después, sin mediar evaluación alguna de la
aplicación de las nuevas medidas, el grupo parlamentario de Morena en el Senado
presentó una amplia reforma para combatir “frontalmente” a los llamados
“factureros” mediante la modificación de cinco ordenamientos. Para este efecto,
sacaron del acervo legislativo las disposiciones más poderosas que guarda el
Estado mexicano para combatir a los enemigos de su existencia y preservación.
El
arsenal “nuclear” está integrado por las leyes de Seguridad Nacional y contra
la Delincuencia Organizada. La primera protege al país contra las consideradas
“amenazas” a su existencia como nación independiente y soberana. La segunda,
dirigida a combatir la asociación para delinquir en materia de secuestro,
narcotráfico, huachicol a gran escala, lavado de dinero, etc., implica la
creación y existencia de organizaciones cuyo propósito es cometer delitos de
altos vuelos y burlar a la autoridad.
Los
acusados de violar cualquiera de las dos leyes van derechito a la prisión a
esperar allá el desarrollo de su proceso. Completan este “quinteto infernal”
los códigos Fiscal y Penal Federal, así como el de Procedimientos Penales.
Asumo
que la combinación de impotencia de las autoridades para dar resultados en la
persecución a las “factureras” y la necesidad desesperada de recaudar más
dinero en el gobierno actuaron para lograr la aprobación de este conjunto de
reformas en el Senado de la República hace unas semanas.
Ahora
se encuentran en la Cámara de Diputados, donde serán discutidas y aprobadas en
unos cuantos días. La alarma ha cundido entre los contribuyentes, en especial
quienes realizan actividades empresariales. “Quien nada debe, nada teme”,
refrán muy socorrido cuando se trata de relaciones con el fisco. ¡Ojalá fuera
tan fácil! Las comprobaciones implican millones de documentos, los intercambios
también. “Al mejor cazador se le va la liebre”, otro refrán aplicable a esta
situación, pues cualquiera puede haber recibido e incluido en su declaración
fiscal una factura proveniente de empresas “fantasmas”.
Todos
los grupos parlamentarios estamos de acuerdo en combatir frontalmente a quienes
se dedican a elaborar, expedir y vender facturas falsas para burlar al fisco.
Pero, a mi juicio, las y los legisladores corremos el riesgo de cometer un
grave error si aprobamos este “paquete” legislativo en sus términos. Me explico:
Los
EFOS crearon sus empresas para poder expedir comprobantes digitales de
operaciones inexistentes o por cantidades mucho mayores de las verdaderas, no
para producir bienes o brindar algún servicio. Estas “factureras” entran de
lleno en la figura de la delincuencia organizada por lo que sí se requieren las
medidas de excepción que la ley considera para lidiar con ellas. Pero aquellos
que compran y utilizan facturas falsas con objeto de pagar menos impuestos no
pueden recibir el mismo trato. Merecen castigo, sin duda, pero ¿esos EDOS son
delincuentes organizados? Diría que no, que las disposiciones incluidas en los
códigos Fiscal y Penal serían suficientes para sancionarlos debidamente. Es
equivalente a la diferencia que hay entre los narcotraficantes y los
consumidores de drogas. La ley no castiga con el mismo rigor a unos y a otros,
aun cuando ambos participan de una actividad ilícita.
Por
eso, más nos vale diferenciar en la reforma: dejar sólo para quienes elaboran,
expiden y enajenen facturas falsas —personas o empresas— las duras medidas de
la Ley contra la Delincuencia Organizada. Afinar en el Código Fiscal las
facultades del SAT para fiscalizar en tiempo real a los contribuyentes, cuando
éstos presenten alguna anomalía en sus comprobaciones; perfeccionar los
supuestos del Código Penal y del de Procedimientos Penales, ampliando las
posibilidades de los jueces para otorgar la prisión preventiva justificada
cuando se trate de acusaciones de defraudación fiscal. Y desde luego, negarse
rotundamente a tocar la Ley de Seguridad Nacional.
No
puede de manera alguna volverse la “puerta trasera” para hacer constitucional
la prisión preventiva oficiosa (ir a la cárcel para afrontar desde ahí el
proceso) bajo el pretexto de la “seguridad nacional”. Al rato, cualquier delito
podrá ser incluido, hasta manifestaciones y marchas. Estamos ante otra Caja de
Pandora que no debemos abrir.
Posdata.
La reforma para combatir a las “factureras” o empresas “fantasmas” tiene que
analizarse conjuntamente con la llamada Miscelánea Fiscal, que contiene
modificaciones al Código Fiscal, a la Ley del IVA, a la Ley del ISR, etc. Las
propuestas a revisar pueden ser de gran impacto en la inversión y en el clima
de negocios del país, incluyendo la creación de fuentes de empleo bien
remunerado. Sí, Santo Temor al SAT, pero no hay que matar a la vaca ni secarle
las ubres.— Ciudad de México.